Un instante después
(como si nada hubiese sucedido)
reanudan la conversación,
reemprenden la tarea cicatrizadora
de restañar con palabras nuevas
las heridas antiguas.
Al fin, como si nada hubiese sucedido
(pero, ¿es que algo ha sucedido?) digo:
“Vámonos: es hora de volver a casa,
como todas las noches”.