PRIMEROS HALLAZGOS IMPORTANTES

Los siete se pusieron en camino hacia el lugar donde habían estado jugando a pieles rojas el día anterior.

—Ahora dinos el sitio exacto por donde saltó el hombre —dijo Peter a Colin.

Colin vaciló un momento, pero en seguida señaló la copa de un acebo que asomaba por el muro.

—¿Veis aquel acebo? Pues el hombre estaba entre él y el roble que hay a la derecha. Estoy seguro de que es ése el lugar exacto.

—¡Adelante, pues! —decidió Peter—. Vamos a inspeccionar el lugar de cerca.

Conscientes de que estaban cumpliendo una misión importante, se encaminaron al muro, derechos al punto señalado por Colin entre el roble y el acebo. Allí se detuvieron para examinar atentamente la pared, que tenía unos tres metros de altura. ¿Cómo era posible escalar un muro tan alto sin utilizar una escalera o una cuerda?

—¡Mirad! Aquí es donde vino a caer al saltar —dijo de súbito Pamela, señalando dos profundas huellas que se veían cerca de un arbusto.

Todos observaron las dos depresiones que habían quedado en el suelo.

—Sí, aquí vinieron a posarse sus pies —dijo Jorge—. Pero, desgraciadamente, estas huellas no nos aclaran nada. Si fueran de pasos normales, nos darían una buena pista, pero al ser las de un gran salto, resultan dos hoyos deformes.

—Me gustaría investigar al otro lado del muro —dijo Peter, nervioso—. A lo mejor allí sí que hay huellas de pasos. Le preguntaremos al jardinero si nos deja entrar. Es amigo de nuestro vaquero y me conoce.

—Buena idea —dijo Jorge.

Y todos se dirigieron a la entrada de la finca.

El jardinero estaba trabajando en la parte delantera del jardín, cerca de la gran verja de hierro. Los niños le llamaron y él levantó la vista.

—¡Johns! —gritó Peter—. ¿Nos deja entrar a husmear un poco? Es por lo del ladrón, ¿sabe? Nosotros lo vimos saltar desde el muro y el inspector de policía nos ha dicho que tengamos los ojos muy abiertos. Por eso queremos echar un vistazo.

Johns sonrió expresivamente y abrió la verja.

—Bien. Yo os acompañaré. Pero me parece que no averiguaréis nada importante. Que me aspen si entiendo cómo diablos pudo trepar por este muro el ladrón. Estuve aquí mismo trabajando durante toda la tarde de ayer; por lo tanto, es seguro que no entró por la verja, porque, en este caso, lo habría visto.

Acompañados de Johns, los siete avanzaron a lo largo del muro y no se detuvieron hasta hallarse entre el acebo y el roble que asomaban por la alta pared.

—Por aquí debió de trepar —dijo Colín—. Ahora busquemos las huellas de sus pasos.

Había huellas, pero no de pies. Los siete amigos se inclinaron sobre ellas para examinarlas.

—¡Qué raro! —exclamó Peter—. Son redondas y todas iguales. Tienen unos siete centímetros de diámetro. Es como si alguien hubiese golpeado el suelo con un grueso taco de madera, hundiéndolo en la tierra ¿Qué será lo que ha dejado estas huellas, Johns?

—¡Que me muelan a palos si lo sé! —exclamó Johns, cada vez más interesado—. Tal vez la policía pueda averiguar algo ahora que se sabe el punto exacto por donde el ladrón saltó el muro.

Volvieron a examinar las extrañas huellas, perfectamente redondas y regulares. Aquello no tenía explicación. A todos les parecía que alguien había golpeado el suelo con un taco de madera. Pero ¿para qué? ¿Qué relación podía tener esto con el hecho de saltar el muro?

—Os puedo asegurar que no utilizó escalera —afirmó Johns—. Todas las que hay en la finca están encerradas en el cobertizo y nadie las ha tocado. Siempre llevo la llave encima. En resumidas cuentas, que no comprendo cómo pudo saltar el muro ese hombre.

—A lo mejor era un acróbata —dijo Janet, y en seguida afirmó—: Sí, tenía que ser un acróbata.

Al decir esto medía con la mirada la altura del muro Y entonces vio algo que se apresuró a señalar a sus compañeros mientras decía con voz agitada:

—¡Mirad! ¿Veis aquello que está prendido en el canto de aquel ladrillo que sobresale?… ¡Allí, a media altura! ¿Lo veis?

Todos miraron hacia donde Janet señalaba.

—Parece un trocito de lana —dijo Pamela—. Quizá el ladrón, al trepar, se enganchó la ropa en el canto del ladrillo y se hizo un desgarrón.

—Ayúdame a subir, Jorge —le ordenó Peter—. Intentaré cogerlo. Puede ser un indicio importante.

Jorge lo levantó en vilo. Peter alargó el brazo cuanto pudo y cogió el pequeño jirón de lana. Jorge volvió a depositar a Peter en el suelo.

Todos se apiñaron alrededor del jefe del club para examinar el hallazgo. En verdad, era muy poca cosa: un trocito de lana azul atravesado por una rayita roja. Uno tras otro, todos los miembros del club miraron y remiraron con grave semblante el retazo de lana.

—Tal vez se desprendió del jersey del ladrón —opinó Janet—. Tendremos que buscar un hombre que lleve un jersey de lana azul con rayas rojas.

Y entonces encontraron otra cosa que podía ser mucho más importante.