Nicanor miraba las cosas como quien las quiere aprehender para siempre. Las cosas lindas y las cosas feas.
Miraba con la misma intensidad una mariposa que un poco de caca reseca de perro. Nicanor sabía mirar, porque las cosas no son ni lindas ni feas por sí mismas, sino por lo que significan para nosotros. Lindo o feo, eso a Nicanor lo tenía sin cuidado…
Es por eso que Nicanor se enamoró de Clotilde recién la tercera o cuarta vez que posó su vista sobre ella. Se acercó y le dijo al oído: «Volvamos tu alma a donde siempre debió haber estado». Clotilde volvió a ser aquella que nadie podía mirar, pero caminando de la mano de Nicanor, eso la tenía completamente sin cuidado.