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—¿Quería verme, señor? —preguntó Hemingway en cuanto entró en el despacho de Gray. Se rumoreaba que esa sala eran los únicos metros cuadrados del complejo del NIC donde no había vigilancia electrónica.

Gray, sentado tras su escritorio, le indicó que se acercara.

—Cierra la puerta, Tom.

Durante media hora los dos hombres trataron diversos acontecimientos geopolíticos que se avecinaban, el estado de varias crisis internacionales y la opinión de Hemingway sobre algunas operaciones de inteligencia en Oriente Medio y Extremo. Luego la conversación tomó otros derroteros.

—¿Qué ha ocurrido con los del Servicio Secreto que han estado hoy aquí? —preguntó Gray.

—He colaborado con ellos al máximo, señor, por lo menos lo que en el NIC se entiende por máxima colaboración. Espero haber hecho lo correcto al evitarle estar con ellos.

—Sin duda. ¿Quiénes eran los agentes que les acompañaron?

—Warren Peters y Tyler Reinke. Los dos son buenos. Se les asignó la representación de los intereses del NIC durante la investigación. Creo que estaban analizando alguna prueba encontrada en la escena del crimen para el Servicio Secreto.

—He hablado con el presidente sobre Ford y Simpson. No creo que vuelvan.

—¿Es verdad que Simpson es su ahijada?

—Sí. Jackie es la única hija de Roger Simpson. Fue un honor para mí ser el padrino de Jackie, aunque no sé si he dado la talla como tal.

—Parece que ha sabido arreglárselas muy bien sola.

—La quiero como a una hija. —Gray pareció un tanto incomodado por sus propias palabras y se aclaró la garganta—. Hemos abierto una investigación interna para aclarar la muerte de Johnson. El FBI participará.

Hemingway asintió.

—Será algo positivo. No creo que haya nada de que preocuparse, pero debemos disipar cualquier duda.

Gray lo miró de hito en hito.

—¿Y por qué crees que no debemos preocuparnos, Tom?

—¿Una casa y coches que estaban por encima de las posibilidades de Johnson? ¿Drogas encontradas en la casa? Parece claro. No es la primera vez que pasa.

—Es la primera vez que pasa aquí. ¿Conocías bien a Johnson?

—Igual que a cualquier otro supervisor de datos. Tengo que reconocer que era muy bueno en su trabajo.

—¿Cómo lo definirías?

Hemingway reflexionó un momento.

—Teniendo en cuenta el escaso contacto que mantuvimos, era un hombre cuya ambición sobrepasaba sus capacidades.

—Una percepción muy aguda sobre alguien a quien dices no haber conocido demasiado bien.

—Esa misma percepción podría aplicarse a la mitad de quienes trabajan aquí. A decir verdad, quieren ser como usted. Pero nunca lo serán y eso les molesta.

Gray se reclinó en el asiento.

—He examinado a conciencia el expediente de Johnson. No hay nada que indique que fuera a traicionarnos. ¿Estás de acuerdo?

Hemingway asintió.

—Pero podría decirse lo mismo de prácticamente todos los que han traicionado a este país. Tiene más que ver con la psicología que con las cuentas bancarias.

—Aquí hay otras personas que conocían mejor que yo a Johnson.

—He hablado con ellos —dijo Gray—. Y también con su prometida. Cree que el asunto de las drogas es una estupidez.

—Bueno, no es de extrañar que lo defienda.

—Tom, recuerdo que la centralización de todas las bases de datos de los servicios de inteligencia se concluyó hace cuatro años. ¿Es así?

—Sí, con la salvedad de que la integración de los archivos de la Administración de Seguridad del Transporte, dependiente de la Oficina de Antecedentes, Coordinación y Operaciones, se acabó hace poco. Fue por culpa de ciertos problemas con Seguridad Nacional, entre otros.

—¿Algún otro problema técnico en el sistema?

—No, y como seguramente recuerda, la parte de la AST era bastante sustancial. Incluía los programas Seguridad en Vuelos, Registro de Viajeros y el US VISIT entre otros. El programa US VISIT era especialmente delicado para nosotros porque contenía antecedentes detallados, huellas dactilares digitalizadas y fotos de viajeros extranjeros. Sin embargo, la Unión Americana de Libertades Civiles montó un escándalo y fue despotricando en todos los tribunales que quisieron oírles. Pero nos pertenecía y al fin lo tenemos. Antes, esos datos estaban repartidos entre una docena de departamentos sin integración viable, con solapamientos increíbles y duplicaciones, lo cual invalidaba buena parte de la información.

—Bueno, ese fallo fue uno de los principales motivos que posibilitó el 11-S —dijo Gray.

—Por cierto, tengo entendido que el presidente le pidió que asistiera al acto conmemorativo mañana en Nueva York.

—La radio macuto de la oficina es mejor que cualquier red de espionaje. Sí, me lo pidió y sí, rechacé la oferta. Como siempre, prefiero celebrar una ceremonia privada en homenaje a quienes perdieron la vida ese día.

—También he oído decir que va a ir a Brennan, Pensilvania.

Gray asintió, abrió el cajón del escritorio y extrajo un libro.

—¿Qué tal llevas tus conocimientos de la Biblia, Tom?

Hemingway estaba acostumbrado a los cambios de tema bruscos de Gray.

—He leído la versión del rey Jacobo. Junto con el Corán, el Talmud y el Libro del Mormón.

—Bien. ¿Qué punto en común encuentras en todos ellos?

—La violencia. La gente dice que el Corán incita a la violencia. No tiene nada que envidiarle a la Biblia. Si no recuerdo mal, el Deuteronomio está especialmente puntuado de mensajes apocalípticos. Matarás a golpes por aquí y por allá.

—Por lo menos es coherente. No obstante, el Corán insta a sus seguidores a no quitarse la vida, lo cual no concuerda con la idea del terrorista suicida. De hecho, no promete el paraíso sino que advierte de la condena en el infierno por quitarse la propia vida.

—El Corán dice eso refiriéndose a una muerte que no tenga relación con la causa de Alá; no se aplica a quienes mueren por su causa. Y hay suficientes referencias a matanzas de infieles en el Corán y también en los escritos, leyes y costumbres locales posteriores al Corán como para justificar que suicidarse matando infieles está autorizado. Y con respecto a quienes mueren por la causa, dice que no mueren en realidad y que sus seres queridos no deben llorar por ellos. Esa es la diferencia entre el islam y el cristianismo.

—Correcto. Pero también hay otra gran similitud entre las dos religiones.

—¿Cuál es, señor?

Gray apartó la Biblia.

—La resurrección de los muertos.