Del diario de Giogioni Wyvernspur:
Día vigésimo quinto del mes de Ches,
en el Año de las Sombras
Segundo apéndice, por Olive Ruskettle
Han transcurrido tres días desde que tuvieron lugar los acontecimientos que he descrito en el apéndice previo a este volumen, y Giogioni aún no ha regresado a Immersea. Empiezo a preguntarme si, al escrutar en el mágico espejo del manantial, Lleddew no habrá visto sólo lo que quería ver: Giogi alejándose victorioso de la batalla con Flattery, en un vuelo rasante, cuando la verdad es muy otra.
Tal vez confundió al dragón con el wyvern. Quise hacer esta sugerencia a Dorath y a Cat, pero las dos mujeres rechazaron con vehemencia la posibilidad de haber perdido a Giogi para siempre. Suben hasta la Casa de la Señora a diario para consultar con Lleddew, quien les dice que Giogioni regresará cuando esté preparado para ello.
Dorath se siente muy unida a Cat como consecuencia de la ansiedad que ambas comparten, y Drone está muy contento de tener a la maga como su ayudante ahora que Amberlee ocupa todo el tiempo de Gaylyn. Cat, aunque se siente muy desgraciada con la ausencia de Giogi, parece satisfecha de poder ofrecer ayuda y consuelo a sus parientes.
Ayer sorprendí a Thomas sollozando ante la cucharilla de plata de Jade. Resulta que ella se encontró con él hace dos semanas, y, aparte de aligerarlo del peso de su bolsa, también le robó el corazón. Tras un tempestuoso idilio, se la presentó a su confidente, Drone, con los resultados descritos con anterioridad.
La llave del mausoleo estaba en la bolsa de Jade y se la devolví a Drone, pero le rogué que me permitiera guardar los regalos que le hizo como un recuerdo de mi compañera. La cucharilla de plata se la di a Thomas.
Gaylyn me ha pedido que cante en el bautizo de Amberlee que se celebrará la semana próxima. Es una mujer a quien resulta difícil decir que no. Drone me ha invitado a quedarme en casa de Giogi a fin de que mantenga encendida una luz cerca de la ventana para cuando regrese.
No obstante, después del bautizo de Amberlee, creo que me marcharé de Immersea. La ciudad me parece muy solitaria sin Jade.
La puerta principal se abrió y se cerró a continuación con un golpe fuerte. Olive dejó la pluma en el escritorio. Thomas acostumbraba salir de la casa y entrar en ella por la cocina, y jamás daba portazos. Cat y Dorath tenían que estar aún a esta hora del día en la colina del Manantial. Se abrió la puerta de la sala.
—¡Hola! ¿Hay alguien en casa?
—¡Giogi! —gritó Olive mientras corría hacia el joven que estaba en el umbral. Por un momento, olvidó que era un humano que sobrepasaba el metro ochenta de estatura, pero se contuvo a tiempo, antes de sufrir el bochorno de verse abrazada a sus piernas. Le tendió la mano.
—Te felicito por tu victoria —dijo, mientras le estrechaba la mano y sonreía de oreja a oreja.
—Oh, gracias. ¿Dónde está todo el mundo?
—Thomas está de compras. Cat ha salido con tu tía Dorath, pero regresarán pronto. —Olive echó una ojeada a las ropas del noble, desgarradas y manchadas de barro, y los cortes que le surcaban el cuello, y su rostro demacrado, lleno de contusiones y con barba de tres días. Tenía toda la pinta de un avezado aventurero—. Dispones del tiempo justo para arreglarte antes de que lleguen.
—Estupendo. Debo de ofrecer un aspecto muy poco agradable. No quiero ser motivo de preocupación para nadie.
Olive estalló en carcajadas.
—Demasiado tarde para eso. ¿Por qué has tardado tanto en volver?
La expresión de Giogi se tornó tan penosa como su aspecto. Se estremeció de pies a cabeza, como asaltado por un gran temor.
—Necesito un trago. ¿Te apetece tomar algo conmigo, Olive?
—Desde luego. Acomódate. Yo serviré las copas.
La halfling cruzó al otro lado de la sala y destapó la botella de brandy. «Thomas cumple bien con su trabajo —pensó—. Siempre la tiene llena». Sirvió una generosa medida en dos copas y las llevó hasta la chimenea, donde Giogi estaba repantigado en un sillón, sin preocuparse de la porquería que soltaba en el tapizado. El noble dio un buen trago a la bebida. Olive tomó asiento en un escabel, a sus pies.
—¿Quieres hablar de ello? —le preguntó.
