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La entrevista con Charlie Trimble estaba yendo mejor de lo que Stone había esperado. Las preguntas eran corteses pero estaban bien preparadas. Sin embargo, de repente, el tono empezó a cambiar. El periodista estaba sentado en su vieja silla giratoria, con una expresión penetrante, lo cual incomodaba a Stone.

—Me resultas familiar de algo, Ben. ¿Nos hemos visto antes?

—No creo.

—¿Has estado en Washington alguna vez?

—Nunca.

Trimble se reclinó en el asiento y tamborileó con los dedos sobre el viejo escritorio.

—¿Por qué viniste aquí?

—¿Para asegurarme de que Danny estaba bien?

—¿Eso es todo?

—Ajá. —Antes de que Trimble formulara otra pregunta, Stone se lanzó—: ¿Qué sabes de las muertes de Debby Randolph y Rory Peterson?

Trimble pareció desconcertado.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Intentaron matar a Danny y creo que alguien trató de que Willie muriera de una sobredosis.

—Hablé con Bob Coombs sobre el asunto. ¿Tienes alguna prueba?

—Sólo lo que me contó Willie y lo que los médicos encontraron en su organismo.

—Willie consume drogas, así que no es la persona más fiable del mundo.

—¿Has hablado con él? —preguntó Stone con tono abrupto. Trimble negó con la cabeza—. Entonces no estás en situación de valorar su credibilidad, ¿no?

Trimble se sonrojó, pero luego sonrió.

—Tienes razón. Tendré que hablar con él.

—Volviendo a mi pregunta: Danny y Willie están en la mira de alguien. Los dos conocían a Debby. Y Willie y ella se habían prometido en matrimonio.

—No lo sabía.

—Al parecer nadie lo sabía. Entonces supuestamente Debby se suicida. Willie considera que eso es imposible. Habló con ella la noche antes de que la encontraran muerta. Parecía estar perfectamente.

—El sheriff Tyree investigó todo eso. Parecía una locura que Debby hiciera una cosa así, pero todas las pruebas apuntaban al suicidio.

—Es fácil hacer que un asesinato parezca un suicidio si se tiene un poco de maña.

Trimble le lanzó una mirada aguda.

—¿Tú sabes de esas cosas?

—Sólo intento averiguar la verdad, señor Trimble.

—Llámame Charlie. ¿Y por qué estás tan empeñado en eso? Llevas aquí muy poco tiempo.

Stone se frotó el hombro y luego la cabeza.

—Digamos que no me gusta que abusen de mí. —«Por no mencionar a Abby»—. ¿Cómo mataron a Peterson?

—Un disparo. Probablemente durante un robo. La caja fuerte de su despacho estaba forzada. Parece que faltaban dinero y documentos. Tyree también ha estado investigando, pero no ha descubierto gran cosa, por lo menos que yo sepa. Él es todo el cuerpo policial del que disponemos aquí, o sea que no le sobran los recursos, que digamos.

—Podría llamar a la policía estatal.

—Podría. —Trimble sonrió—. O a lo mejor a su hermano.

—¿Su hermano?

—Howard Tyree. Es el alcaide de la prisión de Blue Spruce.

—No lo sabía.

—Bueno, me parece que no se llevan muy bien. O sea que mi sugerencia de que pidiera ayuda a su hermano fue una broma pésima.

Al cabo de unos minutos Stone se marchó de la redacción del Divine Eagle y se dirigió a ver al sheriff.

Lo encontró en su oficina revisando unos documentos.

Cuando le contó lo que le había pasado en el pozo de la mina, el policía casi se cae de la silla. Mientras se lo explicaba, Tyree empezó a asentir.

Cuando Stone hubo acabado, el sheriff dijo:

—En el hospital han confirmado que Willie tenía oxicodona en el organismo. Willie era alérgico a esa sustancia. Nunca la habría tomado voluntariamente. Además es bastante cara sin receta.

»Cientos de dólares por una sola pastilla. Aquí se abusa de fármacos que requieren receta. Dedico mucho tiempo a esa mierda. Una mancha negra en un sitio que, por lo demás, es muy agradable. Pero no se puede encerrar a todos los adictos. Joder, es que no habría mineros para trabajar. Intentan rehabilitarlos, les dan la dosis de metadona todos los días, pero no basta. Todos los policías de los pueblos mineros de los Apalaches sabemos que estamos librando una batalla perdida. Pero nos faltan recursos. Estamos desbordados.

—Es una zona bastante aislada. ¿De dónde sacan tanta droga? No es que haya una farmacia en cada esquina.

—La consiguen de varias maneras. Farmacias ilegales de internet, contrabando por la frontera con México. Más de un minero se ha ventilado los ahorros de toda una vida y su matrimonio por esa mierda. Por aquí se dice que la metanfetamina te mantiene despierto y la oxi te da el subidón.

—Sheriff, creo que existe una relación entre Danny, Willie y la muerte de Debby Randolph. —Y le contó que Willie la había pedido en matrimonio y que había hablado con Debby la noche antes de que la encontraran muerta.

—No sabía que estaban prometidos, pero sí que Willie está convencido de que no se suicidó. Me insistió mucho al respecto. Pero todas las pruebas apuntaban al suicidio.

—¿Quién realizó la autopsia?

—El doctor Warner. No es patólogo a tiempo completo, pero está cualificado como forense. Y parecía un caso muy claro. Se puso una escopeta en la boca y apretó el gatillo. —Tyree no miró a Stone al decir esta última frase.

Stone reparó en ello.

