DECLARACIÓN PRESTADA POR EL INSPECTOR PAUL HODGSON ANTE EL JUZGADO DE LA CALLE BOW

19 de agosto de 1985

El mediodía del 5 de agosto de 1985, el inspector Trowell y yo nos encontrábamos cumpliendo una misión especial en los servicios de caballeros de la calle Jermyn, Londres W1, un conocido lugar de encuentro de homosexuales masculinos. No íbamos de uniforme. Yo llevaba unos téjanos desteñidos y un polo Fred Perry verde de manga corta. El inspector Trowell llevaba unos téjanos parecidos y una camisa amarilla. Nos habían dado instrucciones de vestir de forma atractiva e informal.

El acusado, Hugo Harvey, entró en los servicios a las 12.46 del mediodía. Llevaba una camisa de verano, pantalones holgados a cuadros y zapatos blancos con puntera. Los servicios estaban bastante llenos de gente que esperaba, aunque resultaría difícil decir qué esperaba, puesto que dos de los tres urinarios estaban desocupados.

El acusado se situó ante uno de los urinarios vacíos y orinó. Mientras lo hacía, no dejó de mirar constantemente a su alrededor observando a los hombres que esperaban, entre los que nos contábamos el inspector Trowell y yo. En ese momento no hizo ninguna insinuación directa. Después de orinar, el acusado permaneció ante el urinario durante seis minutos más. Parecía estar masturbándose con el propósito de atraer mi atención. Sin embargo, fue un caballero entrado en años que llevaba treinta y ocho minutos esperando en los servicios quien pasó a ocupar el urinario contiguo al del acusado.

El acusado se apartó inmediatamente del urinario, abrochándose la ropa, y se apoyó en la pared cerca de mí. Me miró muy fijamente durante un par de minutos, pero sin hacerme ninguna insinuación física ni verbal. En ese momento, el inspector Trowell salió de los servicios y se apostó a la entrada del aparcamiento vecino. Yo salí a reunirme con el inspector Trowell a fin de consultar con él cuál sería a su juicio el curso de acción más adecuado. Empezaba a sentirme incómodo ante la atención que me dedicaba el acusado.

Tras consultar con el inspector Trowell, volví a los servicios y ocupé el urinario central, que volvía a estar libre, puesto que el caballero entrado en años había regresado a su puesto anterior en una esquina. El inspector Trowell entró detrás de mí y se situó en la misma esquina, junto al caballero entrado en años. El acusado vino de inmediato a ocupar el urinario contiguo y empezó a masturbarse, esta vez con mayor energía. Yo no hice ningún gesto con las manos que pudiera estimular su atención, pero no pude evitar ver su erección, como era su propósito evidente.

Me abroché la ropa y abandoné el urinario y los servicios. Salí y esperé con el inspector Trowell ante la entrada de los servicios. El acusado también salió y, tras dirigirme una mirada penetrante, echó a andar por la calle Jermyn hacia la calle Lower Regent, para doblar luego a la derecha hacia Piccadilly.

Fui tras él, seguido a cierta distancia por el inspector Trowell. El acusado se volvió en repetidas ocasiones y vio que le seguía, cosa que parecía complacerle. Al llegar a la esquina de la calle Lower Regent con Piccadilly, bajó por las escaleras del complejo subterráneo de Piccadilly y dobló a la izquierda por el pasillo del metro. Suponiendo que se dirigía a los servicios de caballeros que hay en la estación, decidí abordarlo antes de que entrara en ellos y lo detuve ante la oficina de información turística. Le di un golpe ligero en el brazo y el acusado se volvió hacia mí con expresión cordial y amistosa.

Le enseñé la placa y, mientras el inspector Trowell se acercaba, le anuncié que estaba detenido y procedí a leerle sus derechos.

El acusado no dio muestras de alterarse y comentó que había creído que iba a preguntarle si tenía algún lugar adónde ir. A continuación, preguntó si el inspector Trowell y yo nos pasábamos todo el tiempo en los servicios públicos. Le respondí que teníamos el deber de proteger a la sociedad. El acusado sonrió con evidente sarcasmo y quiso saber quién se había quejado por lo que ocurría en los servicios de la calle Jermyn. Le respondí que algunas madres habían expresado preocupación por sus hijos. En ese momento, el acusado formuló la pregunta, al parecer retórica, de si ahora eran las madres las que gobernaban el país, y acto seguido añadió que habíamos elegido la ropa con mucho acierto. Observando al inspector Trowell, el acusado comentó (cito sus palabras): «Con esa camisa amarillo limón, le había tomado por un auténtico marica».

Informé al acusado que debíamos conducirlo a la comisaría de la calle Vine, a lo cual replicó que, desde que de pequeño jugaba al Monopoly, siempre había sentido deseos de saber dónde quedaba la calle Vine.

El acusado nos acompañó sin resistirse hasta la comisaría de la calle Vine, donde se le tomaron las huellas dactilares y fotografías, y se le acusó de exhibición impúdica. Aunque pareció sorprenderse por el uso de la palabra «impúdica», el acusado no negó ninguno de los extremos formulados en la declaración que le fue leída, y me miró durante todo el interrogatorio de un modo insinuante y provocativo.

A continuación, preguntó si sería aconsejable pedir que se le tuvieran en consideración los antecedentes de los últimos nueve años, y le respondí que no creía que eso pudiera influir para nada en su caso. Dijo que estaba seguro de que yo tenía razón, y que, de todos modos, ésta era la primera vez que entraba en unos retretes públicos.

Las subsiguientes preguntas revelaron que el acusado es un estudiante universitario y que hace poco terminó el segundo curso de la licenciatura de Literatura Inglesa en la Universidad de Cambridge. Actualmente se encuentra en Londres para pasar las habituales vacaciones de verano. El acusado no tiene más medios de vida que los subsidios de la seguridad social a que tiene derecho durante este periodo de vacaciones. El acusado declaró también que había abandonado recientemente un trabajo autónomo en la industria del espectáculo.

Actualmente, el acusado vive con unos amigos en un alojamiento de alquiler en Muswell Hill.

FIN DE LA DECLARACIÓN