Segunda Parte

Iglesia y Estado

Durante siglos, el reino de Honce el Oso ha estado dividido entre los poderes seglares del Estado y los poderes espirituales de la Iglesia, y he llegado a convencerme de que ese equilibrio es esencial para asegurar la existencia de cualquier país a largo plazo. Ese no es el caso en Corona, tal como aprendí en mis años con los Touel’alfar. ¡Qué sensatos son los elfos en muchas cuestiones! En Alpinador, la religión es una práctica del día a día, un aspecto importante de todos los actos de todos los hombres. Eso, creo, se debe a lo crítico del entorno alpinadorano, en el que la posibilidad de morir está siempre presente. Si un bárbaro mata un ciervo, se pone a rezar junto al cadáver, y da gracias porque él y su familia no van a morirse de hambre. Se encuentra lejos de su hogar y reza al dios de las tormentas y, si el tiempo se vuelve más amenazador, implora al dios del hogar para que lo ayude a encontrar enseguida el camino. Pocos asuntos de la vida cotidiana de un hombre no tienen que ver con lo espiritual; pero para los bárbaros, la religión es algo privado, pues no hay ninguna Iglesia organizada en Alpinador, salvo pequeñas misiones fundadas por los abellicanos. Eso también ocurre con el Estado, pues las aldeas de Alpinador son, de hecho, estados independientes, demasiado aisladas por un territorio y un clima como para que les lleguen edictos de un gobierno central. Mi tierra, los pueblos de las Tierras Boscosas, se le parece mucho, excepto por el reconocimiento de la figura del rey de Honce el Oso.

Pero apenas tenemos noticias del rey o de alguno de sus emisarios.

En el sureño reino de Behren, la Iglesia y el Estado son casi lo mismo. El rey Chezru de Behren es también el sacerdote yatol de más alto rango, una peligrosa situación que adolece de falta de equilibrio de poderes, algo imprescindible para impedir las tiranías. El jefe Chezru es todopoderoso y puede, y a menudo lo hace, matar por capricho, sin miedo a posibles consecuencias. ¿Podría pretender lo mismo el rey Ursal de Honce el Oso? Creo que no, aunque sólo sea por razones egoístas, pues en Honce el Oso los actos del rey están controlados por los abades de la Iglesia, que podrían divulgar cualquier delito del Estado y debilitar al rey considerablemente a los ojos de sus súbditos.

Pero ¿qué ocurre con los delitos de la Iglesia, tío Mather? Lógicamente el rey debería actuar como contrapeso, pero todavía no he oído ninguna protesta del rey Danube por el trato infligido por la Iglesia a los Chilichunk. Tal vez sea una cuestión de pragmatismo: el rey Danube y sus nobles sopesan el valor de las vidas de los Chilichunk comparándolo con los problemas que les acarrearía desenmascarar a la Iglesia. A propósito, ¿atacaría con fuerza el rey Danube a la Iglesia, si conociera la causa real de la muerte del barón Bildeborough?

¿O tal vez el equilibrio de poder se ha desplazado?

Eso es lo que temo, tío Mather, y no creo que se trate simplemente de una reacción exagerada, provocada por una pérdida personal. Estoy convencido de que la Iglesia abellicana ha dominado siempre la situación en esta rivalidad. Las costumbres cotidianas de los súbditos de Honce el Oso, sin duda, se ven más influidas por el Estado que por la Iglesia. Impuestos, cuestiones militares, construcción de carreteras y peajes son competencia del rey Danube.

Pero en último término, la Iglesia abellicana detenta el poder. En último término, en el lecho de muerte, es la fe y no la riqueza material lo que cuenta. En último término, no son los edictos del rey Danube ni de ningún otro líder seglar, sino las palabras —de consuelo o de amenaza— del abad local o de un fraile lo que verdaderamente importa. El rey Danube tiene las llaves de la caja, pero el padre abad Markwart tiene las del alma, y eso, con mucho, es el mayor tesoro y el mayor poder. El rey tiene poder sobre la vida de la gente y sobre su sustento, pero la Iglesia anuncia algo peor que la muerte. La Iglesia amenaza con la condenación eterna, y no hay pena en esta vida que pueda compararse con eso.

La Iglesia detenta el verdadero poder, tío Mather, y si, tal como he visto en estos últimos meses, la Iglesia convierte ese poder en algo maligno, entonces nos esperan días más tenebrosos aún, aunque todos los powris, los trasgos y los gigantes hayan sido eliminados, e incluso aunque el demonio Dáctilo haya sido destruido.

¿Destruido?

O tal vez no, tío Mather. Quizás el espíritu del demonio Dáctilo esté vivo y en perfectas condiciones, y se halle dentro de un huésped aún más peligroso.

Elbryan Wyndon