REUNIÓN EXTRAORDINARIA

A la mañana siguiente, el Club de los Siete Secretos se puso en movimiento. Peter y Janet habían repartido a todos los miembros convocatorias que decían así:

«IMPORTANTE. Reunión a las nueve y media.

C. S. S.»

Colín y Jorge ignoraban el motivo de la reunión, ya que no habían oído la radio Pero los demás se habían enterado del robo del collar de lady Lucy Thomas, y como sabían que esta dama tenía su mansión al lado de «La Pequeña Selva», sospechaban que les habían citado para hablar de aquel extraño sujeto, del que había sobrados motivos para sospechar que era el ladrón.

A las nueve y media de la mañana empezó la reunión. Janet y Peter estaban ya en el cobertizo. Las llamadas se sucedieron regularmente.

—Santo y seña —exigía Peter con toda seriedad cada vez que llamaban.

—«Aventura» —contestaba en voz baja el miembro del club.

—«Aventura», «aventura», «aventura»… —fueron diciendo los demás.

Y todos, después de dar la contraseña, entraron en el cobertizo.

—¿Dónde está tu insoportable hermana Sussy? —preguntó Peter a Jack—. Supongo que no estará espiándonos. Nuestra reunión de hoy es importante y muy secreta. ¿Traes la insignia?

—Sí —respondió Jack—. Sussy ha estado fuera todo el día. Además, no sabe la última contraseña.

—¿Cuál es el motivo de esta reunión? —preguntó Colin—. La cara de Janet me dice que ocurre algo extraordinario. Está tan encarnada, que parece que va a hacer explosión.

—También te sentirás tú a punto de reventar —respondió Janet—. Pero de orgullo, pues te vas a convertir en un personaje importante. ¡Sólo tú y Peter habéis visto al ladrón cuya pista vamos a seguir!

Colin y Jorge estaban desconcertados. No sabían a qué ladrón se refería Janet. Peter lo explicó todo.

—¿Os acordáis de aquel individuo que Colín vio saltar ayer desde el muro de «Milton Manor»? Era el mismo que yo vi después escondido en una retama y que luego se refugió en el árbol en que estaba Colin, Pues bien; anoche dijeron por radio que un ladrón se había introducido en las habitaciones de lady Lucy Thomas y se había apoderado de un magnífico collar de perlas.

—¡Qué casualidad! —exclamó Pamela, excitada—. Seguro que el ladrón es el hombre que visteis Colin y tú.

—Así lo creo —dijo Peter—. Bueno, ¿qué podemos hacer? Es indudable que nos hallamos ante una verdadera aventura. Debemos entregarnos a ella en cuerpo y alma. Si conseguimos detener al ladrón, o, por lo menos, recuperar el collar, salta a la vista que el Club de los Siete Secretos se apuntará un gran éxito.

Hubo un largo silencio. Durante unos minutos, todos estuvieron enfrascados en sus meditaciones.

—Pero ¿cómo podemos buscarle —preguntó Bárbara—, si Colín y tú sois los únicos que lo habéis visto, y sólo unos momentos?

—Y no olvidéis —dijo Colin— que yo sólo pude ver su cabeza y sus orejas por la parte de arriba. No sé cómo se puede reconocer a una persona teniendo sólo estos datos. Porque es imposible ir por la calle mirando a la gente desde arriba.

Janet se echó a reír.

—Tendrías que ir siempre cargado con una escalera.

Hubo un coro de alegres carcajadas.

—¿No os parece que debemos dar parte a la policía? —preguntó Jorge, preocupado.

—Yo creo que sí —dijo Peter, después de meditar unos momentos—. Desde luego, poca cosa podemos decirle, pero lo vamos a hacer, y sin pérdida de tiempo. Después, tal vez la policía nos permita ayudarla. Entre tanto, podemos husmear y ver de descubrir algo por nuestra cuenta.

—Vamos ahora mismo a la comisaría —dijo Jorge—. Será emocionante. Qué sorpresa se llevará el inspector cuando nos vea entrar a los siete.

Salieron del cobertizo, se dirigieron a la ciudad y subieron la escalera del cuartelillo, ante el asombro del policía que estaba de guardia en la puerta.

—¿Podemos hablar con el inspector? —preguntó Peter—. Tenemos algo que decirle sobre el robo de «Milton Manor».

El inspector había oído los pasos de los siete chicos y se había asomado a la puerta de su despacho.

—¡Hola, muchachos! —exclamó con una sonrisa—. ¡Aquí tenemos al Club de los Siete Secretos! ¿Cuál es ahora el santo y seña?

Naturalmente, nadie lo reveló.

—Hemos venido a decirle que ayer vimos al ladrón saltar el muro de «Milton Manor» —dijo Peter con cierto énfasis—. Primero se ocultó en la maleza y luego en la copa de un árbol, donde ya estaba escondido Colin.

El inspector anotó los detalles que le fueron dando todos los miembros del club y quedó satisfecho de los informes.

—Lo que no comprendo —dijo— es cómo pudo ese hombre subir a un muro tan alto sin utilizar ninguna clase de escalera. Debe de trepar como un gato. Bueno, muchachos; lo único que os puedo aconsejar es que mantengáis tos ojos bien abiertos por si volvéis a toparos con ese hombre.

—Lo malo es —dijo Peter— que Colin sólo vio la parte de arriba de su cabeza, y yo conservo un recuerdo muy vago de su cara, pues su aspecto no podía ser más vulgar. Sin embargo, señor inspector, le aseguramos que haremos las cosas lo mejor que podamos.

Bajaron corriendo la escalera y salieron a la calle.

—Ahora —dispuso Peter— vamos al lugar donde Colin vio al ladrón saltar desde lo alto del muro. Tal vez encontremos algo interesante.