Homenaje a «El beso mortal»,

que es la obra maestra absoluta

de las películas B

Estábamos sentados a una mesa del restaurante Le Bistro de South Kensington, Londres, además de Miriam Gómez y yo, un productor del clan Coppola, Tom Luddy, Louis Malle, cineasta francés y un director italiano que debe permanecer en el anónimo para proteger al inocente. De pronto y sin venir a cuento, casi como un exabrupto, el director italiano exclamó: «¡Qué gran director es Aldrich! Que Kiss Me Deadly sea su primera película». Aldrich es Robert Aldrich y Kiss Me Deadly es El beso mortal y no es su primera película. Se lo dije al director italiano, que replicó: «¡Cómo vas a decir que no es su primera película!». Los directores de cine no debían desmentirme: cuando se trata de historia del cine tengo mis cifras preparadas como un revólver cargado y a la menor provocación disparo. «Sí signore. Antes hizo Apache y Veracruz». Pero el parmesano no admitía que se había convertido en un gruyère: se le veían los hoyos. «Esas vinieron después», adujo. Por su testarudez que no nos llevaba a ninguna parte, le informé: «Vea a Katz». Lo refería a The Film Encyclopedia, la máxima autoridad en cuestiones de créditos del cine. «¿Cats?», se asombró el italiano. «¿Qué tiene que ver una comedia musical con Aldrich?». Todos los presentes —y hasta un ausente— estallaron en risas como una granada de fragmentación. «Katz» le expliqué, «es la enciclopedia del cine».

El regista se quedó amoscado, pero también debía de estarlo yo. Cuando regresé a casa esa noche consulté mi Katz buscando a Aldrich, Robert, director nacido en Rhode Island en 1919 y muerto en Los Ángeles de fallos del riñón en 1983. Aldrich, hijo de familia rica, había venido a Hollywood a trabajar como empleado de oficina de la RKO y había sido, primero, asistente de dirección para varios directores antes de ser asistente de Chaplin en Candilejas. Ahora venía mi momento brillante —que Katz hizo trizas. Aldrich había hecho dos películas anteriores a Apache y ¡cuatro antes de hacer Kiss Me Deadly!

Cuando regresaba a Los Ángeles una noche el detective privado Mike Hammer (El Martillo encarnado, de veras, por Ralph Meeker, uno de los actores de Hollywood de más brutal, vulgar aspecto), detective privado, le hace señas de parar en la carretera una mujer que dice llamarse Cristina y que trata de evadir, pasajera, las preguntas que le hace Hammer. Ella va descalza y desnuda debajo de su impermeable. Pero Hammer deduce por su aspecto que se ha escapado de un manicomio cercano. Sin embargo la lleva más allá de una barrera que ha erigido la policía haciéndola pasar, literalmente, por su amante. Un poco más allá, cuando Hammer para en una estación de gasolina, la desconocida le ruega, «Recuérdame», en caso de que le pase algo. Hammer, luego, se despista y queda medio inconsciente mientras torturan y matan a Cristina. Su auto es empujado por un acantilado y arde.

Hammer recobra el conocimiento en un hospital, donde su secretaria Velda y un detective amigo le informan que de la fiscalía federal quieren interrogarlo. Este interrogatorio y las crípticas frases finales de Cristina lo hacen desobedecer los avisos aviesos para iniciar su propia investigación. Sigue las pistas más disímiles que apuntan sin embargo a un científico asesinado hace poco, crimen cometido por un gángster local, Carl Evelio que no es bello. Los conspiradores tratan de comprar a Hammer regalándole un auto deportivo nuevo, aparentemente en pago del viejo que perdió. Pero el auto es un caballo de Troya: tiene dos bombas ocultas. Un mecánico amigo, Nick, que siempre reacciona con exclamaciones explosivas («¡Va va voom!» es una de ellas), desmantela las bombas, mientras Hammer decide visitar a Evello y es recibido por su hermana Bella. Hammer no sólo seduce a la hermana sino que reduce por la fuerza a los secuaces de Evello. Luego busca y encuentra a la compañera de Cristina, llamada por ahora Lily Carver, escondida en su apartamento. Todas las mujeres con que se encuentra Hammer son bellas y fugaces, pero Lily es tan neurótica y repulsiva que Hammer se interesa en ella. Pero Nick es asesinado en su garaje antes de poder decir «Va» y Hammer es secuestrado por Evello.

