Ni la Cruz ni la infancia bastan
ni el martillo del Gólgota, ni la angélica
memoria, para destruir la guerra.
Los soldados lloran de noche
antes de morir, son fuertes, caen
a los pies de las palabras aprendidas
bajo las armas de la vida.
Cifras amantes, soldados,
anónimos ruidos de lágrimas.
Salvatore Quasimodo