SOBRE LA MALDICIÓN DE CHAKA

Hay guerras de popularidad entre los autores y sus obras. Y no tengo aún una idea muy clara de quién suele vencer en estos encuentros. Conan Doyle perdió contra Sherlock Holmes; Lope de Vega venció en popularidad a cualquiera de sus obras, y hay casos de flagrantes empates, como el alcanzado entre Cervantes y El Quijote

A Sir Henry Rider Haggard, al menos en España, le ha vencido la popularidad de su obra más conocida: Las minas del rey Salomón. Y nada habría de preocupante en ello salvo el hecho de que, siendo ésta una de sus mejores novelas, parece destinada a monopolizar, en virtud de su merecida popularidad, el cupo de obras editables de este notable autor Victoriano de novelas de aventuras.

La maldición de Chaka (Nada the Lily - The Doom of Chaka) es para muchos lectores habituales de Haggard lo mejor que firmó nunca. Aunque según mi gusto personal ese lugar de predilección lo ocupa otra novela, Mameena, desde luego Nada the Lily es sin duda de lo mejor de Haggard, y una novela mítica en dos vertientes muy distintas.

Por una parte, Nada the Lily recoge tradiciones y leyendas del pueblo zulú, material que, reelaborado por Haggard, permitió a éste concebir una narración que rebosa aventura, historia mítica, epicidad y elementos sobrenaturales. Por otra parte, el protagonista de esta epopeya zulú, Umslopogaas, es una de las mejores creaciones de su autor, responsable de dotar a la literatura popular de algunos de sus mejores arquetipos míticos. Si en Las minas del rey Salomón nos fue presentado Allan Quatermain —el «gran cazador blanco» por antonomasia— y en Ella Haggard nos hizo asistir a la primera aparición en sociedad de Ayesha —la irresistible «diosa blanca de Mundo Perdido»— Allan Quatermain, publicada en ese mismo año de mil ochocientos ochenta y siete, nos regaló otro carismático aunque más desconocido mito literario: Umslopogaas.

«Era muy alto, de espaldas anchas, de unos seis pies y tres pulgadas de estatura, pero delgado y de miembros muy flacos. A primera vista me di cuenta de que no se trataba de un “Wakwafi”, sino de un zulú puro. Cuando salió, alzó la mano para tapar un bostezo; entonces comprobé que se trataba de un “Keshla” u hombre con anillo. También ostentaba un tatuaje triangular en la frente. Cuando bajó la mano, dejó al descubierto una cara de rasgos bien delineados, boca sonriente, barba corta y un par de ojos tan penetrantes como los de un halcón.» (Allan Quatermain)

Este hombre, que conspiró contra el rey Cetewayo y, traicionado por su mujer, tuvo que huir de Zululandia; que afirma: «pienso que me vuelvo viejo y que no he luchado lo suficiente» y explica: «¿Sabes a cuántos he matado en combate leal, Macumazahn? Aquí está la cuenta —al decir estas palabras señaló una larga serie de marcas grabadas en el mango de su hacha—. ¡Cuéntalas, Macumazanh! Son ciento tres, y no he anotado más que los que he abierto[1] y que no habían sido previamente heridos por otro hombre», es príncipe zulú de sangre real y el único descendiente del legendario Chaka.

Chaka, el fundador del imperio zulú, un mito y un dios para su pueblo, y uno de los mayores genios militares de la historia de la humanidad, se empeñó en no dejar descendencia. Todo hijo engendrado por él le era arrebatado a su madre y muerto en el acto. Sólo un pequeño consiguió sobrevivir y ése fue Umslopogaas. Esta especie de dios Thor negro, que cuando se deja llevar por el frenesí de la batalla, con su hacha mágica «Inkosikaas», se convierte en algo similar a un «berserkr» vikingo, acompañará en muchas de sus correrías a Allan Quatermain. En La maldición de Chaka, se nos cuenta, ¡por fin!, ese pasado inconcreto y brumoso, supuesto a medias por alusiones vagas de otros personajes, que aureolaba a Umslopogaas.

Pero… ¿quiénes eran los zulúes? Imaginad treinta o cuarenta mil guerreros negros, con enormes escudos de cuero de colores distintos, con diferentes tipos de tocados y penachos, que evolucionan con la misma precisión que un ejército asirio o romano, y organizados en grandes unidades militares o «impis». Cada uno de estos «impis» o cuerpos de ejército, con su propia historia, tradiciones, acantonamientos, enseñas, escudos y tocados distintivos. Y un sistema social creado por y para la guerra. Inundad ahora todo este cuadro de magia y sangre. Eso fueron los zulúes.

La Maldición de Chaka es, posiblemente, la mejor de las novelas que, con un contenido netamente fantástico, se han escrito sobre este pueblo, y una de las mejores y menos conocidas de su célebre autor.

Alfredo Lara López