El resto de la mañana transcurrió en silencio, no fue hasta más tarde que oí a Goewyn moviéndose en la cocina. Realmente era torpe, apenas comenzaba el día y ya había oído el sonido de una olla cayendo al suelo.
Bajé a buscar algo para comer, le expliqué a Goewyn que Aiden y Zul habían llegado durante la noche y su grito de alegría fue tan alto que si Lysha no se había despertado, pronto lo haría. Ahora que todos estábamos allí debíamos decirle la verdad. Podía imaginar la reacción de Goewyn, por lo que no sería yo quien se lo dijera. Le dejaría el honor a Aiden; él era su amigo y la conocía más, tal vez había alguna manera de que pudiera hacerlo sin que se desmayara o comenzara a gritar.
Como era de esperar la reina Lysha no tardó en bajar, parecía de buen humor. No pensé que se fuera a acostumbrar luego del trato real que recibía en su castillo, pero Goewyn estaba haciendo un buen trabajo consintiéndola. Además era libre de hacer lo que quisiera sin ningún warlock controlándola.
Aguardé un rato con la esperanza de que Aiden y Elana se unieran a nosotros, pero no lo hicieron. Tomé un plato con comida y lo subí, el mago no debía comer hacía días. Conociendo a Aiden debieron estar en marcha intentando encontrarme desde el momento en que Seith me llevó, lo cual significaba escasas horas de sueño y nada de comida.
Llegado el mediodía Zul abrió los ojos, una sola mirada al plato que había dejado en la mesita de luz junto a la cama y se abalanzó sobre él. Cuando dejé escapar una risa volvió su mirada hacia mí, me sonrió y continuó comiendo un bocado detrás de otro sin decir una palabra.
Debía estar famélico, de seguro Aiden se encontraba en iguales condiciones, pero hubiese sido extraño interrumpir su charla con Elana para ofrecerle comida.
Lo más probable, y lógico luego de diecisiete años de ausencia, era que Aiden y Elana quisieran pasar algunos días juntos antes de que continuáramos con nuestro viaje.
Deseaba que hubiera una manera de poder darles más tiempo, pero los warlocks debían estar furiosos por mi escape y desesperados por hallar el Corazón del Dragón antes que nosotros. Debíamos ponernos en marcha hacia Agnof cuanto antes.
—Adhara.
Levanté la mirada, el plato en las manos de Zul se encontraba vacío.
—Lo siento, no recuerdo la última vez que nos detuvimos a comer —se disculpó el mago.
—Lo supuse —respondí.
Me ofrecí a traerle más comida, pero este negó con la cabeza.
—No tienes idea del estado en el que ha estado Aiden, yo también estaba preocupado por ti, eres mi amiga, eres… importante para mí.
La expresión del mago se volvió extraña al decir las palabras, era como si no estuviera acostumbrado a pronunciarlas.
—Pero Aiden no parecía humano —agregó.
Le sonreí, el mago me recordaba a mí, expresar sentimientos o preocupación no era su punto fuerte.
—Te extrañé en los últimos días. ¿Quién hubiese dicho que nos volveríamos tan buenos amigos, Zul Florian? —respondí—. A decir verdad eres mi primer amigo.
Zul fijó sus misteriosos ojos grises en mí y me sonrió.
—Lo mismo digo, Adhara Selen Ithil —replicó el mago.
Sabía de un tema de conversación que le resultaría más interesante, algo más cercano a su corazón.
—Cuando me encontraba en el castillo oí a los warlocks hablar de Sorcha, al parecer jamás regresó luego de nuestro enfrentamiento. Se ha escapado y enviaron a Seith por ella —dije.
Apartó su mirada de mí y su expresión se volvió indescifrable. Permaneció un momento perdido en sus pensamientos antes de volver a hablar.
—En verdad me gustaría pensar que finalmente decidió alejarse de aquella oscura maldad, pero sería ingenuo de mi parte. Debió pensar que su vida corría peligro si regresaba con ellos —respondió Zul.
—Si Akashik o los demás se enteraran de que su magia ya no funciona contra ti de seguro pensarían que ya no sirve y acabarían con ella, Sorcha debió saberlo —dije—. Ahora lo harán de todos modos.
