Agradecimientos

Como siempre, a cuatro personas sin las cuales esta novela no habría visto la luz:

Ben Abercrombie, que se fatigó los ojos leyéndola.

Nick Abercrombie, que se fatigó los oídos oyendo hablar de ella.

Rob Abercrombie, que se fatigó los dedos pasando sus páginas.

Lou Abercrombie, que se fatigó los brazos sosteniéndome.

Y, también, mi agradecimiento más cordial:

A toda la gente tan encantadora como inteligente de mi editorial británica, Gollancz, y de su pariente Orion; sobre todo Simon Spanton, Jo Fletcher, Jon Weir, Mark Stay y Jon Wood. Y, cómo no, a todos los que han contribuido a hacer, publicar, publicitar, traducir y, sobre todo, vender, mis libros, en cualquier parte del mundo en que se encuentren.

A los artistas responsables, del modo que sea, de hacerme parecer elegante: Didier Graffet, Dave Senior y Laura Brett.

A los editores del otro lado del charco: Devi Pillai y Lou Anders.

A otros profesionales tercos que me ofrecieron diversos, y misteriosos, servicios: Robert Kirby, Darren Turpin, Matthew Amos y Lionel Bolton.

A todos los escritores cuyos caminos se cruzaron con el mío, ya fuese electrónicamente o en carne y hueso, y que me ofrecieron ayuda y risas, junto con unas cuantas ideas que valía la pena robarles, entre los que se cuentan, aun siendo muchos más, los siguientes: James Barclay, Mark Billingham, Peter V. Brett, Stephen Deas, Roger Levy, Tom Lloyd, Joe Mallozzi, George R. R. Martin, John Meaney, Richard Morgan, Mark Charan Newton, Garth Nix, Adam Roberts, Pat Rothfuss, Marcus Sakey, Wim Stolk y Chris Wooding.

Y finalmente, aunque hubiera debido decir primeramente:

A aquélla que blande el Padre de los Rotuladores Rojos, que no puede ser desenvainado sin manchar el papel, una campeona intrépida en el campo de batalla editorial, mi editora, Gillian Redfearn. Quiero decir, alguien tiene que dedicarse a luchar de verdad