CREANDO VIDAS

¿Alguien puede ver el desierto desde donde estamos? ¿No? Qué raro… hubiese jurado que el desierto estaba mucho más cerca de lo que ahora parece. ¿La sed tal vez? ¿La sensación de soledad absoluta? Quién sabe… No debe ser fácil ir y venir todas las noches, tanta distancia, a pie. Pero a él no le importa. Lo hace porque le gusta. Pero la arena se le mete en los ojos y se le reseca en la piel, sobre todo en las comisuras de la boca. ¿Se muere primero de sed o de hambre? De sed, seguramente. ¿Pero no se morirá primero de tristeza? ¿O de soledad? ¿O de aburrimiento? Tal vez el orden tendría que haber sido justo al revés. Él sigue caminando, parece escucharme pensar. Es extraño, él allá, tan cerca del desierto y yo acá… tan cerca de él.

Sentado acá parece que el desierto está muy pero muy lejos, pero a él, que camina sobre las dunas solo porque yo se lo digo, el desierto le está comiendo la cabeza… Debería llegar pronto a un oasis, es un personaje demasiado querido por mí como para dejarlo morir de esa forma tan horrible. ¿Tal vez sea todo un espejismo? Demasiado cliché… Mientras, él sigue caminando sin quejas. De pronto, a lo lejos, cree ver una mancha negra… él no sabe muy bien qué es, pero yo le tengo preparada una sorpresa: es una hermosa mujer con velo y una cantimplora con agua fresca. Y bueno, soy un mal escritor, pero hoy voy a dormir sin cargo de conciencia.