—¿No te importa escucharme? —inquirió a su vez Giogi—. No es la clase de historia que puede contarse a cualquiera, pero tú eres…, en fin, una mujer de experiencia, que está al cabo de la calle. Creo que, si se lo dijera a mi familia, los inquietaría. Y no estoy seguro de que Cat llegara a comprender cómo me siento.
—Siempre estoy dispuesta a escuchar a un amigo —lo animó Olive, recibiendo a cambio una sonrisa agradecida del noble.
—A decir verdad, son dos cosas. La primera no es tan mala, pero la he utilizado como pretexto para no pensar en la otra. La forma de un wyvern consume un montón de energía y necesita mucho… combustible, llamémoslo así. Cuando me transformé la primera vez, se me despertó el apetito. Tras el combate con Flattery… estaba muerto de hambre. Pero me encontraba a muchos kilómetros de la carretera, y las bayas y las nueces no iban a solucionar el problema. Además, hacía mucho frío. Por lo tanto, continué bajo la forma de wyvern durante la noche. Y comí como un wyvern. —Giogi se estremeció.
—Sí, los alimentos crudos pueden alterar la estabilidad de una persona —comentó Olive, a quien no se le había olvidado la avena endulzada. Giogi rompió a reír.
—Eres muy ocurrente a la hora de elegir las palabras —dijo el noble—. Supongo que por eso eres una bardo.
—Entre otras cosas. Prosigue con tu historia —lo animó.
—Bien, pues me comí aquel jabalí, un bocado asqueroso, todo huesos y pelos. Después me quedé dormido. Como te he dicho, hacía demasiado frío para que una persona durmiera a cielo raso, así que no me transfiguré.
»Al día siguiente, me extravié. Pensé que estaba al norte de la calzada de Dhedluk, cuando en realidad me encontraba al sur. Por consiguiente, volé de un lado para otro bastante tiempo antes de encontrar la carretera. Para entonces, ya tenía hambre otra vez. Sudacar me contó que mi padre tenía permiso para cazar sin escolta en los cotos reales, ¿sabes? Ahora comprendo que no iba allí pertrechado con arco y flechas. Me comí una vaca. Antes intenté cazar un ciervo, pero se resguardó en una zona del bosque tan densa que resultaba impenetrable para un wyvern. Por ello no tuve más remedio que comerme la vaca. Tendré que regresar allí e indemnizar a quienquiera que fuera su dueño.
»Sea como sea, el guardián me aseguró que no podría convertirme por completo en wyvern y olvidar mi naturaleza humana. Sin embargo, lo intenté. Creo que no quería volver a ser humano. Yo… Verás, Olive, ¿has matado alguna vez a alguien?
—Oh, es eso… —dijo la halfling, moviendo la cabeza con un gesto comprensivo—. Bueno, pues sí. No a tantos como tal vez imaginas, pero más de los que recuerdo con certeza. Los dos primeros fueron cuestión de vida o muerte, pero estaba demasiado asustada para darme cuenta de lo que hacía.
—¡Eso es! —exclamó Giogi—. Estaba asustado… Cuando quise darme cuenta de lo ocurrido, todo había acabado. Pero ello no cambia las cosas. Maté a un hombre. Un hombre que, de algún modo, era pariente mío. Sabía que quería matarme, como había matado a mi padre y a todos aquellos elfos y, aunque fracasó, al tío Drone, y saben los dioses a cuántos otros más. Jamás me creí capaz de acabar con la vida de nadie, y supongo que traté de justificarme achacándolo a que en ese momento era un wyvern. Tuve que romperle el cuello a mordiscos para matarlo. Es fácil matar cuando se es un animal salvaje. Si no lo haces, pasas hambre. Me refugié en la forma de wyvern un tiempo para evitar plantearme si habría matado a Flattery siendo un humano.
—¿Qué te hizo volver, pues? —preguntó Olive.
—Bueno, el guardián tenía razón. No soy un wyvern. No dejaba de pensar cosas que me devolvían a mi forma humana. Por fin, me enfrenté a mí mismo y me planteé si habría sido capaz de acabar con Flattery sin recurrir a la transfiguración. Llegué a la conclusión de que no había tenido otro remedio. No me gustaba hacerlo, pero tomé una decisión: proteger a mi familia era más importante para mí.
Giogi dio otro sorbo al brandy.
—Olive, ¿quién era Flattery? —preguntó—. ¿A qué se refería cuando dijo que Mentor Wyvernspur lo había creado? ¿De verdad era Mentor una mala persona?
Olive suspiró. Hacía rato que veía venir esta pregunta.
