Hablaban con bocas de sombra,

susurraban sucesos mágicos,

historias de herrumbre y de musgo

(no sabían que estaban muertos,

y yo no quería apenarlos).

Fui reconstruyendo sonidos

que en el sueño significaban

para interpretarlos despierto

y atribuirlos a unos labios.

(Quería conocer el nombre

de quienes me hablaban en sueños:

la rosa no olería igual

si su nombre no fuese rosa.)

Rescaté, lúcido y sonámbulo,

los vestigios que la marea

llevó a mi playa de despierto;

con ellos construiría un puente

desde el soñar hasta el velar:

así tendrían consistencia

las palabras impronunciables

que yo escuché cuando dormía,

fantasmal materia de sueño.