Annabelle estaba junto a su padre, que se había desplomado en un sillón de la habitación. La hija le dirigió un asentimiento de la cabeza para indicarle que descolgara el auricular.
Antes de que él marcara, ella le puso una mano en el hombro.
—¿Seguro que estás preparado para esto? —preguntó.
—Hace años que estoy preparado —repuso él con valentía y voz levemente temblorosa.
Annabelle pensó que no lo parecía. Se le veía cansado y asustado.
—Buena suerte —le deseó.
En cuanto él marcó el número, ella descolgó el teléfono supletorio y escuchó.
—Hola, Jerry. Soy Paddy Conroy. Hace tiempo que no nos vemos. Pero bueno, quizá me he enterado de que has estado bastante ocupado.
Annabelle miraba fijamente a su padre. La actitud de Paddy había cambiado por completo. Esbozaba una amplia sonrisa y hablaba con voz segura, sentado bien tieso en el sillón.
No era fácil sorprender a Bagger, pero al oír ese nombre las rodillas le temblaron un poco. La siguiente emoción le resultó mucho más familiar: el súbito impulso de aplastar el teléfono.
—¿Cómo cono me has localizado, so cabronazo? —chilló.
—Busqué en la guía de teléfonos, por la H de hijoputa.
Al oír esa respuesta, Annabelle sofocó una carcajada.
—¿Has visto a la zorra de tu hija últimamente?
—Me he enterado de que te desplumó bien desplumado. Lo suficiente para poner nerviosa a la Comisión de Control de Jersey. Por lo visto, la enseñé bien.
—Sí, a lo mejor tú eres el cerebro gris. Si es así, lo único que puedo prometerte es que dedicaré dos días enteros a arrancarte la piel a tiras.
—Deja de decir obscenidades, Jerry, me estás poniendo cachondo.
—¿Qué cono quieres?
—Ayudarte.
—No necesito ayuda de un estafador de tres al cuarto.
—No te precipites. Tengo algo que tú quieres.
—¿Qué cosa?
—A ver si lo adivinas.
—A ver si te arranco los huevos.
—Tengo a Annabelle. ¿Sigues queriéndola o ya has superado el que te haya hecho quedar como el mayor idiota del mundo?
—¿Vas a entregarme a tu hija sabiendo lo que le haré?
—No estás sordo, ¿verdad? Eso he dicho.
—¿Y por qué lo haces? ¿Porque tienes buen corazón?
—Me conoces de sobra para saber el motivo, Jerry.
—Bueno, ¿cuánto quieres por tu niña?
—Ni un centavo.
—¿Cómo dices? —preguntó Bagger con incredulidad.
—Ya no necesito dinero.
—Entonces, ¿qué quieres?
—Tu promesa de que, si te entrego a Annabelle, me dejarás en paz para siempre. Me queda poco tiempo en este puto mundo y no quiero pasarlo esquivando a tu gentuza.
—A ver si lo entiendo. ¿Me entregas a Annabelle a cambio de que te deje en paz?
—Eso es. Sé que me buscas desde que te birlé los diez mil dólares de los cojones. Y me estoy cansando.
—¡Qué te estás cansando! —gritó Bagger.
—¿Aceptas el trato o no? Y quiero tu palabra. Porque sé que eres muchas cosas, pero siempre cumples tu palabra. Consigues a Annabelle y te olvidas de mí.
Bagger clavó la mirada en el suelo mientras las venas del cuello le palpitaban.
—Quiero oírte decirlo, Jerry. Tengo que oír cómo lo dices.
—Te daré millones por ella.
—Sí, ya. Dilo, Jerry. Dilo o no hay trato. —Paddy miró a Annabelle, que contenía el aliento mientras escuchaba.
—¿Por qué la odias tanto? —preguntó Bagger.
—Porque todos estos años me ha culpado por la muerte de su madre. Tú la mataste pero yo he pagado el pato. Nadie en el mundo de los estafadores ha querido tratos conmigo desde entonces. Me ha amargado la vida. Ha llegado el momento de vengarme. —Miró a su hija y le dedicó una débil sonrisa.
—¿Cómo piensas entregármela? No tiene un pelo de tonta. Convénceme de que confía en ti.
—Déjalo en mis manos.
—Yo no he aceptado nada.
—Pero aceptarás. Eres demasiado listo para desperdiciar esta oportunidad.
—Puedo pillarla yo mismo. La otra noche me faltó poco. Y a lo mejor a ti también, con un poco de suerte.
—Pues adelante. Y dentro de dos semanas, cuando compruebes que se ha largado, no podrás decir que el viejo Paddy no quiso ayudarte. Porque, cuanto más esperes, más tiempo tiene ella para ocultarse, y los dos sabemos que la chica es buena en eso. Tómate tu tiempo y piénsatelo. Ya te volveré a llamar.
—¿Cuándo?
—Cuando quiera.
Con un único gesto sincronizado, Paddy y Annabelle colgaron sus respectivos auriculares al mismo tiempo.
Ella lo sujetó por los hombros.
—Lo has hecho muy bien. Le has tentado a la perfección.
Paddy le colocó la mano sobre la suya.
—Le daremos un poco de tiempo para que lo asimile. Eso permitirá que tu amigo se prepare. Debo reconocer que me sorprendió que accediera a ayudarnos sin hacer preguntas.
—Como te dije, no es el típico agente federal. Una cosa. —Hizo una pausa, preocupada. ¿Su padre estaba realmente preparado para aquello?—. No has intentado averiguar dónde se aloja.
Él la miró esbozando una tímida sonrisa.
—No he perdido facultades, Annie, si eso crees. No hay que pretender abarcarlo todo en el primer intento. Un viejo zorro como Jerry lo olería enseguida. En la siguiente llamada, ya me encargaré de que se delate él mismo.
—Lo siento, no era mi intención insinuar que no sabes engañar a la gente.
—El noventa por ciento de un timo depende de su preparación. El resto es pura intuición, ser capaz de adaptarse sobre la marcha.
—Pero sin el diez final, el noventa inicial no vale un pimiento.
—Exacto.
—Lo que le has dicho a Bagger… sobre que te he amargado la vida.
—La vida me la amargué yo solo, Annie. Lo único que intento ahora es recuperar una parte de ella. —Apretó la mano de su hija con fuerza. Ahora parecía viejo, enfermo y asustado; volvió a desplomarse en el sillón—. ¿De verdad crees que saldrá bien?
—Sí —mintió ella.