—Innominado, o mejor dicho, Mentor Wyvernspur, es un antepasado tuyo. Un nieto de Paton, si no me equivoco. Repasé las historias del clan mientras estabas… ausente. Hay un nombre tachado en el árbol genealógico, en la línea de los nietos de Paton, por lo que creo que se trata de él. Valiéndose de la magia creó a Flattery como una copia de sí mismo. Aún me pregunto si fue él quien le puso el nombre, o fue el propio Flattery quien lo eligió, o lo hizo cualquier otra persona[6]. Mentor pecaba de arrogante. Deseaba que sus canciones y su nombre perduraran para siempre, indemnes al paso del tiempo, invariables al fluir de las generaciones. Una idea interesante, pero difícilmente practicable.
»Sea como sea, la cuestión es que al crear a Flattery, Innominado (Mentor) fue responsable de la muerte de dos personas. Ignoro si los arperos llegaron a saber que Flattery vivía; incluso dudo que lo supiera Mentor. Lo cierto es que la cofradía lo sentenció al exilio prohibió sus canciones, e hizo que hasta él mismo olvidara su nombre. No envejeció en el exilio pero, cuando fue liberado, las experiencias vividas lo habían hecho cambiar. Estoy segura de que le horrorizaría descubrir en lo que se había convertido Flattery.
—Pero ahora los arperos lo han perdonado y lo han puesto en libertad, ¿no es así? —preguntó, esperanzado, Giogi.
—Fue liberado, sí. La cofradía ha abierto un debate para decidir su suerte. En mi opinión, ha expiado con creces su falta. Y no lo digo sólo porque adore la música de ese hombre.
—¿Por qué el empeño de Flattery en matarlo?
—Flattery era un experimento de resultados desastrosos. Se parecía demasiado a Mentor. Existe la creencia de que si un mago crea una copia exacta de una persona, una u otra pierde la razón y ambos intentan destruirse mutuamente. Puede que Flattery pensara que era él quien tenía derecho a vivir, puesto que no era al que los arperos habían juzgado. O tal vez tenía miedo de que su «padre» lo encontrara y lo castigara por no llevar a cabo la misión para la que había sido creado.
—¿Por qué no quería Flattery interpretar esas canciones?
—Lo ignoro. Mi teoría es que pesaba sobre él una maldición desde el momento en que alguien murió por crearlo, pero tal vez a Mentor se le olvidó imbuir en su ser lo que hay en ti —sugirió la halfling.
—¿Lo que hay en mí?
—Sí. Lo que sea que no te deja olvidar que eres un ser humano. Un excelente ser humano, en la medida en que los hombres podéis llegar a serlo —dijo sonriente Olive.
—¿Es ése el motivo por el que Flattery tenía miedo de entrar en la cripta para robar el espolón?
—Probablemente. No sabía con certeza si era un ser humano. Por eso se enfureció tanto cuando dijiste que no lo era. Si sus temores tenían fundamento, entonces no era un verdadero Wyvernspur. En consecuencia, se casó con Cat y la envió a ella a las catacumbas. Si no era un Wyvernspur, ella moriría; entonces tendría que discurrir otro modo de apoderarse de la reliquia.
—Pero, creía haberte oído decir que tanto Cat como Jade eran Wyvernspur.
Cada vez era más difícil responder a las preguntas de Giogi sin revelar el secreto de que Alias, Jade y también Cat eran creación de Mentor. Olive confesó parte de la verdad, hasta donde creyó conveniente.
—Por lo tanto —concluyó—, desde mi punto de vista eran Wyvernspur; pero Flattery, no. A Jade le gustaba la idea de que alguien la adoptara. Le gustaba ser como una hija para mí, como si fuéramos familiares. Por ello estoy segura de que también le hubiera gustado pertenecer a la tuya.
—¿Por qué pondría tío Drone tanto empeño en que el espolón me perteneciera a mí? —se preguntó Giogi.
—Oh, supongo que por la misma razón por la que quiso que le perteneciera a tu padre. Es una tradición familiar, y el rey espera tener un wyvern a su servicio. Si todos los Wyvernspur hubieran dado la espalda a su destino como lo hizo Dorath, al cabo de unas cuantas generaciones os habríais convertido en comerciantes, granjeros o cosas por el estilo.
—Ojalá tío Drone hubiese entrado en persona a la cripta para coger el espolón, o me lo hubiese contado todo. Se habrían evitado un montón de problemas —comentó el joven.
