UN HOMBRE AL QUE LLAMABAN JEZA

La guerra finalizaba, una niebla espesa flotaba sobre el Port y la vigilancia de costa flaqueaba. En la niebla, las voces parecían remotas llamadas. La Navidad había pasado, pero aún algunos niños recorrían las callecitas del Port, con las canciones de siempre; sus pisadas se desgajaban del silencio y caían, como otros ecos, otras voces.

El 12 de agosto de 1939, a las cinco y media de la tarde, era prácticamente de noche. La mujer de Jeza y un muchacho abandonaron la isla en una lancha motora. Les ayudaron la niebla y el mal tiempo. Al alba distinguieron el macizo de Garraf. Cerca de Castelldefels, una lancha patrullera les dio el alto, y fueron conducidos a Comandancia de Marina. A la media hora llegaron dos agentes del SIM. Ella se dio a conocer y pidió contacto con Esteban Martín, miembro del Comité Regional del Partido. Entregó los documentos, y fueron puestos en libertad.