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—¿Puedes conseguirme una lista de los hoteles de Washington que tengan vistas a la Casa Blanca y cuesten mil pavos la noche? —preguntó Annabelle a Alex en la misma cafetería que la vez anterior.

—¿Por qué?

—Forma parte de todos esos detalles de los que te hablé.

—Conseguiré la lista. ¿Necesitas ayuda?

Annabelle pensaba decirle que no, pero cambió de idea.

—¿Tienes una mente ágil?

—¿Cómo dices?

—Si eres mentalmente ágil.

—Soy agente del Servicio Secreto. Es un requisito de nuestro trabajo.

—Entonces podrás ayudarme.

Ese mismo día, Annabelle fue al segundo hotel de la lista que Alex le había proporcionado. Se acercó a la recepción y mostró discretamente sus credenciales falsas del FBI.

—¿Qué sucede? —preguntó el recepcionista, nervioso.

—Potencialmente, problemas para tu hotel, pero quizá podamos evitarlo si cooperas. Tengo un equipo de asalto en el exterior.

El azorado joven miró hacia la calle.

—No les verás —dijo ella—. Son profesionales, ¿sabes?

—Llamaré al gerente —repuso el recepcionista, cada vez más nervioso.

—No; debes quedarte donde estás y responder a mis preguntas, William —dijo Annabelle al leer la placa con su nombre.

—¿Qué clase de preguntas?

—¿Se aloja aquí un hombre llamado Jerry Bagger?

—No puedo revelar esa clase de información. Es confidencial.

—Vale, pues supongo que tendremos que averiguarlo por las malas. —Sacó un pequeño walkie-talkie que había comprado en una tienda de artículos deportivos—. Aquí Bravo Uno. ¿Me recibe, equipo de asalto Alfa? ¿Preparados para tomar todos los puntos de entrada? Afirmativo. Líder del grupo, normas de asalto, nada de disparos salvo que sea absolutamente necesario. Repito, sólo si es absolutamente necesario. Posibles daños colaterales en el vestíbulo.

—¿Qué es esto? ¿Una especie de broma? —espetó el recepcionista, reponiéndose un poco.

Annabelle hizo una señal a Alex, que estaba oculto detrás de una columna en el vestíbulo, y él se acercó. El alto agente secreto bajó la mirada hacia el joven. Mostró sus credenciales del Servicio Secreto, la placa y la pistola que llevaba a la cintura.

—¿Algún problema?

El recepcionista señaló a Annabelle.

—Dice que es del FBI y busca a… a un tío y van a mandar a un equipo de no sé qué.

Alex se inclinó hacia el joven.

—No es un equipo de no sé qué. Se llama equipo de asalto. Y yo soy quien lo dirige. Somos una unidad antiterrorista conjunta. Tengo a veinticinco agentes con protección Kevlar y metralletas MP-5, listos para irrumpir en tu hotel porque ese tal «tío» es el número dos en nuestra lista de hombres más buscados, justo después de Bin Laden. Hace dos años que voy detrás de ese «tío» y no voy a permitir que un mequetrefe como tú me estropee el trabajo. Así pues, o miras en el ordenador y nos dices si está aquí, o serás el primer capullo al que arreste por obstrucción a la justicia.

—¡Joder! —exclamó el recepcionista—. ¿Puede hacer eso?

—Y sin perder la sonrisa.

Alex se volvió hacia Annabelle y asintió.

—Adelante, agente Hunter.

Annabelle sacó unos papeles del bolsillo.

—Tenemos una orden de búsqueda y captura contra Bagger y sus socios. —Miró al joven con expresión severa—. No nos gusta poner en peligro a personas inocentes, William, pero Bagger es un asesino, trafica con drogas, armas y todo lo malo que puedas imaginar. Pero si cooperas podremos sacar a ese cabrón del hotel sin armar mucho alboroto. Creo que a tu jefe le parecerá bien.

William se la quedó mirando unos instantes antes de empezar a teclear en el ordenador.

—No me consta ningún Bagger —dijo con voz temblorosa.

—Me sorprendería que utilizara su verdadero nombre. —Annabelle se lo describió con lujo de detalles—. Siempre va acompañado de gorilas.

—Yo diría que un tío así resulta inconfundible, ¿no? —observó Alex.

William asintió.

—Se aloja aquí con el nombre de Frank Walters. Ocupa la mejor suite del hotel. Disfruta de unas vistas preciosas de la Casa Blanca.

—No lo dudo. Bueno, gracias por tu ayuda, William. Pero no le digas nada a nadie, ¿entendido?

—Descuide. Y que haya suerte, oficial —repuso con un hilo de voz.

Alex asintió, le dio una palmada en el brazo y se marchó con Annabelle.

En el exterior, Alex hizo venir a un equipo para que vigilara el hotel y siguiera a Bagger allá donde este fuera.

Mientras se marchaban en el coche de Alex, Annabelle comentó:

—Pues sí, tienes una mente ágil. Has estado muy bien.

—Viniendo de ti es todo un halago. ¿Ahora qué?

—Ahora apretamos el gatillo.