—No pretendo decirte cómo hacer tu trabajo, pero es poco habitual que una mujer se mate con una escopeta —dijo—. Y teniendo en cuenta que aquí las drogas campan a sus anchas, habría sido más normal que se tomara unas cuantas pastillas y muriera discretamente.

—Lo sé. Es un quebradero de cabeza.

—Aquella noche vi a Danny encima de la tumba de Debby —informó Stone con prudencia.

Tyree se sorprendió.

—¿Dónde estabas?

—Detrás del muro de piedra. Oí algo y fui a ver. Iba a acercarme a Danny cuando apareciste.

Tyree se mostró incómodo.

—No he visto mayor locura en la vida. Ni siquiera entendía qué estaba haciendo allí. Lo atribuí a su carácter.

—¿Qué significa eso exactamente?

—Significa que es impredecible.

—Abby le obligó a marcharse del pueblo.

Tyree se reclinó en el asiento y miró ceñudo a Stone.

—Nunca se molestó en decírmelo —dijo dolido—. ¿Y te lo ha dicho a ti?

—Supongo que temía por él. Y a juzgar por lo que le ha pasado en cuanto ha vuelto, parece que tenía razón. Y quizá le diera miedo contártelo.

—¿Por qué?

—Tú representas la ley. Quizá Danny estuviera metido en algún asunto turbio.

El enfado de Tyree se desvaneció.

—Supongo que es comprensible. Por cierto, he enviado la descripción que me diste de esos hombres a la policía estatal y a los sheriffs de otros pueblos. Pero a mí no me sonaban, y conozco a toda la gente de por aquí.

—Bueno, estaba oscuro y todo sucedió muy rápido. Tampoco es que los viera muy bien, así que mi descripción es aproximada. Pero pillé a Shirley Coombs fisgoneando en la caravana de Willie justo antes de que agredieran a Danny. Creo que buscaba algo.

—¿Cómo qué?

Stone le contó lo del bote de Tylenol.

—Y Josh Coombs murió víctima del disparo de su amigo, Rory Peterson, que fue asesinado en su despacho. Demasiadas coincidencias.

Tyree asintió.

—Hay muchos cabos sueltos —añadió Stone.

—Pero ¿cómo atarlos todos? Ese es el problema.

Stone se levantó.

—Me voy al hospital a ver a Danny y Willie.

—Bueno, dile a Danny que tiene que decidirse a contarme la verdad. Sólo con su ayuda llegaremos al fondo de todo esto. Y cuando su historia se sepa, esos matones no se atreverán a volver a acercársele.

—Se lo diré.

Cuando se disponía a marcharse, Stone se fijó en una escopeta de cañón largo que había encima de una mesa con una etiqueta.

—¿Qué es eso?

—La escopeta con que Debby se mató.

—¿Te importa?

—Adelante.

Stone cogió el arma. La sostuvo por la culata y luego por la boca.

Cuando volvió a dejarla en su sitio parecía perplejo.

—¿Qué pasa? —preguntó Tyree.

—No estoy seguro. Ya te lo diré.

Pero sí que estaba seguro. Él medía más de un metro noventa y tenía brazos largos. Había probado si con la boca del arma en la suya habría podido apretar el gatillo. A duras penas. Recordó la foto de Debby que Willie le había enseñado. Era imposible que la menuda Debby lo hubiera hecho.

Alguien la había matado.

Stone salió a la calle. Entonces se fijó en el letrero del edificio de una planta del otro lado de la calle.

«Servicios de Contabilidad Peterson».

Cruzó la calle y atisbó por una ventana. Vio un escritorio, archivadores y estanterías, además de una planta reseca. Daba la impresión de que habían vaciado el local. No se veía ningún ordenador, impresora o fax. Se percató de que algunos transeúntes lo miraban. Les sonrió y se marchó caminando tranquilamente. Volvió a cruzar la calle y fingió contemplar los escaparates. Pasó junto a la panadería y decidió entrar al ver a Bob Coombs junto al mostrador.

—Hola, Bob, ¿qué tal está Willie?

Bob sonrió.

—Los médicos dicen que volverá a casa muy pronto.

—Hoy iré a visitarlo. He estado utilizando su coche. Espero que no le importe.

—Después de lo que hiciste, puedes utilizar todo lo que quieras de él.

Bob pidió un café y unos donuts mientras Stone admiraba el mural a medio hacer de una escena pastoril en la pared de detrás de la caja registradora. Bob quiso invitar a Stone a un café, pero este rehusó.

—El otro día me encontré con tu nuera —dijo Stone en cuanto salieron a la calle—. Me dijo que el pueblo la culpa de algo. ¿Tienes idea de qué?

Bob ensombreció el semblante mientras daba un mordisco al donut.

—Fue por la muerte de Josh. Aquel dichoso día no tenía que haber salido a cazar. Shirley le había estado pinchando porque esa temporada no había matado ningún ciervo. Josh era buen cazador, pero lo cierto es que a Shirley le importaba un bledo comer venado. Se negaba a cocinarlo como Dios manda. Era su forma de bajarle los humos. Bueno, pues no paró de darle la lata y al final Josh se marchó solo esa mañana. Estaba muy disgustado.

—¿Cómo te enteraste de todo eso?

—Josh me llamó cuando se dirigía al bosque y me contó lo que había pasado. Al cabo de una hora mi hijo estaba muerto.

Cuando los dos hombres se separaron, Stone lanzó una mirada al juzgado. Había un Cadillac blanco aparcado delante en cuya matrícula ponía AEEJ. Stone se quedó paralizado al verla.

¿Por qué estaba Shirley Coombs en el juzgado?