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–¿DÓNDE HAS APRENDIDO todas esas cosas Don? Sabes tanto… o a lo mejor yo creo que lo sabes. No. Sabes mucho. ¿Es todo fruto de la experiencia? ¿No recibiste ningún adiestramiento formal para llegar a ser Maestro?

—Te dan un libro para que lo leas.

Colgué de los cables un pañuelo recién lavado y miré a Don.

—¿Un libro?

—El Manual del Salvador, una especie de Biblia para maestros. Por ahí tengo un ejemplar, si te interesa.

—¡Sí! ¿Dices que se trata de un libro corriente que te enseña?

Hurgó un poco en el compartimento del Travel Air y sacó un volumen de pequeño formato, forrado con un material que parecía gamuza.

Manual del Mesías,

impreso en letra gótica antigua.

Recordatorios para el Alma

Evolucionada.

—¿Qué cuento es ése del Manual del Salvador? Aquí dice Manual del Mesías.

—Bueno, eso.

Empezó a recoger los cacharros dispersos alrededor de su avión, como si pensase que era hora de proseguir viaje.

Hojeé el libro, que consistía en una colección de máximas y párrafos breves.

Perspectiva:

Utilízala y Olvídala.

Si has abierto esta página,

olvidas que lo que sucede

a tu alrededor no es real.

Piensa en esto.

Recuerda de dónde has venido,

a dónde vas, y por qué provocaste

el desbarajuste en el que te has metido, para empezar.

Recuerda que tendrás una muerte horrible.

Todo depende del buen entrenamiento,

y la disfrutarás más si no pierdes de vista

todos estos detalles.

Sin embargo, debes tomarla con un poco de seriedad.

Las formas de vida menos avanzadas

no entenderán generalmente que marches riendo

al patíbulo, y te menospreciarán

por loco.

—¿Has leído esto acerca de la pérdida de perspectiva, Don?

—No.

—Dice que tendrás una muerte horrible.

—No es inevitable. Todo depende de las circunstancias y de la forma en que resuelvas apañarte.

—¿Tú tendrás una muerte horrible?

—Lo ignoro. ¿No te parece que sería un poco absurdo, ahora que he dejado el oficio? Bastará una discreta y modesta ascensión. Lo decidiré dentro de pocas semanas, cuando termine lo que he venido a hacer.

Le reproche que bromeara, como acostumbraba a hacerlo alguna que otra vez, y no imagine entonces que lo de las «pocas semanas» fuera en serio.

Volví a la lectura del libro y comprobé que se trataba realmente de los conocimientos que necesitaría un maestro.

Aprender

es descubrir

lo que ya sabes.

Actuar es demostrar que

lo sabes.

Enseñar es recordarles a los demás

que saben tanto como tú.

Sois todos aprendices,

ejecutores, maestros.

Tu única obligación

en cualquier periodo vital

consiste en ser fiel a ti mismo.

Ser fiel a otro ser o a otra cosa

no sólo es imposible,

sino que también es el

estigma del falso

mesías.

Los

interrogantes más sencillos

son los más profundos.

¿Dónde has nacido? ¿Dónde esta tu hogar?

¿A dónde vas?

¿Qué haces?

Plantéatelos

de tiempo en tiempo,

y observa como cambian

tus respuestas.

Enseñas mejor

lo que más necesitas

aprender.

—Te veo muy callado, Richard —comento Shimoda, como deseoso de entablar conversación.

—Sí —respondí, y continué leyendo. Si éste era un libro escrito exclusivamente para maestros, no quería soltarlo.

Vive

de manera tal

que nunca te avergüences

si se divulga por todo el mundo

lo que haces o dices…

aunque

lo que se divulgue

no sea cierto.

Tus amigos

te conocerán mejor

en el primer minuto del encuentro

que

tus relaciones ocasionales

en mil

años.

La

mejor forma

de rehuir la responsabilidad

consiste en decir: «Tengo

responsabilidades».

Noté algo extraño en el libro.

—Las páginas no están numeradas, Don.

—No —respondió—. Basta con abrirlo y encuentras lo que estés buscando.

—¡Un libro mágico!

—No. Puedes hacerlo con cualquier libro. Incluso con un periódico viejo, si lo lees con suficiente atención. ¿No has fijado nunca algún problema en tu mente y has abierto luego cualquier libro que tengas a mano para observar lo que te dice?

—No.

—Bien, inténtalo alguna vez.

Lo intenté. Cerré los ojos y me pregunté qué me sucedería si seguía junto a aquel extraño individuo. Era divertido estar con él, pero no podía librarme de la sensación de que, dentro de no mucho tiempo, le ocurriría algo nada regocijante, y no quería estar cerca cuando pasara. Pensando en eso, abrí el libro con los ojos cerrados; volví a abrirlos y leí.

La criatura estudiosa

que llevas adentro,

el travieso ser espiritual

que encarna tu auténtica personalidad,

te guía por la vida.

No vuelvas la espalda

a los futuros posibles

antes de estar seguro de que no tienes

nada que aprender de ellos.

Siempre gozarás de libertad

para cambiar de idea

y elegir otro futuro,

u otro

pasado.

¿Elegir otro pasado? ¿Literal o figuradamente, o qué quería decir…?

—Creo que estoy un poco mareado, Don. No sé cómo podría asimilar estas lecciones.

—Con práctica. Un poco de teoría y mucha práctica —respondió—. Necesitarás aproximadamente una semana y media.

—Una semana y media.

—Sí. Convéncete de que conoces todas las respuestas, y las conocerás. Convéncete de que eres un maestro y lo serás.

—Nunca he dicho que quisiera ser un maestro.

—Es cierto —asintió—. No lo has dicho.

Pero conservé el manual, y no me pidió que se lo devolviera.