La mirada del mago se volvió más turbia.
—¿Enviaron a Seith por ella? ¿Lo enviaron a matarla? —preguntó alarmado.
Asentí con la cabeza. Zul intentó actuar como si esta noticia no lo afectara, pero su expresión lo delató.
—No iré tras ella, no puedo… Debemos encontrar el Corazón del Dragón —dijo.
Parecía pensar en voz alta.
—Akashik debió enviar a Seith detrás de mí después de que logré escapar, dudo que encontrar a Sorcha sea ahora su prioridad —respondí.
Seith pretendía seguir las órdenes de Blodwen y Mardoc pero su lealtad era solo hacia Akashik y claramente a este no le podía importar menos lo que sucediera con Sorcha, su ambición era su única preocupación.
El hecho de que Zul hubiera considerado ir por ella me asombraba, era el ejemplo más claro de que el corazón de los hombres era completamente ajeno a la razón.
—Aún no logro comprender por qué no pudo matarme. A pesar de todo lo que ha ocurrido pienso en ella aun cuando no quiero hacerlo. ¿Crees que haya alguna posibilidad de que… sienta algo por mí? —preguntó el mago.
—Es difícil saber, pero Sorcha no parece estar en contacto con sus sentimientos… No es del todo improbable —repliqué.
Después de todo, si Seith era capaz de experimentar algo parecido a los sentimientos, también podía serlo Sorcha. Lo ocurrido son Seith aún me resultaba difícil de creer. Me revolvía el estómago de solo pensarlo.
Quería contárselo al mago, necesitaba que alguien coincidiera conmigo acerca de lo absurdo que era, pero no quería tener secretos con Aiden. Sería injusto si se lo contaba a Zul y no a él.
Lo acontecido en aquel castillo me atormentaba constantemente. Aunque me esforzaba por ignorarlo, podría haber perdido mi vida en manos de Seith y odiaba el hecho de no poder cambiar aquel recuerdo. Además la conversación con Akashik aún se repetía con frecuencia en mi cabeza.
Le conté a Zul acerca de Elana y pareció sospechar al respecto. No fue hasta que le aseguré que nos habíamos conocido por casualidad y que había sido yo la que le había preguntado acerca de Aiden, que abandonó su teoría de que podría tratarse de una farsante.
Debía ser difícil para él escucharlo, sus padres habían pasado por lo mismo pero a diferencia de Elana no habían tenido la suerte de salvarse. Y aún no tenía noticias de Talfan, que era como un padre para él.
Luego pasamos al tema del pergamino. Lo leímos en voz alta y tras discutirlo, no había duda de que debíamos ir hacia el pueblo olvidado de Agnof y allí encontrar la cueva subterránea y el camino hacia el Monte Luna.
No sería una travesía fácil, debíamos conseguir ropa de invierno, ya que el Monte Luna era una montaña cubierta de nieve y por primera vez el clima sería nuestro enemigo.
Por suerte, debido a su constante neblina, Zosma no era exactamente cálido; de seguro encontraríamos alguna tienda para comprar lo que necesitábamos.
A la tarde Aiden apareció en mi puerta, se veía cansado pero feliz al mismo tiempo. Nos contó a Zul y a mí acerca de su madre y cómo ella había estado viajando de pueblo en pueblo durante todos esos años.
Era una ironía pensar que en los últimos años ambos habían estado moviéndose de pueblo en pueblo, manteniéndose ocultos de ojos sospechosos. Pero Aiden había sido más cuidadoso y se había mantenido en las afueras. Elana por su parte debía encontrarse cansada de escapar tras tanto tiempo y contaba con la ventaja de que la creían muerta, lo que la había vuelto más descuidada.
La felicidad en su rostro, en su voz, era evidente. Sabía lo importante que era la familia para él, había estado dispuesto a dejarme ir a pesar de lo que sentía para asegurarse de que yo no perdiera la mía. El destino lo había reunido con su madre y quería poder compartir este momento con él. Aún pretendía estar algo enfadado conmigo, pero la alegría que sentía hizo que le fuera imposible mantener la farsa. Me sonrió y me sostuvo en sus brazos mientras me relataba la conversación con su madre.
