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El equipo de Finn había preparado un camión articulado para utilizarlo en la incursión al Centro de Visitantes. El plan inicial había pasado a un segundo plano debido al incidente de Sam. No obstante, el camión estaba listo, y cuando Finn explicó a Stone las posibilidades que ofrecía, el ex Triple Seis le había dicho que fuera a buscarlo.

Y es lo que Finn había hecho; tenía las llaves del vehículo y libre acceso al almacén de seguridad donde se encontraba.

Condujo el camión articulado por el centro de la ciudad. Cuando llegó a la entrada del Centro de Visitantes vio que a su alrededor se ultimaban los preparativos para el simulacro de atentado terrorista.

Estacionó en una zona de carga y descarga y bajó. Llevaba el uniforme de rigor, la acreditación pertinente y órdenes de envío amañadas para engañar a un guardia aburrido. Le enseñó los papeles y abrió la trasera del camión. El guardia inspeccionó la carga, abriendo algunas cajas para echar un vistazo antes de volverlas a cerrar.

Finn había llegado allí a las seis y media porque sabía que los obreros de la construcción acabarían la jornada a las seis debido al simulacro de atentado. El siguiente turno llegaba a la mañana siguiente. El intercambio con Gray se realizaría a medianoche; Stone haría la llamada al cabo de dos horas. Eso les permitiría organizar su plan de huida y concedería muy poco tiempo a Gray para sus propios preparativos.

Milton estaba calle abajo, sentado en un coche y teléfono móvil en mano. Él era el mecanismo de seguridad. Si todo se iba al garete, tenía que llamar a la policía, al FBI, a los bomberos y a quien se le ocurriera. Como todos estarían cerca, el tiempo de respuesta sería muy rápido, aunque no lo suficiente. Caleb estaba en el escondrijo custodiando a Lesya y al resto de la familia Finn. Reuben y Alex se encontraban cerca, esperando instrucciones de Stone.

—Esto va a llevar lo suyo —le dijo Finn al guardia—. Además de descargar el material tengo que desempaquetarlo. Y mi ayudante se ha puesto enfermo.

—¿Cuánto rato? —preguntó el guardia.

—Probablemente hasta pasada la medianoche.

—Pues entonces mejor que empieces. —Y se marchó sin siquiera ofrecerle su ayuda.

Finn utilizó una carretilla eléctrica para descargar las cajas del aire acondicionado, ventilación y calefacción, y llevarlas al interior del edificio. Cuatro cajas tenían doble fondo. De una de ellas salió Stone, y de otra, Annabelle. De la tercera extrajeron a Simpson atado y amordazado, y de la cuarta Stone y Finn sacaron las armas, incluyendo fusiles de francotirador que Stone había utilizado en su época de Triple Seis. Finn los miró con escepticismo.

—Aún funcionan bien —le aseguró Stone—, a pesar de su edad.

—¿No disponen de mira infrarroja?

—Pues no.

—Los hombres de Gray la tendrán, de última generación —dijo Finn.

—Ajá.

—Y protección corporal antibalas, la mejor.

—Siempre apunto a la cabeza.

Ocultaron a Simpson detrás de un cajón de azulejos, y Finn enseñó a Stone y a Annabelle las salas interiores, muchas todavía inacabadas.

Stone se detuvo en una sala y miró hacia arriba.

—¿Una galería?

Finn asintió.

—Esto es el Gran Salón. Desde aquí se domina la zona de visitantes principal. También están el atrio, el auditorio de congresos, la galería de exposiciones, los cines y la zona de restaurantes.

—Esta sala me gusta —dijo Stone mientras observaba el murete que delimitaba la galería y llegaba a la altura de la cintura—. El terreno elevado siempre ofrece ventajas. Ahora enséñame dónde está la fuente de suministro eléctrico más cercana.

Una vez inspeccionada, Finn los condujo por una serie de puertas que desembocaban en un largo pasillo cerrado.

—Ese es el pasillo subterráneo que conduce al Capitolio. Aún está totalmente bloqueado.

—¿Y cómo saco a David de aquí? —preguntó Annabelle.

Finn señaló hacia arriba.

—Los conductos de ventilación. Serán vuestra vía de salida. Ese conducto de ahí va directo al Capitolio. He dibujado un plano. —Se lo dio y le indicó distintos puntos, señalando que el conducto desembocaba en un pequeño trastero.

»No tienes más que recorrer un pasillo corto y encontrarás una puerta de salida. No está vigilada y se abre desde dentro. Uno de mis compañeros la utilizó cuando realizamos la incursión inicial. A él le costó pasar, pero es más corpulento que tú y David. Vosotros no tendréis problema, ambos sois delgados».

Stone miró a Annabelle.

—Por eso nos venías como anillo al dedo. Reuben o Alex no pasarían por ahí ni haciendo régimen. Caleb y Milton son delgados, pero…

—Lo sé —dijo Annabelle—. Si surgen problemas yo tengo labia suficiente para salir airosa.

—Alex y Reuben estarán apostados cerca de la salida que utilizaréis. Si hace falta, Alex enseñará su placa del Servicio Secreto para que crucéis todos los controles de seguridad.

—¿Dónde quieres que me sitúe, Oliver? —preguntó Annabelle.

—Aquí mismo, al lado de la entrada de la red de conductos. Te traeremos a David.

Annabelle miró al alto y corpulento Finn y a Stone.

—Un momento. Es obvio que Harry y tú no cabéis en los conductos. ¿Cómo saldréis?

—Ya nos preocuparemos nosotros de eso, Annabelle —dijo Stone.