Todos los seres,
todos los acontecimientos
de tu vida, están ahí
porque tú los has convocado.
De ti depende
lo que resuelvas hacer
con ellos.
–¿Y NUNCA TE sientes solo, Don? —fue en el café de Ryerson, en Ohio, donde se me ocurrió hacerle esa pregunta.
—Me sorprende que…
—Calla —dije—. No he terminado la pregunta. ¿Nunca te sientes un poquitín solo?
—Lo que tú interpretas como…
—Espera. A todas estas personas las vemos apenas durante unos pocos minutos. Alguna que otra vez aparece un rostro en la multitud, una hermosa mujer radiante, que me hace sentir deseos de quedarme y presentarme, de permanecer quieto, estático, conversando. Pero vuela conmigo diez minutos, o no vuela, y desaparece y al día siguiente parto rumbo a Shelbyville y jamás vuelvo a verla. Ésa es la soledad. Aunque supongo que no puedo encontrar amigos perdurables cuando yo mismo soy un individuo efímero.
Permaneció callado.
—¿O acaso sí puedo?
—¿Puedo hablar ya?
—Supongo que sí.
En aquel café servían las hamburguesas parcialmente envueltas en un fino papel encerado, y cuando las desenvolvías te encontrabas con un montón de semillas de sésamo… pequeñas e inútiles, pero las hamburguesas eran sabrosas. Comió un rato en silencio y yo le imité, preguntándome qué diría.
—Bien, Richard, somos imanes, ¿verdad? No, imanes no. Somos hierros, envueltos en alambres de cobre, y cada vez que queremos magnetizarnos podemos lograrlo. Hacemos fluir nuestro voltaje interior por el alambre y atraemos a quienes deseamos atraer. Al imán no le inquieta la técnica de su funcionamiento. Es él mismo, y por su naturaleza atrae unos elementos y deja otros intactos.
Cogí una patata frita y lo miré con el entrecejo fruncido.
—Olvidaste un detalle. ¿Cómo lo hago?
—No haces nada. La ley cósmica, ¿recuerdas? Los semejantes se atraen. Limítate a desplegar tu propia personalidad, serena, transparente y luminosa. Cuando irradiamos lo que somos, preguntándonos a cada instante si lo que hacemos es lo que deseamos hacer y haciéndolo sólo cuando la respuesta es afirmativa, nuestra actitud rechaza automáticamente a quienes nada tienen que aprender de lo que somos y atrae a quienes sí tienen algo que aprender, que son los mismos de quienes nosotros a la vez aprendemos.
—Pero para eso se necesita mucha fe, y mientras tanto te sientes muy solo.
Me miró enigmáticamente por encima de la hamburguesa.
—La fe es una patraña. No se necesita un ápice de fe. Lo que se necesita es imaginación. —Barrió con la mano el tramo de la mesa que nos separaba, apartando la sal de las patatas fritas, la salsa de tomate, los tenedores y los cuchillos, hasta que termine por preguntarme qué iba a suceder, qué se iba a materializar delante de mis ojos—. Si tienes una imaginación del tamaño de una semilla de sésamo —continuó, empujando hasta el centro de la mesa una semilla de muestra— todo será posible para ti.
Estudié la semilla de sésamo y luego le observé a él.
—Ojalá los mesías celebréis un cónclave y os pongáis de acuerdo. Yo siempre pensé que la clave era la fe cuando el mundo se vuelve contra mí.
—No. Mientras estaba en funciones intenté corregir ese error, pero fue una larga lucha llamada al fracaso. Hace dos mil años, cinco mil, carecían de una palabra para designar la imaginación, y no encontraron nada mejor que la fe para catequizar a una solemne legión de epígonos. Tampoco tenían semillas de sésamo.
Sabía muy bien que tenían semillas de sésamo, pero pase por alto el embuste.
—¿Debo imaginar esta magnetización? ¿Debo imaginar a una bella y sabia damisela mística que aparece en medio de la multitud, en un campo de Tarragon, en Illinois? Puedo hacerlo, pero eso es todo… sólo mi imaginación.
Con expresión desesperada, elevó los ojos al cielo, simbolizado en ese momento por el techo de estaño y las frías luces del Em and Edna’s Café.
