III
La nave fantasmal —pero real— navega
sobre al amor, sobre la muerte
(también sobre el olvido),
y glisa sobre el arpa de las olas,
navega sobre el agua como el laúd sobre la música
(y es que música y mar tienen el mismo origen).
Este mar lleva dentro mucha música
mucho amor, mucha muerte.
Y también mucha vida
IV
…Y también mucha vida.
No sólo la que testimonia
el hervor de los brazos blanquísimos de las olas
al otro lado del cristal —solar, lunar— del camarote,
sino la que agoniza en el lado de acá.
Abanicos de plumas y de oro empiezan a girar.
Giran y giran cada vez más vertiginosamente
—acelerando, siempre acelerando—
absorbidos, cautivos, reclamados por bocas abisales,
fraques azules, grises, rumor de besos y batir de alas,
ojos ennoblecidos por las lágrimas,
labios besados hondamente, que por eso
tienen más vida que quitar,