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Transcurrieron seis meses sin que nadie tuviera noticias de Oliver Stone. Caleb retomó su trabajo en la biblioteca, pero los libros antiguos que tanto placer le habían procurado ya no le parecían más que libros viejos. Reuben volvió al trabajo en el muelle de carga. Cuando llegaba a casa, se sentaba en el sofá cerveza en mano, pero no bebía ni gota. Luego la vertía por el fregadero y se iba a la cama.

Después de la muerte de uno de sus miembros y con el líder desaparecido, el Camel Club parecía definitivamente disuelto.

Harry Finn se reincorporó a su equipo de «Célula Roja» y empezó a trabajar otra vez para el Departamento de Seguridad Interior. Gracias a la exigencia de Lesya y a la prueba que custodiaba, estaba claro que Carter Gray no haría nada en contra de él o su familia. También lo estaba que Finn nunca sería juzgado por matar a tres hombres e intentar acabar con la vida de Carter Gray.

Sin embargo, Finn no tenía alma de asesino y lo que había hecho le atormentaba. Al final se tomó un permiso de seis meses. Pasó todo ese tiempo con su familia, llevando a los niños al colegio y las actividades deportivas y abrazando a su mujer mientras dormía. Siguió en contacto con su madre, pero ella rechazó todos los ruegos para que fuera a vivir con ellos. Harry quería conocer una faceta de ella ajena a secretos y conspiraciones, pero al parecer su madre no lo deseaba. Si él se sentía dolido por su actitud, no lo demostró.

Annabelle podía haberse marchado de Washington y pasar el resto de su vida viviendo de los millones que había estafado a Bagger, pero no lo hizo. Después de que ella y Alex acabaran de explicar al FBI el asunto de Bagger y Paddy Conroy, explicación que omitió todo detalle sobre la estafa multimillonaria, la mujer preparó un nuevo engaño. Esta vez el objetivo fue la iglesia propietaria de la casita de Stone: les convenció de que era la hija de Stone y se ofreció voluntaria a trasladarse allí y mantener el cementerio en condiciones hasta que su padre regresara de lo que describió como unas «merecidísimas vacaciones».

Hizo que arreglaran la casa y la amuebló, conservando al mismo tiempo las pertenencias de Stone. A continuación se dedicó a ocuparse de los jardines. Alex iba a menudo a ayudarla. Al caer la tarde se sentaban en el porche.

—Es increíble lo que has hecho con este lugar —dijo él.

—La base era buena.

—Típico de los cementerios. —Alex le dedicó una media sonrisa—. Entonces, ¿vas a quedarte por aquí una temporada?

—Nunca he tenido un lugar que considerase mi hogar. Solía bromear con Oliver sobre el hecho de vivir en un cementerio, pero la verdad es que me gusta este sitio.

—Puedo llevarte a dar un paseo por la ciudad, si quieres.

—¿Primero me salvas y ahora quieres salir conmigo? Eres un policía que ofrece servicio completo.

—Es propio de mi trabajo.

—Ya. Yo soy una estafadora, ¿recuerdas? Es mi trabajo.

—Dejémoslo en estafadora «retirada», ¿vale?

—Por supuesto —repuso ella con escasa convicción.

Se quedaron sentados con la vista perdida en las lápidas.

—¿Crees que sigue vivo? —preguntó Annabelle.

—No lo sé. Espero que sí.

—¿Volverá, Alex?

No respondió. Oliver Stone era el único que podía tomar esa decisión. Para que volviera, tenía que apetecerle volver. Sin embargo, a medida que transcurrían los días, más convencido estaba que nunca volvería a ver a su viejo amigo.