Las tribulaciones del alumno Yentl

A Nedda y Enrique Anhalt

El título también podría ser Yentl va a la yeshiva. Pero Yentl no es nombre de hombre en hebreo: es nombre de hembra, y las judías no podían ir a la yeshiva.

¿Y qué cosa, señor, es esa yeshiva tan exclusiva, tan elusiva? La yeshiva es la escuela tradicional judía, dedicada tradicionalmente al estudio de toda la literatura rabínica. Entonces no se permitía ingresar en la yeshiva a las mujeres, que tampoco podían estudiar en privado las Sagradas Escrituras. Ése es el dilema de Yentl, una muchacha que quiere ser muchacho sólo para estudiar el Talmud y la Tora. Entonces es cuando Isaac Bashevis Singer era joven en la siempre fluctuante frontera de Rusia con Polonia.

¿Quién es Isaac Bashevis Singer? Un escritor norteamericano de origen polaco que escribía en yiddish, ganador del premio Nobel y el más famoso de todos los escritores yiddish.

¿Qué es el yiddish? El idioma que hablan los judíos askenazi, derivado del hebreo y del alemán, y del ruso, y del polaco, pero escrito con caracteres levíticos. Singer escribió en yiddish Yentl, alumno de la yeshiva. Es un cuento que traducido al inglés comienza así en español:

«Después de la muerte de su padre, Yentl no tenía razón para permanecer en Yanev.

Quedó totalmente sola en la casa. Por supuesto que había huéspedes dispuestos a mudarse con ella y pagar renta, y las casamenteras acudieron a su puerta de Lublín, Tomashev, Zamosoc.

Pero Yentl no quería casarse. Muy adentro una voz le repite una y otra vez «¡no!». ¿Qué le pasa a una mujer una vez que se acabó el casorio? En seguida comienza a tener hijos y a cuidarlos. Y su suegra es la que manda. Yentl sabía que no estaba hecha para la vida de mujer. No sabía coser, no sabía tejer. Dejaba quemar el guisado, se le desbordaba la leche. Yentl prefería las actividades masculinas a las femeninas.

Su padre, Reb Todros, descanse en paz, durante los años que estuvo baldado estudiaba la Tora con su hija como si fuera ella un hijo.

Le decía a Yentl que echara el pestillo a la puerta y corriera las cortinas de las ventanas, entonces ambos se encimaban sobre el Pentateuco, la Misna, la Gemara, y hasta los Comentarios. Había demostrado ser tan buena alumna que su padre solía decir: "Yentl tienes alma de hombre". "¿Y entonces por qué nací mujer?" "Hasta Dios comete errores".»

El cuento sigue con Yentl cortándose el pelo, vendiendo las propiedades paternas y saliendo al mundo en busca de… ¿aventuras?, ¿amores?, ¿fortuna? Nada de eso: sólo en busca del conocimiento.

Tiene aventuras, sí, pero son su manera de vencer sus obstáculos en el camino del saber. Tiene amores, pero a pesar suyo. Y su riqueza es la sabiduría adquirida, y conocer los caminos que van a Dios y estudiar la oculta Tora y el arcano Talmud. En su búsqueda del conocimiento prohibido, Yentl, ahora llamada Anshel, llega a casarse con una hermosa virgen judía, entabla amistad tierna y eterna con un joven estudiante que aspira al rabinato y al final huye hacia América, después que ha descartado el disfraz de Anshel y es de nuevo Yentl, todavía ansiosa de la sabiduría sagrada.

El tema menor (una mujer que se disfraza de hombre y pasa por tal hasta ser descubierta) es muy antiguo, tan antiguo como el del hombre que se disfraza de mujer para huir o evadir la captura: Aquiles, que no quiere ir a la guerra. Todavía es actual en el cine: Con faldas y a lo loco y Tootsie.

