—¡Bahhhh! —grita mientras extiende su manito regordeta en forma de pequeña garra.
—¡Ahhhh!, ¡el mostro! —gritamos, y nos escondemos detrás de las cortinas.
Renzo suelta una carcajada que amenaza con suspender el juego, pero se contiene. Justo a tiempo para un nuevo ataque del monstruo del pantano.
—¡Bahhhh!