15

El grandullón se quitó el sombrero y caminó con parsimonia hasta la mesa de Stone, Danny y Abby. Tenía el porte grácil y la complexión propia de un atleta nato. Por el camino estrechó la mano nudosa de algunos parroquianos y dio varias palmadas en la espalda, como un político ávido de votos.

—Hola, Abby —saludó cuando se paró en su mesa. Echó una mirada a Danny—. Pensaba que te habías ido a buscarte la vida por ahí, jovencito.

—Me distraje, sheriff. Ya me conoce, tengo poca capacidad de concentración.

El policía le dedicó una sonrisa.

—¿Eso incluye que te destrocen la cara? ¿Chico o chica?

—Si hubiera sido una chica, tendría rastros de pintalabios —dijo Danny con picardía.

—Volverá a marcharse pronto —dijo Abby—. O eso dice.

El sheriff se centró entonces en Stone.

—¿A quién tenemos aquí?

—Un nuevo amigo —dijo Danny—. Ben, te presento al sheriff Lincoln Tyree.

Este le tendió la manaza.

—Llámame Tyree, como me llama todo el mundo. Hay un montón de Lincoln en la familia. Como la mayoría de la gente de por aquí, los Tyree lucharon en el bando unionista. Encantado de conocerte.

Stone le estrechó la mano y advirtió que los dedos del hombre transmitían una gran fuerza, aunque no intentó aplastarle la mano. El apretón fue mesurado y seguro, nada agresivo.

Tyree apartó una silla vacía y se sentó, dejó el sombrero sobre la mesa y le indicó a la camarera que le sirviera una taza de café.

—¿Cuándo has vuelto, Danny?

—Anoche tarde u hoy temprano, según se mire. Me enzarcé en una pelea en un tren. Unos tíos me atacaron y Ben me ayudó. De hecho, los dejó a los tres fuera de combate sin que yo hiciera nada.

Tyree asintió hacia Stone con una expresión más respetuosa.

—Gracias. Todos nos preocupamos cuando Danny nos dijo que se marchaba. Aquí estamos bastante aislados. El mundo exterior es muy distinto de nuestro pueblo.

—Los lugares son diferentes e iguales a la vez —aseveró Stone—. En todas partes hay cosas buenas y malas.

Tyree rio por lo bajo.

—Bueno, espero que en Divine tengamos más buenas que malas, ¿verdad, Abby?

Ella cogió la taza de café y asintió con expresión ausente.

—Es un pueblo agradable, un buen lugar para formar una familia —dijo.

—¡Claro! —exclamó Danny—. Fíjate cómo he salido yo.

Abby se sonrojó y Tyree bebió un sorbo del café que la camarera le puso delante.

—¿Piensas quedarte por aquí, Ben? —preguntó luego—. No recibimos a muchos visitantes. La mayoría de la gente lleva aquí toda la vida. A diferencia de nuestro amigo Danny, tienden a quedarse en Divine hasta el día de su muerte.

Danny resopló.

Stone negó con la cabeza.

—Sólo quería asegurarme de que Danny llegaba sano y salvo a casa. Pronto me marcharé.

—Puedes quedarte si quieres —dijo Danny. Ese comentario hizo que tanto Abby como Tyree le miraran con incomodidad, algo que Stone percibió.

—No creo que encuentre nada que le haga quedarse —aseveró Abby.

—Nunca se sabe, mamá. A lo mejor Ben busca un poco de paz y tranquilidad.

Stone observó al chico. ¿Acaso le había leído el pensamiento?

—Gracias, pero me marcharé pronto. —Stone no pensaba quedarse y tampoco le atraía la idea de estar sentado junto a un agente de la ley, por muy pequeño que fuera aquel pueblo.

—Te agradezco lo que hiciste por Danny. Si quieres, puedes quedarte en la habitación de arriba esta noche —le ofreció Abby.

—Ya has hecho bastante por mí —respondió Stone—. Cama y un buen desayuno.

—Ben necesita un trabajo —dijo Danny—. Necesita algo de dinero porque lo echaron del tren junto conmigo.

—Seguro que te encuentro algo, Ben —se ofreció el sheriff.

—Te lo agradezco.

—¿Sabes? Podrías quedarte en la cárcel.

—¿En calidad de recluso? —preguntó Danny entre risas.

—En el catre del fondo —dijo Tyree un poco molesto—. Es muy tranquilo. Ahora mismo no hay ningún preso en el calabozo.

—Sí, están todos en Dead Rock —dijo Danny—. Hemos pasado cerca al venir hacia aquí. De noche se ve muy bonito —añadió con sarcasmo.

Tyree asintió.

—No me extraña que la hayan instalado en lo alto de una montaña en medio de la nada. Los de ciudad no quieren prisiones de máxima seguridad en el patio de su casa. Bueno, no me quejo, da trabajo a la gente y sabe Dios que lo necesitamos.