El más eminente ejemplo dramático de mujer que se disfraza de hombre es el de Como gustéis, en que Shakespeare aborda el tema del travestismo con humor y gracia ejemplar. En Shakespeare las sustituciones se complican hasta el vértigo, ya que al estar prohibida la presencia de mujeres en la escena isabelina, un efebo actor debía hacer de Rosalinda, la heroína que se convierte en héroe. Así, un muchacho disfrazado de muchacha en la escena debía a su vez disfrazarse de muchacho en la comedia. Es decir, asumir su propio sexo como disfraz.

Shakespeare sabía que la batalla de los sexos es un juego de identidades.

Pero en Yentl, la película, no es el sexo lo que motiva a la heroína, sino la búsqueda de la felicidad por el conocimiento. Además Yentl es una comedia musical, pero una comedia musical en que un sólo actor canta, la actriz, Barbra Streisand, la protagonista.

La Streisand no es sólo la heroína de la farsa feliz, es también la escritora, la productora y la directora del film. La cantante se ha convertido ahora en mujer orquesta. La película es un total triunfo y sólo le impide ser una obra maestra la fotografía, toda de tonos calientes, ámbar, casi ocres, que parecen como si el sol se estuviera poniendo rojo sobre el más próximo horizonte a toda hora, en todas partes: en la campiña eslovaca y también dentro de cada casa checa. Todo está sumergido en un baño sepia subido, bronce bruñido, ámbar solar y esta tonalidad cálida, cómoda, casera, termina por ser empalagosa cuando la película es, de veras, una realización impecable y, además, original.

¿Original? Sí, no ha habido nunca una cinta que tenga como tema la persecución de la sabiduría, la búsqueda del conocimiento y el acecho de las sombras (negro sobre blanco, blanco y negro) de la palabra impresa, del libro que es sagrado porque es la fuente del saber. En Yentl la letra con canto entra. Es esto lo que al verla produce un encuentro inusitado, y para mí un reconocimiento. Yo conozco esos judíos. Ingresé con ellos en la modesta academia de inglés de La Habana vieja, aprendí con ellos la ciencia oculta por difícil y las letras liberadoras en el vetusto caserón en que se cursaba el bachillerato entonces, estudié con ellos en sus casas del barrio judío habanero, y siempre me maravilló, me conmovió y me movió a imitarlos en su método: la locura de estudiar era el medio y el fin.

Ahora, al ver Yentl siento que esa muchacha que se corta el cabello, encaja en su cabeza el yarmulke (un capelo que es el pecado cardinal), se viste de estudiante hasídico y echa a andar por el camino que conduce a la ciudad del saber, podía haber sido uno de mis condiscípulos askenazis o sefardíes, y la reconozco como uno de los personajes más nobles que ha dado el cine moderno. Entre tanta gente dura o dócil, entre tanto alcohol anónimo o epónimo, entre tanto sentimentalismo ramplón, Barbra Streisand, actriz que nunca soporté antes, ha producido una cinta que une a la mujer con la búsqueda del bien por la escritura, con un feminismo veraz porque forma parte de la trama que ella ha tejido alrededor del argumento de Singer, autor ex machina.

La Streisand protestó, con razón, de que su película no tuviera bastantes candidaturas al premio de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, ese Oscar que no por gusto es la efigie de un hombre emasculado. No importa. Cuando nadie recuerde cómo se llamaba la ganadora, ese novelón de bobería y banalidad (ahora ni acierto con su título), Yentl será recordada como un intento de reunir en el cine el bien moral con la bondad artística, y dejarnos ver, entrever más bien, la unión posible de la estética y la ética. Tora y Talmud tienen en hebreo una misma raíz, que es instruir y aprender a la vez. Así la religión, creada por un pueblo a su imagen y semejanza, ha terminado por recrear ella misma a su creador de origen. Esta dicotomía es única, pero los que amamos la literatura donde quiera que la encontremos, los que creemos en la letra, podremos reconocer a Yentl y a Yentl: son la salvación por el éxito.