56

Annabelle esperó fuera hasta que su padre regresó del supermercado con Caleb. Sin dar explicaciones, le dijo a Paddy que la siguiera hasta el hotel en la furgoneta. Al llegar allí, lo condujo a su habitación.

Los pensamientos se agolpaban en su interior. Había confiado en que Stone la ayudaría, pero la había abandonado, literalmente le había cerrado la puerta en las narices. Nunca debería haber confiado en él. A esas alturas ya debería saber que sólo se puede contar con uno mismo.

—¿Annie? —dijo su padre finalmente—. Háblame, chica, ¿qué demonios está pasando?

Ella lo miró como si se hubiera olvidado de su presencia.

—Lo que pasa es que acaban de jodernos bien jodidos. La ayuda con que contaba para ir a por Bagger ya no existe.

—¿No hay caballería?

—No hay caballería.

—¿Es por Oliver? Reuben me habló un poco de él. ¿Es él quien iba a ayudarnos?

—Sí, pero ya no. Al parecer tiene asuntos más apremiantes.

Paddy dio una palmada en el reposabrazos.

—¿Y ahora qué?

—Ahora toca huir por piernas. Bagger tendrá vigilados los aeropuertos y la estación de tren, pero no tiene personal suficiente para cubrir las carreteras. Tendremos que deshacernos de tu furgoneta. Luego nos pondremos de camino.

—¿De camino adónde?

—¿Acaso importa? Siempre y cuando no sea aquí.

—¿Y dejamos que Jerry quede impune?

—Mejor que dejar que nos mate, ¿no crees? Vivimos para llegar al mañana. —En cuanto lo hubo dicho miró a su padre—. Lo siento, no quería…

—Para mí no existe el mañana. O lo hago ahora, o nunca.

—Ya te he dicho que no contamos con la caballería.

—Entonces ya se me ocurrirá otra cosa.

—No puedes enfrentarte a Jerry tú solo.

—Te tengo a ti, ¿no?

Ella miró por la ventana mientras meneaba la cabeza.

—¿Sabes cuánto tiempo tardé en planear el golpe para desplumarlo?

—Probablemente más del que me queda. Pero no voy a echarme atrás. No puedo.

—Ayer no pensabas hacer nada. ¿Qué ha cambiado?

Él se levantó y le cogió la mano.

—Lo que ha cambiado eres tú. Ahora sabes que estaba en la cárcel cuando mataron a tu madre. Sigo siendo un cabrón, pero no tanto como pensabas.

—¿Qué intentas decir? ¿Qué haces esto por mí?

—No… es decir… no sólo por ti. Lo hago por Tammy, porque no se merecía morir de ese modo. Y también por mí, porque Bagger se llevó a la única persona que he querido de verdad en la vida.

Annabelle se soltó el brazo y apartó la mirada.

—No quería decir eso, Annabelle.

Ella señaló la cicatriz que tenía en la cara.

—Digamos que nunca me ilusioné con que me quisieras.

Paddy estiró la mano para tocarle la cara, pero ella se apartó rápidamente.

—No tenía ningún derecho a hacer eso —reconoció—, pero te enseñé una lección que no quería que olvidaras. Te chivaste del farol en el casino. Claro está que eras joven y los jóvenes cometen errores. Pero apuesto a que nunca has vuelto a cometer ese error, ¿verdad que no?

—No.

—Las cuadrillas con que trabajaba no me importaban una mierda. Joder, nunca me molesté en dejarle una cicatriz a nadie. Si cometían un error, se lo hacía saber, eso seguro. Pero me daba igual si la cagaban por ahí con otra persona y les partían las piernas por ello.

—¿O sea que mi cicatriz fue una muestra de esos amores que matan?

—Tu madre nunca quiso que entraras en el mundo de las estafas. Pero aquel verano nos faltaba gente y tu participación fue idea mía. Aprendiste rápido, más rápido que yo a tu edad. Diez años después eras mucho mejor de lo que yo llegué a ser jamás. Pasaste a dar grandes golpes mientras yo seguía con el timo del trile en las esquinas, por calderilla.

—Tú lo decidiste.

—No. La verdad es que no era suficientemente bueno para los grandes golpes. Dicen que se nace para ello o no. Y no era mi caso.

—Bueno, ¿en qué situación nos deja todo esto? Tú no sabes dar grandes golpes y eso es precisamente lo que necesitamos para pillar a Jerry.

—No puedo hacerlo sin ti, Annabelle. Pero si no quieres ayudarme, lo probaré de todos modos.

—Si lo intentas, te matará.

—De todas maneras, ya estoy muerto. Y dudo que ni siquiera Jerry sea capaz de darme una muerte más dolorosa que la que me espera.

—La verdad es que me estás complicando la vida.

—¿Me ayudarás?

Annabelle no respondió.

—Mira, ¿no puedes volver a hablar con tu amigo? —insistió él—. Tal vez se lo piense mejor.

Ella estuvo a punto de decir que no, pero vaciló. Se estaba planteando volver a casa de Stone. Si lo encontraba podría volver a pedirle ayuda. Pero si no estaba, lo cual era bastante probable, se limitaría a coger todos los «archivos» que Stone había recopilado sobre ella y sus problemas con Jerry. No quería quenada de todo eso estuviera por allí al alcance de cualquiera, ya fuera la policía o los malos.

—De acuerdo. Volveré a intentarlo.

Mientras se dirigía al coche fue consciente de que no podía dejar que su padre se enfrentara solo a Jerry. Lo cual significaba que ambos, padre e hija, acabarían muertos.

«Menudo panorama».