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Harry Finn salió de la clase de tercer curso relativamente indemne. Le habían hecho muchas preguntas y en una o dos ocasiones habría querido realmente haber sido una «morsa» en vez de una «foca».

Al acabar, Susie le había dado un abrazo.

—Que pases un día fantástico, papá.

Parecía tan mayor que por un momento Finn pensó que iba a estallarle el corazón. Sus ex compañeros del equipo SEAL se habrían quedado pasmados al descubrir que bajo la piel de acero de Finn yacía un corazón tan vulnerable y susceptible a las tiernas emociones. Su única defensa, su única forma de seguir adelante, era bloquearlo. Llevaba una doble vida y nunca permitía que se mezclaran. Lo que hacía por su madre nunca salpicaría a su familia. Y lo que hacía con su familia nunca formaría parte de su otra vida. Por lo menos eso le pedía a Dios.

Fue en coche a la oficina y se reunió con su equipo para repasar la incursión al Capitolio. La sesión se prolongó varias horas mientras planificaban la estrategia y realizaban más labores preparatorias. Hacia el final de la reunión, Finn, cuyo cerebro funcionaba mejor cuando se dedicaba a varias cosas a la vez, tenía motivos para sonreír. Se le acababa de ocurrir la forma de matar a Simpson.

Fue a buscar algo de comer y se dirigió a su trastero. Tenía que fabricar una bomba.

—¡Muy bonito! ¡Así me gusta! —ladró Jerry Bagger por el teléfono—. ¿Qué os parece si vuelvo a la ciudad y os doy también una paliza?

Se tranquilizó al escuchar las siguientes noticias. Investigando un poco más, habían descubierto que el hombre bajito había ganado un montón de dinero. Y en un casino eso implicaba una obligación ineludible: para cobrar el dinero había que rellenar el modelo 1099 para que el Tío Sam supiera a cuánto ascendían las ganancias por si uno olvidaba pagar los impuestos correspondientes.

Bagger asimiló la información.

—Un momento, ¿el tío es de Inglaterra?

—Eso dice.

—¿Hablaba con acento británico?

—No lo sé.

—¡No lo sabes! ¿Alguien lo sabe?

—Tendré que comprobarlo —respondió el hombre, nervioso.

—Vale, cuando lo hayas comprobado y descubras que el documento de identidad es falso, ven aquí para que pueda estrangularte. —Bagger colgó el teléfono con un golpe.