—Parece ser que, después de discutir con tu tío la conveniencia de entregarte la reliquia, Dorath lo amenazó con despellejarlo vivo si se le ocurría siquiera tocarlo. Por lo tanto, le prometió que no lo tocaría. Se limitó a llevar a cabo su propósito sin incurrir en una mentira. ¿Sabes una cosa? La vida de los Wyvernspur no sería tan complicada si los varones de la familia aprendieseis a decir lo que pensáis a tu tía Dorath.
Giogi se rió de buena gana.
—No es tan sencillo como parece —manifestó—. Todo lo más que cualquiera de nosotros ha llegado a hacer, es a pensar por cuenta propia.
—Vaya, vaya. —Olive resopló—. En fin, más vale que vayas a asearte un poco. Si Madre Lleddew interpreta bien los signos, Cat y Dorath llegarán en cualquier momento.
Giogi apuró el licor y se puso de pie.
—No tardaré. Si Thomas regresa mientras estoy arriba, hazme el favor de decirle que prepare una cena abundante. Nada de cosas crudas.
Olive esbozó una sonrisa maliciosa y asintió en silencio.
Cuando Giogi abandonó la sala, la halfling empuñó su daga y, con toda clase de cuidados, cortó las páginas del diario de Giogi en las que había escrito.
—Él mismo se encargará de relatar los hechos a la posteridad —comentó en voz baja.
Dobló los papeles y se los guardó en un bolsillo. Luego tomó otro sorbo de brandy.
Un cuarto de hora más tarde, un Giogi limpio, afeitado y con ropas nuevas regresó a la sala. Llevaba un pañuelo envuelto al cuello a fin de ocultar las cicatrices, y no movía bien uno de los brazos, sin duda a causa de alguna herida sin acabar de cicatrizar, pero tenía un aspecto mucho mejor.
El noble y la halfling se tomaban un segundo brandy cuando oyeron abrirse y cerrarse la puerta principal. Olive se asomó al umbral de la sala. Cat estaba sola en el vestíbulo.
—¿Y Dorath? —preguntó la halfling.
—Fuera, en el carruaje —contestó Cat—. Se siente muy cansada. Le dije que entraría un momento para ver si había noticias. ¿Alguna novedad?
—Aguarda un momento. Lo comprobaré. —Olive se volvió hacia el interior de la sala—. ¿Hay alguna novedad, Giogi?
—Pues sí, hay algunas. Me han contado que el obispo de Chauntea y el clérigo superior de Oghma siguen sin dirigirse la palabra. La princesa Alusiar Nacacia se fugó y todavía no ha aparecido. Y la comidilla local es que ese estúpido de Giogioni Wyvernspur ha regresado a casa.
—¡Giogi! —gritó Cat, apartando a Olive de un empujón y echándose en brazos del noble—. ¿Te encuentras bien? ¿Dónde has estado? Madre Lleddew nos dijo que venciste a Flattery, pero al ver que no regresabas nos tenías a todos muertos de preocupación.
—Conservé la forma de wyvern durante un tiempo.
—¿Y fue divertido? ¿Me llevarás a volar otra vez? Podríamos emprender una aventura el próximo verano y volar por todas partes… si tu tío deja que me ausente un tiempo. Quizá lo convenza para que me enseñe a convertirme en alguna criatura que pueda volar. Oh, cuánto te he echado de menos.
—Y yo a ti. —Giogi inclinó su rostro sobre el de Cat y la besó.
Olive se escabulló de la sala y salió al porche, desde donde hizo señas a Dorath para que se acercara.
El cochero bajó de un salto del pescante, abrió la puerta del carruaje, y ayudó a la anciana a bajar. Olive corrió a su encuentro.
—Ha vuelto y está bien. Tardó algo más porque no encontraba la carretera.
—Característico en Giogi. Ese chico no tiene el menor sentido de la orientación. ¿Está Cat con él?
—Sí.
Dorath miró hacia la casa como si fuera capaz de ver a través de las paredes.
—En ese caso —dijo luego—, regresaré ahora mismo a Piedra Roja y comunicaré a todos la buena noticia.
—¿No vais a entrar a saludarlo? —preguntó Olive.
—No. —Dorath sacudió la cabeza—. Creo que será mejor dejarlos a solas un rato. ¿Sabes, Ruskettle? Tengo la impresión de que Cat es justo la chica que Giogi necesita para que se le quiten de la cabeza esas insensateces del wyvern y todo lo demás.
Olive tuvo que realizar un gran esfuerzo para mantener una expresión impasible. Los varones de la familia Wyvernspur tenían que aprender a decir a Dorath lo que pensaban, pero, por fortuna, no era ése el caso de Olive.
—Si en algo vale mi opinión, señora, creo que tenéis razón —dijo la halfling—. Es exactamente la chica que le hacía falta.