Tenía las manos llenas de cucarachas que correteaban alegremente entre mis dedos.
Solté las revistas y agité las manos, para sacarme de encima esos bichos repugnantes.
—¡Ayúdame! —grité—. ¡Quítamelas!
Sentía sus diminutas patitas subiéndome por los brazos.
Conseguí sacudirme algunas, pero había muchas más.
Clark cogió una revista del suelo, y me golpeó con ella para apartarlas. Pero al agitar la revista en el aire, salieron más cucarachas despedidas hacia mí. Se habían ocultado entre las páginas, y ahora las tenía en la camiseta, en el cuello, en la cara.
—¡Oh, no! —chillé—. ¡Ayúdame! ¡Ayúdame!
Una cucaracha se me subió a la barbilla.
La aparté de un manotazo, le di una torta a otra que tenía en la mejilla.
Histérica, le cogí a Clark el tebeo, que se había vuelto a guardar en el bolsillo de atrás, y me lié a golpes con los esquivos bichejos. Les di golpes y más golpes, sacudida tras sacudida.
—¡Gretchen! ¡Basta! —por fin oí los gritos de Clark—. ¡Ya vale! ¡Ya te las has quitado todas! ¡Para ya!
Con la respiración entrecortada, me miré el cuerpo.
Tenía razón, ya no quedaba ninguna.
Pero todavía me picaba todo; me pregunté hasta cuando sentiría aquellos horribles picores.
Salí al pasillo y me senté en el suelo. No podía hablar, todavía tenía el corazón en la boca.
—¡Qué asco! —exclamé al fin——. ¡Es repugnante!
—No hace falta que lo jures —respondió Clark, molesto—. ¿Por qué tenías que usar mi tebeo? —preguntó. Lo tenía cogido por una esquina, y no se atrevía a ponérselo en el bolsillo.
Yo aún tenía la sensación de que un millón de patas de cucaracha recorrían mi cuerpo de arriba abajo. Con un escalofrío, me sacudí una vez más.
Por fin, me levanté y cubrí del siguiente tramo de pasillo con la mirada.
—Muy bien —dije—. Veamos qué hay en la siguiente habitación.
—¿Lo dices en serio? —me preguntó Clark—. ¿De verdad quieres seguir?
—¿Por qué no? —le contesté—. A mí no me dan miedo los insectos. ¿A ti sí?
Yo sabía muy bien que Clark detestaba los insectos, pequeños o grandes. Pero también sabía que no lo admitiría. Así que se puso delante de mí y se dirigió a la siguiente habitación.
Empujamos la pesada puerta y miramos al otro lado.