Cuando el ruido en su estómago se volvió imposible de ignorar, lo obligué a comer algo.
Goewyn y Lysha se encontraban tejiendo frente al fuego cuando bajamos, la reina parecía ser bastante buena para ello y estaba enseñándole a Goewyn a hacer una manta con diferentes motivos.
—Goewyn.
La voz de Aiden hizo que se sobresaltara, corrió hacia nosotros y los saludó a él y al mago de manera entusiasta. Aiden parecía acostumbrado y le devolvió un amistoso abrazo. Zul por otro lado parecía sorprendido y no estaba seguro de cómo actuar. Se alejó un poco de ella para evitar que lo abrazara y le ofreció su mano de modo cordial.
—Aiden te ves terrible, tienes ojeras y pareces famélico —dijo Goewyn.
—Lo sé, una vez que supimos que Adhara se encontraba aquí, mantuvimos la marcha hasta llegar —respondió Aiden.
—Lo cual significa que apenas descansamos y comimos algo en los últimos tres días —agregó el mago.
Goewyn los miró extrañada, debió pensar que habíamos perdido la razón.
—Les traeré algo para comer en seguida, pónganse cómodos —dijo corriendo hacia la cocina.
Era una de las personas más serviciales que había visto, incluso le ganaba a Iara.
Aiden y el mago se dejaron caer en los sillones; Lysha los observó con ojos curiosos, parecía estar indecisa acerca de si debía hablarles o no.
—Aiden, Zul, ella esa la reina Lysha, fue quien me ayudó a escapar —dije señalándola.
Ambos parecieron sorprenderse de que se encontrara allí.
—Es un gusto, su majestad —dijo Aiden poniéndose de pie y haciendo una reverencia.
—Su majestad —dijo el mago desde su lugar.
—Me alegro de poder conocerlos a ambos, Adhara me habló sobre ustedes. Por favor, díganme Lysha —respondió.
Aiden se volvió a sentar y me hizo un gesto para que me sentara a su lado. Realmente era un caballero, aunque me había llevado tiempo descubrirlo.
—Gracias por haber ayudado a Adhara, estoy en deuda —dijo Aiden.
—Oh, no hay de qué —respondió Lysha—. Gracias a Adhara yo también tuve mi oportunidad de escapar, ella me mantuvo a salvo desde que dejamos el castillo.
—Debió ser difícil tomar la decisión —señaló el mago.
Los ojos de Zul tenían ese tinte peligroso que aparecía en ellos cuando desconfiaba de la situación. No podía culparlo por no confiar en nadie, en Lesath todos eran súbditos de un engaño.
—Lo fue —respondió Lysha—. Temía lo que Akashik pudiera hacer conmigo si nos descubrían, además temía por Lesath. No fue hasta que vi a Seith intentando matar a Adhara que tomé mi decisión.
Aiden y el mago se endurecieron ante sus palabras, podía ver a ambos repasando mi historia en sus cabezas y descubriendo mi omisión.
—¿Seith intentó matarte? Dijiste que iban a mantenerte con vida para intercambiarte por el pergamino —dijo Aiden.
No sabía qué decir. ¿Qué otra razón tendría Seith para ir en contra de las órdenes de Akashik?
—Seith cometió un error. Me odia e intentó matarme —expliqué.
En parte era verdad, se sentía atraído hacia mí y por eso me odiaba.
—Seith tiene total control de sus emociones, no siente odio —replicó Aiden—. ¿Esperas que crea que desobedeció las órdenes del Concilio porque le desagradas?
Sabía que le ocultaba algo, podía verlo en sus ojos. Debía pensar en las palabras adecuadas y «atracción» definitivamente no era una de ellas.
—Lysha puedes contarme lo que ocurrió —dijo Aiden volviendo su mirada hacia ella.
Lysha ya se había equivocado y lo volvería a hacer, deseaba que hubiera una manera de mantenerla callada que no implicara arrojarme sobre ella.
—Akashik me había ordenado que le llevara comida a Adhara. Al llegar a la habitación donde estaba encerrada, oí a Seith hablar a través de la puerta. Cuando entré, estaba intentando estrangularla contra el muro. Fue una escena horrible —dijo Lysha.
