Las edípicas mansiones femeninas

Las mansiones descritas en el texto traducen el valor de las moradas con personalidad. Entre los elementos esenciales de las mismas destacan las escaleras, los pasillos, las puertas y las ventanas que comunican con el más allá. La Casa Encantada, con vida propia, está estrechamente comunicada con los dueños, con su dolor y su alegría. El jardín y la estufa acristalada, como el tocador, son los paraísos suspendidos que, como el baño, construyen los enigmas de las mansiones.

Las mansiones oscuras respiran el latir de las moradas neogóticas descritas en libros de marcado romanticismo. Las pinturas de paisajes y las casas desarticuladas del expresionismo alemán se canalizan en las escenografías anímicas de los castillos del cine alemán de vanguardia. Moradas alegóricas que, iluminadas por la sugerencia de las sombras y de las aguas profundas, están suspendidas en un lugar remoto. Se van presentando en el libro la mansión de Rebecca, el palacio de Xanadú de Welles, los castillos de Drácula y las moradas de las “Cumbres Borrascosas”.

Las suntuosas casas arcádicas, por otro lado, recogen el espíritu británico expresado en el cine de Ivory basado en la obra de Forster. El interiorismo poético de Morris y los textos de Ruskin protagonizan parte de estos armónicos escenarios, repletos de sugerentes galerías de cuadros y de invernaderos inundados por mariposas coloreadas. En “Retrato de una dama”, Henry James explora con profundidad el valor de las grandes mansiones inglesas e italianas, auténticos museos que son, al tiempo, prisiones de indefensas mujeres sensibles que, finalmente, saldrán victoriosas de las jaulas petrificadas.