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Cuando Stone salió al exterior al día siguiente, se encontró a Annabelle con expresión somnolienta sentada en los escalones del pequeño hotel.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó ella con amargura.

—Nada. ¿Qué quieres de ti misma?

—No te hagas el psicólogo conmigo.

—Tu padre estaba en la cárcel cuando tu madre fue asesinada.

—Pero eso no cambia que la mataran por su culpa.

—Vale, pero ¿qué tiene de malo concederle el beneficio de la duda y creer que nunca quiso que Bagger le hiciera daño a tu madre?

—¿Qué qué tiene de malo? Pues que mi padre es un mentiroso redomado que nunca se ha preocupado por nadie.

—¿Maltrataba a tu madre? ¿Le pegaba, la hacía pasar hambre?

—No conviertas esto en un chiste.

—Sólo intento comprender la situación.

—No, nunca la maltrató.

—O sea que a lo mejor la quería.

—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué te pones de su lado?

—No tomo partido, Annabelle. El hombre se está muriendo. Estaba ante la tumba de tu madre presentándole sus respetos. Siempre has creído que él le había tendido una trampa a tu madre, pero no fue así. —Stone abrió las manos—. Lo único que digo es que quizá quieras replantearte la situación. La vida es corta. La familia no dura toda la vida. Lo sé mejor que nadie.

Annabelle se acurrucó contra el coche, con las manos bajo las axilas.

—Tardé dos años en planear la estafa de Bagger. Dos golpes modestos antes de dar el gran golpe. Invertí prácticamente todo mi dinero. Corrí más riesgos que nunca. Un pequeño error delante de Jerry y sería mujer muerta. Y lo pasé en grande mientras lo hacía. ¿Sabes por qué?

Stone negó con la cabeza.

—Cuéntame.

—Porque por fin me vengaba del hijo de puta que mató a mi madre. Después de tantos años, por fin recibiría su recompensa. Y lo conseguí: le estafé más dinero que nadie en toda su vida. Lo suficiente para joderlo de verdad.

—¿Y?

—Después de hacerlo me di cuenta de que no servía de nada. Jerry siguió su pauta de comportamiento habitual cuando mató a mi madre. Se cobró su pieza, es la ley de la calle. No me malinterpretes, siempre odiaré a ese cabrón por lo que hizo. Pero el hombre al que más odiaba era mi padre.

—Y hoy has descubierto que era inocente, al menos de eso.

Annabelle señaló la cicatriz que tenía debajo del ojo.

—Inocente en parte. Me hizo esto cuando yo no era más que una adolescente por fastidiarle un timo en un casino. Me dijo que era la única forma de aprender. Y mi madre murió por su culpa. ¿Y a él qué le pasó? Nada de nada. El muy cabrón siempre se libra de todo. Va por la vida como si ella nunca hubiera recibido un balazo en la cabeza.

—Yo no lo veo así, Annabelle. No parece que la vida le haya sonreído. Y estaba allí lamentando la muerte de tu madre. No parece un hombre que haya quedado impune.

—Nunca lo olvidaré, Oliven Nunca olvidaré lo que hizo.

—No te pido que lo olvides, sólo que te plantees perdonarle. Las personas actúan mal muchas veces en la vida, pero eso no las convierte necesariamente en malas personas.

—Entonces, ¿qué quieres que haga? ¿Darle un abrazo?

—Es algo que tienes que abordar en tu interior antes de que te destruya. Porque si conseguimos inculpar a Bagger, seguirás insatisfecha porque todavía odias a tu padre. Si realmente quieres seguir adelante con tu vida, afronta la situación.

Annabelle se sacó del bolsillo las llaves del coche.

—Pues ¿sabes qué? No quiero.

Y se marchó en el coche escupiendo gravilla.

El móvil de Stone sonó en cuanto la perdió de vista. Era Reuben para contarle todo lo ocurrido en Atlantic City, incluyendo las grandes ganancias de Milton y la intentona frustrada de los hombres de Bagger. Stone le dijo que llevara a Milton a su casa, a la de Reuben.

—Ni siquiera utilizó su verdadera identidad cuando cobró las ganancias —señaló Reuben.

—No importa. No quiero correr riesgos. Tú te mudaste hace poco. Tu casa ni siquiera tiene dirección. A Bagger le costará mucho localizarte.

—¿Qué tal va con Susan?

—Mejor imposible. —Stone colgó y clavó la mirada en el camino que había tomado Annabelle.

«No hay cosa más complicada que una familia», pensó.