Una parte de mí quería estrangularla a ella y la otra parte se sentía aliviada.
—Adhara.
El tono de voz del mago era suave.
—¿Seith intentó estrangularte? —preguntó Aiden furioso.
Asentí con la cabeza.
—Se sentía avergonzada y por eso no dijo nada al respecto. ¿Verdad, Adhara? —dijo Zul.
Al menos, a diferencia de Lysha, alguien intentaba ayudarme.
—Así es —dije.
—Oh, Adhara, no debes sentirte avergonzada, de cierta manera es un elogio, nunca vi a Seith sentirse atraído por nadie —dijo Lysha con una sonrisa.
—¡Lysha!
Podía imaginarme estrangulándola de la misma manera en que Seith lo había hecho conmigo. Aiden y el mago volvieron sus miradas de confusión hacia mí. Un silencio largo e incómodo se apoderó de la habitación.
Lysha parecía sorprendida por mi tono brusco, Aiden aún parecía estar procesando las palabras y Zul me miraba esperando algún tipo de confirmación de mi parte.
—Siento la demora —dijo Goewyn entrando en la habitación.
Apoyó sobre la mesa dos platos de lo que parecía ser una espesa sopa de calabazas y una jarra de agua.
—¿Sucede algo, Aiden? —preguntó Goewyn.
El silencio y la mirada incrédula de Aiden eran difíciles de ignorar, incluso para ella.
—¿Seith dijo que se siente atraído por ella? —le preguntó Aiden a Lysha con su mirada aún en mí.
—Sí, dijo que no podía dejar de pensar en ella y que la mataría antes de sufrir ese tipo de emociones…
—¡Lysha, cierra la boca! —la interrumpí.
La joven reina me miró mortificada; de encontrarnos en Izar de seguro me llevarían a la horca por hablarle así.
—¿Seith se siente atraído por ella y por eso intentó matarla? —repitió Aiden pasmado.
—¿Quién es Seith? ¿Alguien intentó lastimarte, Adhara? —preguntó Goewyn alarmada—. Aiden debes estar exagerando, los celos son una emoción poderosa, hacen que las personas se imaginen cosas.
La situación era imposible de sostener, miré al mago desesperada, pidiendo ayuda y para mi sorpresa este dejó escapar una risa.
—Voy a matarlo —dijo Aiden.
—Nadie va a matar a nadie, cálmate y come algo —dijo Goewyn.
Aiden miró a Goewyn y a juzgar por su expresión estaba intentando controlarse para no decir nada grosero.
—Lysha, ¿por qué no llevas a Goewyn a tu habitación y aguardan allí? —le pidió Zul.
Esta asintió. Goewyn parecía preocupada por dejarnos solos, pero parecía comprender que era una conversación privada. Siguió a Lysha y ambas desaparecieron por las escaleras.
—Lo siento pero debo decirlo, realmente es sorprendente que Seith sienta algo por ti, Adhara. Nunca vi el menor rastro de emoción en él —dijo el mago.
—Dudo que sean sentimientos, Seith es incapaz de ellos —respondí.
—¿Cómo pudiste ocultármelo?
El tono de Aiden era de reproche, su mirada acusadora.
—Porque sabía que reaccionarías de esta manera —repliqué.
—No hay otra reacción posible, no solo siente atracción hacia ti sino que intentó matarte —respondió Aiden.— ¿Quién hace algo así?
Zul y yo intercambiamos miradas, el mago había intentado hacer lo mismo con Sorcha pero a diferencia de Seith se arrepintió en el último instante, ambos nos sentimos tentados de reír pero no lo hicimos.
—Seith —respondí.
—Debiste decírmelo —me espetó Aiden.
—No quería preocuparte, no puedes hacer nada para cambiarlo —dije.
—De haber logrado su cometido no te encontrarías aquí en este momento —dijo Aiden enfadado— ¿Entiendes lo que eso significa?
—Lo entiendo mejor que tú y créeme, Seith pagará. Yo misma me encargaré de ello —respondí.
