Introducción

Caspar David Friedrich decía que descubrir el espíritu de la naturaleza era la gran tarea de la obra de arte y que para ello el artista debía prestar atención a la voz de su interior. Es siempre del interior de donde crecen los paisajes que más nos comunican.

Somos felices viajeros a través de las profundidades y los lejos de los lienzos, de la pantalla y las páginas. La luz y los colores transforman nuestras almas de viajeros. Los colores buscan la comunicación y nosotros dialogamos con las luces de nuestras emociones.

Veo el cuadro de Edward Hopper “La montaña del faro” y veo a Anthony Perkins bajar corriendo de la casa de su madre.

Una y mil veces, Eduardo, volveremos a leer juntos el poema de Coleridge Kubla Khan (y a Ciudadano Kane y a Gimferrer) luego, tras “cinco tortuosas millas de laberíntico fluir…” contemplaremos el milagro: “La soleada mansión con las cavernas heladas”.

Julia Barella

Profesora titular,

Universidad de Alcalá de Henares