Escuché atentamente, sin atreverme a mover.

Oí otro aullido, largo y melancólico. Venía de fuera, no de la habitación de Clark.

«Contrólate —me dije enfadada—. Es Clark el que tiene una imaginación desbordante, no tú.»

Pero seguía oyendo aquellos escalofriantes gritos del pantano.

¿Sería un animal? ¿Un monstruo de las marismas?

Hundí la cara en la almohada.

Tarde horas en dormirme.

Cuando me desperté, no sabía si ya había amanecido, o si todavía era noche cerrada. Sin una mala ventana, era imposible saberlo.

Consulté el reloj. Las ocho y media de la mañana.

Revolví mi maleta en busca de la camiseta nueva de color rosa. Necesitaba algo que me animara, y el rosa es mi color favorito. Me puse los tejanos y las zapatillas deportivas, todavía cubiertas de barro.

Me vestí tan rápido como pude. El cuarto parecía una celda, y yo, una prisionera impaciente por escapar.

Abrí la puerta, y le eché un rápido vistazo al pasillo. Estaba vacío.

En la pared de enfrente, a la altura de mi cuarto, había una pequeña ventana que no había visto la noche anterior.

Un alegre rayo de sol se abría paso a través del cristal polvoriento. Miré fuera, y vi el pantano.

Una densa niebla cubría los árboles de copas rojas, y había teñido la marisma de un tenue tono rosado.

Por efecto de la niebla, el pantano parecía aún más misterioso e irreal.

Algo de color violeta aleteaba en la copa de un árbol cercano. Se trataba de un pájaro, y tenía el pico naranja. Era la primera vez que lo veía.

Entonces los volví a oír.

Terribles aullidos, chillidos agudos de animales que vivían en las profundidades del pantano.

Allí había todo tipo de animales que nunca había visto con anterioridad.

Criaturas del pantano.

Monstruos del pantano.

Tuve un escalofrío. Me aparté de la ventana, y me dirigí al cuarto de Clark.

Llamé a la puerta.

—¡Clark!

No se oía nada.

—¿Clark?

Todo estaba en silencio.

Abrí la puerta de golpe, y di un grito.

Las sábanas de Clark estaban revueltas, como si hubiera habido una pelea.

Pero no había ni rastro de Clark, nada excepto la parte de arriba de su pijama, hecha un ovillo sobre la cama.