—No, yo me encargaré de ello —replicó Aiden—. Si Seith se encuentra determinado a matarte, es capaz de cualquier cosa, incluso desafió las ordenes de Akashik para hacerlo, lo cual significa que tú no volverás a acertarte a él y que yo tendré su cabeza en mi espada en cuanto lo vea.
Lo observé sin decir nada, no era un buen momento para contradecirlo. Pero Seith y yo éramos enemigos por naturaleza y sería yo quien terminara con él.
—Tal vez podamos utilizar esto a nuestro favor. Akashik es demasiado poderoso, otro mago nos sería realmente útil, en especial uno como Seith —dijo el mago.
—¿Qué quieres decir? —pregunté incrédula.
—Puedes intentar manipularlo para que se vuelva en contra de Akashik —Zul hizo una pausa ante mi expresión de desconcierto—. Tú sabes, puedes seducirlo… ¿Ha intentado besarte o algo?
El mago había perdido la cabeza.
—Zul, el cansancio no te permite pensar con claridad o mejor dicho no te permite pensar —respondí—. Seith cerró sus manos alrededor de mi cuello y me asfixió, ¡quiere matarme, no besarme!
—No debes subestimar el poder de la atracción…
—Zul, si valoras tu vida no volverás a proponer algo así —le espetó Aiden.
El encuentro con Akashik lo había perturbado profundamente si estaba dispuesto a considerar que sedujera a Seith para que se nos uniera.
—Lo siento —se disculpó el mago.
—Es hora de que le digas a Goewyn la verdad, dadas las circunstancias no podemos continuar mintiéndole —dije.
—Lo haré —respondió Aiden.
Fue hacia las escaleras y se detuvo frente al primer escalón, parecía encontrarse en alguna especie de debate interno.
—¿Intentó besarte? —preguntó Aiden dudoso.
—Por supuesto que no —respondí.
Deneb llegó al poco tiempo y le sugerí que se uniera a Goewyn y a Aiden. Era mejor si escuchaba lo mismo que ella, temía que la versión que Goewyn pudiera contarle fuera peor que la realidad misma.
Pasé el siguiente rato merodeando por la posada. Los gritos de asombro de Goewyn se oían desde abajo, esa era la razón por la que había estado evitando regresar a mi habitación.
Me sentía enfadada con Lysha porque había contado lo acontecido con Seith. ¿Acaso no tenía el más mínimo sentido común? Solo de ver mi expresión debió darse cuenta de que era algo que no tenía intención alguna de compartir.
El mago debió darse cuenta de que no quería hablar del tema, ya que permaneció en la sala tomando su sopa sin decir una palabra. Aún no me encontraba lista para oír sus bromas al respecto. Por más insólitas que hubieran sido las palabras de Seith eso no quitaba que me había encontrado cerca de perder mi vida en sus manos.
Al menos ya no tenía que guardar el secreto.
Oí la madera resquebrajarse en el techo y luego pisadas. Aiden había dejado la habitación de Goewyn, aguardé unos minutos pero no bajó a la sala. Necesitaba tiempo a solas, había recibido demasiadas noticias inesperadas para un solo día.
Cuando llegó la hora de la cena y aún no había noticias de Goewyn, decidí tomar el asunto en mis manos. Debía ser difícil oír la verdad para alguien que había vivido toda su vida en Lesath creyendo que era un reino justo y pacífico, más para alguien como Goewyn que desconocía la maldad por completo. Siempre había sido bondadosa conmigo y era hora de que devolviera el favor. Fui hacia la cocina y comencé a reunir los ingredientes. Cuando me encontraba en Naos, Iara me había enseñado a hacer una sopa de verduras y había obtenido buenos resultados.
Elana se me unió al poco tiempo, de seguro había escuchado los gritos de Goewyn y había llegado a la misma conclusión que yo. Permaneció a mi lado y comenzó a cortar el resto de las verduras sin decir nada. Había algo nuevo en ella, un sutil resplandor que iluminaba su cara, suavizando sus facciones. Su hijo se encontraba vivo, lo había visto con sus propios ojos.
Le expliqué la receta para que pudiera ayudarme, apenas la conocía pero quería agradarle; sus palabras por más extrañas que hubieran resultado eran ciertas, algún día seríamos familia.