Señaló hacia la puerta cuando entraban dos jóvenes fornidos de uniforme azul que se sentaron a una mesa.

—Ahí tienes a dos de ellos. Irán a la prisión después de desayunar.

—Aquí uno sólo puede ganarse la vida trabajando en la cárcel o en las minas —dijo Danny. En cualquier otro sitio pagan una mierda.

Tyree lo miró con ceño.

—Venga, Danny, sabes que no es verdad. En esta misma calle hay varias tiendas a las que les va muy bien. La gente puede ganarse un sueldo digno en Divine, ir con la cabeza bien alta y ocuparse del prójimo. No puede decirse lo mismo de la mayoría de los sitios.

—Doy fe de ello —dijo Stone.

Se produjo una pausa en la conversación y les llamó la atención la tele colgada en la pared detrás de la barra; a Stone más que a los demás. Hablaban de unos asesinatos cometidos en Washington. El FBI estaba siguiendo varias pistas e interrogando a distintas personas. Y aunque no daban detalles concretos, parecía que se relacionaba el asesinato de Simpson con el de Gray.

—Espero que pillen a ese cabrón. Creo que se trata de algún complot terrorista —dijo Tyree.

—Unos cuantos árabes que ya habrán huido —dijo Danny riéndose por lo bajo—. Bueno, si vienen aquí los identificaremos enseguida.

—No te lo tomes a guasa, Danny. Esos locos intentan dominar el mundo. —Se tocó la pistola—. Pero ¿sabes qué? Si se presentan en Divine, se encontrarán con una buena demostración de lo que es la justicia americana.

Stone se giró hacia Abby.

—¿En qué podría trabajar?

Tyree se levantó y su vieja pistolera crujió ligeramente.

—Danny, ven a verme más tarde, ¿vale, chico? —No era una sugerencia.

Danny sonrió, asintió y volvió a centrarse en sus huevos fritos y el beicon frito con manteca.

—Hay que traer material de la trastienda —dijo Abby a Stone—. Poner el almacén en orden. Limpiar ventanas, fregar el suelo. Uno de mis lavaplatos está de baja, así que también puedes ayudar en la cocina.

Stone asintió, se limpió la boca con la servilleta y se levantó.

—Enséñame dónde están las cosas y pongo manos a la obra.

—¿No quieres saber cuánto vas a cobrar?

—Eso lo dejo en tus manos.

—Eres un hombre confiado —dijo entre risas Tyree antes de marcharse.

«No, no lo soy».

Mientras Stone seguía a Abby a la trastienda, la sonrisa de Danny se esfumó al ver que los cansados parroquianos lo miraban. Acabó de comer, apuró el café, se levantó de la mesa y se encaminó a la puerta. Antes de llegar a la salida, un hombre larguirucho se levantó de una mesa y le bloqueó el paso. Tenía el pelo grasiento, barba de tres días, la cara tiznada de carbón y una expresión que transmitía ganas de armar follón.

—Hola, Lonnie —saludó Danny—. Tienes una pinta horrible, como de costumbre.

—¿Otra vez por aquí? Me dijeron que te habías comprado un billete de tren. Que estabas harto de Divine. ¿No es así, muchacho? ¿No estabas harto de nosotros?

—¿No te has enterado? Tengo al FBI pisándome los talones por atracar ese tren. He venido aquí a ocultarme. Tú me encubrirás, ¿verdad?

—Muy gracioso —dijo Lonnie mientras se llevaba una cucharada de comida a la boca.

—Intenta encontrarle el sentido del humor a todo, Lonnie. Así la vida resulta más llevadera.

—¿Esta vez te vas a quedar o no?

—¿Por qué? ¿Vas a echarme de menos si vuelvo a marcharme? Mejor que te andes con cuidado. La gente podría pensar que tienes debilidad por mí, tío.

En las mesas cercanas rieron el comentario. Lonnie apretó los puños, pero Danny le tocó el hombro huesudo.

—Era broma, tío. No he decidido si me voy o no. En cuanto lo haga, serás el primero en enterarte. Ahora tengo que marcharme. Mientras estoy aquí de cháchara contigo, podría estar ganando miles de dólares ahí fuera en la gran ciudad de Divine.

Rodeó a Lonnie, que de repente se dio cuenta de que todas las miradas se posaban sobre él. Cuando la puerta se cerró detrás de Danny, Lonnie se sentó otra vez y con mirada desafiante escupió restos de comida en una vieja lata de café que había en el suelo.

Stone dejó varias cajas detrás de la barra. Había oído buena parte de la conversación. Desde luego, Divine era un lugar de lo más peculiar.

«Reúno un poco de dinero y me largo. Antes de que Gatillo Fácil Tyree descubra que yo soy el árabe huido».