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LOS DÍAS se fusionaron, confusamente, unos con otros. Volábamos como siempre, pero yo había dejado de calcular la duración del verano por los nombres de los pueblos o por el dinero que ganábamos.

Empecé a medir su duración por las cosas que aprendía, las conversaciones que entablábamos cuando terminábamos de volar, y los milagros que se producían una que otra vez en el trayecto, hasta que por fin llegó el momento en que comprendí que no eran milagros.

·

Imaginad

el Universo bello

y justo y

perfecto

—me dijo en una oportunidad el manual.

Convenceos luego

de esto:

Lo que Es

lo ha imaginado

bastante mejor que

vosotros.