—¿Sólo tu imaginación? ¡Claro que es tu imaginación! El mundo es tu imaginación, ¿o ya lo has olvidado? Donde está tu pensamiento, allí está tu experiencia; El hombre es lo que piensa; Aquello que temías es lo que me sobreviene; Piensa y hazte rico: Imaginación creativa por placer y lucro; Como encontrar amigos siendo lo que eres. El hecho de que imagines no modifica un ápice el Es, no afecta en absoluto a la realidad. Pero estamos hablando de los mundos de Warner Brothers, de las vidas de MGM, y cada segundo de los unos y las otras está compuesto por ilusiones e imaginaciones. Todos somos sueños con los símbolos que quienes soñamos despiertos evocamos para nosotros mismos. —Alineó el cuchillo y el tenedor como si estuviera construyendo un puente de su sitio al mío—. ¿Te preguntas que dicen tus sueños? Tanto daría que miraras los objetos de tu vigilia y te preguntases lo que significan. Tú, que siempre estas rodeado de aviones.
—Sí, Don, ya esta bien —rogué que frenara, que no me asestara ese cúmulo de conceptos simultáneamente. Cuando se trata de nuevas ideas, una velocidad de un kilómetro por minuto es excesiva.
—Si soñaras con aviones. ¿Qué significaría eso para ti?
—Ah, la libertad. Los sueños con aviones significan evasión, vuelo, emancipación.
—No debo aclarártelo más. Lo que sueñas despierto encierra el mismo significado, el anhelo de liberarte de todo lo que te sujeta: la rutina, la autoridad, el hastío, la solemnidad. Lo que no has entendido es que ya eres libre, y siempre lo has sido. Si tuvieras la mitad de las semillas de sésamo que tiene esto… serías el dueño supremo de tu vida de mago. ¡Sólo imaginación! ¿Qué dices?
A ratos la camarera le miraba con expresión extraña, sin dejar de secar los platos, preguntándose de quién se trataba.
—¿De modo que nunca te sientes solo, Don? —insistí.
—A menos que eso sea lo que desee. Tengo amigos en otras dimensiones que me hacen compañía una que otra vez. Tú también los tienes.
—No. Me refiero a esta dimensión, a este mundo imaginario. Muéstrame de qué se trata, haz un pequeño milagro con el imán. Quiero aprenderlo.
—Enséñamelo tú —dijo—. Para corporizar cualquier cosa en tu vida imagina que ya está allí.
—¿Qué, por ejemplo? ¿Acaso mi damisela solitaria?
—Cualquier cosa. No tu damisela. Algo pequeño para empezar, algo inusitado.
—¿Y tengo que practicar ahora?
—Sí.
—Bueno… una pluma azul.
Me miró sin entender.
—¿Qué has dicho, Richard? ¿Una pluma azul?
—Cualquier cosa, dijiste. No una damisela, sino algo pequeño.
Se encogió de hombros.
—Muy bien. Una pluma azul. Imagina la pluma. Figúratela claramente, con todas sus vetas y bordes, la punta, los desgarrones en V, la pelusa que circunda el cañón. Sólo un minuto. Después déjala pasar.
Cerré los ojos durante un minuto y forjé una imagen mental: quince centímetros de longitud, de color azul, iridiscente virando a plateado en los borde. Una pluma nítida y refulgente que flota en las oscuridad.
—Circúndala con una luz dorada, si quieres. Es un recurso terapéutico para ayudarla a materializarse, pero también sirve para magnetizar.
Rodee mi pluma con un halo dorado.
—Ya.
—Muy bien. Ya puedes abrir los ojos.
Abrí los ojos.
—¿Dónde está mi pluma?
—Si estaba patente en tu pensamiento, en este momento arremete hacia ti como un Sherman.
—¿Mi pluma? ¿Como un Sherman?
—Hablo en términos figurados, Richard.
Durante toda es tarde aguardé la aparición de la pluma. No llegó. Fue por la noche, a la hora de cenar un bocadillo caliente de pavo, cuando la vi. Una ilustración y una leyenda en tipografía pequeña, impresas sobre el recipiente de leche. Envasada para la Central Lechera Scott por Granjas Pluma Azul, Bryan, Ohio.
—¡Don! ¡Mi pluma!
Miró y se encogió de hombros.
—Pensé que querías una pluma de veras.
—Bueno, cualquier pluma sirve para empezar, ¿no te parece?
—¿Viste solamente la pluma, o la sostenías en la mano?
—La pluma sola.
—Eso lo explica. Si deseas estar junto con lo que magnetizas, debes introducirte también en la imagen. Disculpa que no te lo dijera.
Me invadió una sensación extraña y escalofriante. ¡Lo había logrado! ¡Había magnetizado conscientemente mi primer objeto!
—Hoy una pluma —exclamé—. ¡Mañana el mundo!
—Ten cuidado, Richard —dijo premonitoriamente— o lo lamentarás…