Me pregunté qué pensaría mi madre acerca de Aiden, ansiaba poder presentárselo y hablar con ella acerca de él. De seguro le caería bien: era apuesto, valiente y poseía un buen corazón. ¿Qué más podría desear para su hija?
Una vez que la sopa estuvo lista solo me bastó con sentir su aroma para saber que había quedado perfecta. Elana se apresuró a poner la mesa y fue en busca de Aiden, podía ver en su rostro que se encontraba feliz de poder compartir una cena con él.
El mago apareció al segundo siguiente, la manera en que observaba la sopa era halagadora y aterradora al mismo tiempo. En verdad debió pasar días sin comer nada.
Elana no tardó en volver en compañía de Aiden, que si bien aún parecía algo malhumorado se esforzó por disimularlo frente a su madre.
—Goewyn y Deneb se nos unirán pronto —dijo Elana—. Y Lysha dijo que no tenía apetito.
Debía sentirse mal por la manera en que le había gritado; no podía ser la primera vez que alguien le gritaba, no era como si Akashik y los demás warlocks la hubieran tratado con delicadeza.
—No recuerdo la última vez que probé algo tan sabroso —dijo Aiden con la cuchara en la mano.
Lo disimulaba más que el mago, pero debía encontrarse famélico. Le sonreí, me sentí contenta de haber preparado algo que le gustara.
—Adhara hizo la mayor parte —dijo Elana—. Debes pasarme la receta.
Aiden me dedicó una corta sonrisa, sabía que a pesar de estar enojado, apreciaba el gesto.
—Mi abuela Iara me la enseñó, es una vieja receta suya —respondí.
—Recordaré agradecerle cuando volvamos a Saiph. En verdad se encuentra delicioso, Adhara —dijo el mago con la cuchara en la boca.
Al ritmo en que comían Aiden y Zul, dudaba que quedara algo para los demás.
—¿Cómo se encuentra Goewyn? —preguntó Aiden.
—Seguía algo asustada, su esposo parecía más calmado —respondió Elana.
—Espero que se encuentre bien para mañana, podríamos necesitar su ayuda para comprar todo lo necesario —dijo el mago—. Debemos buscar un camino rápido hacia Agnof.
—¿Agnof? He estado allí hace muchos años, antes que quedara arruinado por la plaga; el hermano de la reina Ciara vivía allí —dijo Elana.
—¿El tío de Lysha vive en Agnof? —pregunté.
Estaba sorprendida de que los warlocks hubieran dejado al hermano de la anterior reina con vida.
—Él y su hijo murieron a causa de la plaga, fue una terrible pérdida para Ciara —replicó Elana.
Akashik no lo mató porque la plaga lo había hecho por él, pensé.
—¿Por qué vivían en Agnof en vez de en Izar con la reina? —pregunté.
—A Marcus, el hermano de Ciara, no le gustaba la vida de la corte, prefería la tranquilidad del campo y cuando su hijo nació decidió mudarse allí —respondió Elana.
Había tomado una sabia decisión al alejarse de Izar, pero se había equivocado al elegir el lugar.
—¿Sabes cómo llegar a Agnof? —preguntó Zul.
—¿Por qué quieres ir Agnof? El lugar quedó olvidado en el tiempo, no encontrarás nada allí —dijo Elana.
Aiden abrió la boca y volvió a cerrarla, como si hubiese querido decir algo pero no encontrara la voz para hacerlo. Lo miré extrañada, pero su atención se concentraba en su madre.
—Debemos ir allí si queremos acabar con los warlocks —respondió el mago—. Nos harías un gran favor si puedes trazarnos el camino en un mapa.
Elana empalideció ante sus palabras y su mirada se volvió hacia Aiden.
—¿Tú irás con él? —preguntó Elana.
Aiden no respondió, pero su mirada lo hizo por él. Elana se puso de pie y sin decir nada se alejó de la mesa y desapareció por las escaleras. El mago y yo intercambiamos miradas confusas mientras veíamos como Aiden iba detrás de ella.
—¿Hay algún peligro en Agnof? —pregunté.
—No que yo sepa —respondió el mago.