Todos los tahures se reúnen en la casa de la playa propiedad de un tal Dr. Soberin. Al hablar el doctor Hammer reconoce la voz del torturador que mató a Cristina. Sobreponiéndose a una buena dosis de pentotal sódico (en este caso sádico) que es el suero de la verdad y la venganza, Hammer mata a Evello y a su mejor matón y se escapa. Cuando regresa a casa encuentra que Velda ha desaparecido pero, con Carver, descifra el mensaje mortal de Cristina: «Recuérdame» viene de un verso de Christina Rosetti. El poema, musical, da la clave. Rompiéndole una mano al guardián de guardia del necrocomio, Hammer obtiene gentilmente la llave de una casilla de un club atlético y encuentra lo que Velda llamó «the great whasit», la gran incógnita: Una caja negra. Deja la caja como la encontró, pero Lily (como Velda y las dos como Albertina) ha desaparecido. Luego lo espera la policía que le revela que la caja en cuestión contiene plutonio radiactivo, tesoro tras el que están «innúmeros espíritus armados». Cuando Hammer y su amigo policía encuentran la taquilla vacía (lo que ocurre a menudo con muchas películas), Hammer sigue una pista vieja como si fuera una carretera nueva —que conduce a la casa en la playa y al Dr. Soberin—. Allí descubre que Lily Carver, alias Gabrielle, alias el ángel de las tinieblas, ha atacado al Dr. Soberin por haberle propuesto unos pocos rompecabezas en griego (la caja de Pandora, Cerbero que guarda el Averno, etc.), enigmas que son enemas para la Lily, quien no solo mató al mal doctor sino que le dispara a Hammer a quemarropa. Cuando ella finalmente abre la caja que contiene la bomba atómica, el artefacto nuclear le quema la ropa primero y luego todo el cuerpo y la casa de paso —mientras Hammer rescata a Velda de donde la tenían escondida. Los dos se refugian en el océano Pacífico cercano. The end.

Pero para enriquecer esta película hecha de paranoia pura los productores han fabricado dos finales distintos. En uno Hammer y Velda se salvan en el mar en un bautizo contra el mal. En el otro, la casa, como todo el mundo, estalla en fuegos de artificio narrativo. El Dr. Soberin, Lily, Velda y Hammer perecen consumidos por la llama blanca de la bomba. Afortunado que soy tengo copias de la cinta con ambas soluciones.

Restreno de una obra maestra

Cuando se estrenó El beso mortal nadie le hizo caso. En su estreno sólo José Luis Guarner le dio su merecido y para titularlo en España sugirió el título cubano: este otro cronista siempre estaba al día y a la noche del cine.

Kiss Me Deadly es la joya de la corona de las películas B. Una película B es aquella que tiene un presupuesto escaso por no decir mínimo. Antes se exhibían en la primera parte del programa, aunque segundas partes fueran malas. Las mayores productoras de películas B eran la Republic y la Monogram, a quien Jean-Luc Godard dedicó su primera película, À bout de souffle, un calco y un homenaje al mismo tiempo. Pero, ay, Jean Paul Belmondo no era Bogart, a quien copiaba. Hoy las películas B han sido sustituidas por las películas para la televisión, made for TV, cuya mediocridad ha creado un género y un estilo y un lenguaje y como dicen, TV gives you TB: la televisión da tisis.

El beso mortal está ahora más al día que muchos estrenos. ¿No han oído hablar ustedes de los ladrones de material atómico que nadan en agua pesada con dólares y trafican con la posibilidad de hacer una bomba atómica en el patio de la casa de Saddam Hussein? Estos son los personajes de Kiss Me Deadly, esta es la materia de que están hechos sus sueños —es decir, muchas pesadillas.

El reparto

Ralph Meeker vino del teatro donde sustituyó en Broadway a Marlon Brando en Un tranvía llamado Deseo. Debutó en el cine con Teresa, siempre haciendo después de soldado o de vaquero villano. Volvió a ser elegido por Robert Aldrich para The Dirty Dozen, donde era un recluta díscolo. Murió de un ataque al corazón en 1988. Irónicamente sus dos últimas películas se titulan El invierno mata y Sin aviso.

Albert Dekker fue uno de esos villanos perfectos: alto, autoritario y bronco adornó con su aspecto viril y vil y su dicción correcta más de un personaje unívoco. Sus mejores momentos fueron el del vesánico gigante de la ciencia en Dr. Cíclope y este Dr. Soberin, más modesto y menos científico pero más peligroso de El beso mortal. Dekker se suicidó en 1968 al meter su cabeza en una bolsa de plástico. Estaba vestido con sostén, liguero y pantaleta negros y sandalias de tacón alto, también negras —el villano que muere como una víctima.

Hay un tercer hombre en el reparto, Fortunio Bonanova, uno de mis actores secundarios favoritos. En El beso mortal está haciendo, ¿qué otra cosa?, de un fanático de la ópera, que oye cantar a Caruso en su vieja vitrola mientras él mismo canta un ¡aria de Martha! Para sacarle información Hammer le rompe un disco de su colección —y claro, Bonanova, canta.