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(14 de agosto)

Los alemanes sostenían día tras día una articulada batalla con todo el Ejército, y una interrupción de las comunicaciones con el distante Cuerpo de Mackenzen se tuvo durante varias horas como una deficiencia extraordinaria: en el acto enviaron aviadores, en el acto buscaron por vía indirecta el modo de restablecer el enlace telefónico. Por parte de los rusos, la operación del Ejército se diseminaba, día tras día, en operaciones de los Cuerpos: los jefes de estos habían perdido la sensación de la totalidad del Ejército y cada uno de ellos sostenía (e incluso no sostenía) una guerra aparte. Y en Soldau siguió prosperando la dispersión: defendía la ciudad no ya un Cuerpo, sino aquellas unidades que, por sí mismas, no habían querido retroceder.

Pese a todo, los alemanes dieron a los rusos un día entero para recuperarse. Aunque el general François había ocupado ya antes del mediodía Usdau, abandonado inesperadamente, y tenía despejado el camino a Neidenburg, no se sintió libre para operar y no se decidió a atacar Soldau con un escalón ligero. Se atrincheró por la tarde en espera de un contragolpe. En ese mismo sentido le orientó, además, la orden de operaciones del Ejército para el día siguiente: abandonar el avance hacia Neidenburg e ir desplazando a los rusos hasta más allá de Soldau.

Si Hindenburg sintió tanta alarma por su flanco izquierdo fue porque el 14 por la tarde, ya de regreso en el Estado Mayor del Ejército, después de enterarse sobre el terreno de lo mal que iban las cosas en el Cuerpo de Scholz, recibió la noticia de que el Cuerpo de François había sido derrotado y que sus restos llegaban a una estación de ferrocarril sita a 25 kilómetros de Usdau.

Hindenburg preguntó en el acto por teléfono al jefe de la estación y este lo confirmó. (Sólo ya de noche se aclaró que había huido únicamente un batallón de granaderos empavorecido por un ataque del enemigo; por el camino contagió el pánico a los trenes regimentales y estos llegaron hasta el Estado Mayor del Ejército).

El Cuerpo reforzado de Scholz, inferior sólo en media división a todos los Cuerpos de Samsónov juntos y superior a ellos en baterías, se defendió todo aquel día en la línea de Mühlen ante la fuerte presión de Martos. Tan pronto parecía que Martos daba un rodeo a través de Hohenstein como que había tomado ya Mühlen; y hacia allí, retirándola de la contraofensiva y hasta ordenándole que se desprendiera de las mochilas para mayor ligereza fue enviada una división, que resultó innecesaria.

Mediado el día se supo también la toma por los rusos de Allenstein, por lo cual se hubo de hacer girar en redondo hacia allí al Cuerpo de Von Below, que se encontraba en el otro extremo de la tenaza, y el de Mackenzen, que iba ya a culminar el cerco por la calle que le había abierto de par en par Blagovéschenski, un pasillo el doble de ancho de lo necesario.

La ceguera de la prudencia apresó al mando del Ejército prusiano: al sur de Scholz aparecía ya una brecha, el frente estaba ya allí desmembrado, apenas se mantenía una cuarta parte del XXIII Cuerpo y, como una cortina, trotaba una brigada de caballería. Pues bien, Hindenburg suponía que allí había dos cuerpos rusos y no veía el camino del cerco. El día se presentaba adverso y, lejos de poder dar orden de efectuar un clásico Cannas completo, no cabía ni la de un atenazamiento profundo de los flancos del ejército ruso. El pensamiento del mando prusiano consistía en concentrar más cerca sus trece divisiones dispersas. En la orden de operaciones para el 15 de agosto, el plan del cerco fue empequeñecido más: envolver únicamente el Cuerpo de Martos, el menos numeroso.

Pese a todo, no se atrevían a conjeturar en los generales del fastuoso Imperio ruso una esclerosis semejante, una ausencia tan completa de sentido en la conducción de masas ingentes de soldados. Debía de haber algún plan en aquella extraña situación de los Cuerpos de Samsónov como dedos de una mano distendida. También debía de haber un plan en la enigmática inmovilidad de Rennenkampf, cuyo martillo pendía sobre la nuca del ejército prusiano puesto en marcha. Incluso hoy habría llegado a tiempo Rennenkampf para intervenir en la batalla y frustrar el proyecto alemán. Pero los rusos no habían aprovechado el día perdido por los alemanes.

Para cercar a Martos se concebía un ataque a Hohenstein desde tres lados, y con la división de Scholz más completa por ahora, rodear al amanecer el lago de Mühlen y tornar la aldea de Waplitz y sus alturas.

Esta orden llegó a la división pasadas las once de la noche. Hasta entonces, la división se estuvo atrincherando varias horas suponiendo que ocuparía posiciones defensivas; había recibido con retraso el pan del día y los soldados acababan de acostarse. El jefe de la división resolvió adelantarse al amanecer y atacar en la oscuridad, aprovechando la ventaja de la sorpresa. En el acto, casi a medianoche, pusieron en pie la división y la prepararon para el movimiento. El terreno quebrado y los senderos de arena dificultaban la orientación. La gente buscaba a tientas los puestos de concentración, se confundía. La vanguardia se desvió a la derecha de la línea fijada; la cabeza, del grueso, a la izquierda; el torso, hacia la mitad de la columna. Por su lado, los dragones, sin conocimiento de la división y sin impedimento por parte de los rusos, habían salido por la noche hacia Waplitz, donde se detuvieron en el dispositivo del regimiento de infantería de Poltava. Más tarde, las patrullas rusas les identificaron, y la caballería alemana salió a todo correr bajo un nutrido y desordenado fuego. Todavía en la oscuridad, ante Waplitz, un centinela ruso advirtió el acercamiento de la cabeza del servicio de vigilancia alemán y fue retrocediendo y disparando de vez en cuando. Poco antes del amanecer, entre una espesa bruma lechosa, el regimiento alemán desplegado emprendió el ataque contra Waplitz, pero los rusos lo recibieron con un rabioso fuego de fusilería y ametralladoras, siempre muy inquietante y protervo en el despertar del día.

En este momento comenzó a actuar la artillería de ambos bandos.