Quería saber a qué se debía la reacción de Elana, me puse de pie al mismo tiempo que Goewyn y Deneb entraron a la sala. Los ojos de Goewyn se encontraban cristalinos como si hubiera estado llorando, Deneb puso su brazo alrededor de ella y la guió hasta la mesa.
Había algo extraño en la expresión de ambos, como si aún se encontraran desconcertados.
Por primera vez dudé de que hubiéramos hecho lo correcto, estaba convencida de que las personas en Lesath debían saber acerca de las mentiras que los rodeaban, pero tras ver la angustia en los ojos de Goewyn no pude evitar pensar que habíamos arruinado su sencilla y feliz vida.
—Adhara, lamento tanto por lo que han estado pasando, nunca pensé que algo así fuera posible —dijo Goewyn.
—Lo sé, no debes preocuparte —respondí.
—Siempre supe que Aiden ocultaba algo, pero esto va más allá de lo que cualquiera hubiese podido imaginar —dijo Deneb.
Les acerqué la sopa para que se sirvieran y luego tomé un plato y comencé a llenarlo, Lysha aún no había comido. Quería hablar con ellos, pero no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido con Aiden. El mago adivinó mis intenciones y me imploró con la mirada que no lo dejara solo en la mesa. Sabía que no se sentiría cómodo quedándose solo con ellos, pero tenía que averiguar lo que estaba ocurriendo.
—Voy a llevarle esto a Lysha. Enseguida regreso.
Subí las escaleras silenciosamente, la habitación de la reina quedaba al fondo del pasillo, debía pasar por la habitación de Elana para llegar a la de ella. No me gustaba ser entrometida, sentía que lo que había ocurrido era algo entre madre e hijo, pero quería asegurarme que Aiden se encontraba bien.
Estaba agradecida de que no hubiera otros huéspedes en la posada, era imposible ocultar lo que estaba ocurriendo. La situación era extraña y había adquirido una intensidad que era difícil de controlar. Lysha estaba ofendida conmigo por la manera en que le había hablado; Goewyn y Deneb intentaban lidiar con el hecho de que el Concilio de los Oscuros era quien en realidad gobernaba Lesath, hacía horas no sabían que los warlocks existían y ahora debían aceptar el hecho de que tres de ellos gobernaban el reino en donde vivían y secuestraban a humanos que nacían con magia para volverlos sus aprendices; y, al parecer, había algún tipo de conflicto entre Aiden y Elana.
Me disculparía con Lysha, sabía que mi enojo hacia ella se encontraba justificado, pero no podía ignorar el hecho de que tenía quince años y de que era la reina.
—Hablaré con Zul, nos quedaremos aquí unos días antes de partir.
Era la voz de Aiden. Me detuve.
—No puedes irte —dijo Elana—. Estás vivo y te he encontrado, no puedo volver a perderte.
—Cuando todo termine regresaré y seremos la familia que siempre debimos ser —dijo Aiden.
—No tienes que hacer esto, hijo. ¿Por qué insistes en seguir a aquellos terribles monstruos? Podemos ser una familia ahora, vivir una vida tranquila lejos de todo esto —dijo Elana.
Silencio.
—Los warlocks no se van a detener, Adhara nunca va a estar a salvo mientras estén con vida —respondió Aiden—. No tengo opción.
Podía sentir a mi corazón latiendo con fuerza y tenía una sensación de angustia en el pecho que era abrumadora y desconocida. No quería continuar escuchando, me alejé y no me detuve hasta llegar a la puerta de la habitación de Lysha. Elana quería que su hijo se quedara con ella, las palabras de Zul la habían tomado desprevenida. Y de seguro Aiden también quería pasar más tiempo con ella. Sabía que él quería una vida tranquila, que no quería seguir peleando. Estaba arriesgando todo por mí, quería acabar con los warlocks para que pudiéramos tener una vida juntos.
Continué hasta la habitación de Lysha y me senté junto a la puerta apoyando la bandeja a mi lado. Sentía algo extraño, algo nuevo… culpa. De no ser por mí, Aiden podría tener la vida tranquila que quería junto a su madre.
Permanecí allí unos minutos, intentando no pensar en la conversación que había escuchado, había sido un largo día, pensaría el asunto con mayor claridad luego de una buena noche de sueño.