En los marcadores iba perdiendo el PSOE ya desde por la mañana, según los escrutinios a pie de urna, el Bustar estaba peor, un poco peor, resentido de la salida y el mitin, ha sido una locura, ha sido una locura, decía la señora María, olvidado ya el orgullo de ver a su hombre tan triunfador, el doctor Fernández recetó más cosas para la fiebre, no es más que una febrícula pero algo tenemos que hacer, Flavia nos hacía unas comidas vegetarianas muy ecologistas, pero yo le tiraba viajes al jamón de la despensa y, ya de la que iba, cogía una loncha para el Bustar, que se la tomaba a sorbos escondidos de vino, esto va mal, Asís, esto va mal, no lo digo por lo mío, que está sin remedio, lo digo por el partido, que está haciendo el ridículo, a mediodía llamó el alcalde, Bustar, maestro, hemos constatado, según nuestros ordenadores, que el otro día subiste el voto en el pueblo en casi un ochenta por ciento, si no fuera por la abstención, la jodida abstención, ganábamos por goleada gracias a ti, maestro, pero vamos a quedar muy dignos, de todos modos, y luego me decía el Bustar, después de colgar, la abstención, la jodida abstención, se han inventado eso que les sirve a todos, la abstención es como el mal tiempo, perjudica al toro y al torero, todos los partidos andan defendiéndose con el mordisco de la abstención, la abstención puede haber mordido en el PSOE, es decir, el voto de castigo —abstención o voto en blanco—, porque lo que no va a hacer nunca un socialista por muy decepcionado que esté, es votar a la derecha. Pero esa abstención se la han ganado ellos, con su falta de decoro político, y ahora el alcalde lo maneja como si la abstención fuese la lepra.

El Bustar se fatigaba de hablar y le dejé un rato con la ventana entornada, en tinieblas casi, con la tele sin voz y el teléfono en la cocina, descansando, en la cocina estaban la señora María y Flavia, claro, vaya vida que le estoy dando a la pobre Flavia, pensé, todo el día entre viejos y enfermos, a ver si pasa esto y volvemos a buscar nenúfares, en la cocina había más mujeres, esas vecinas de negro que son siempre como los cuervos y anuncian una muerte, de pequeño en el barrio, cuando yo veía en casa tanta tía de negro salía corriendo, alguien se tenía que morir y no quería ser yo el muerto, estuve oyendo la radio en la cocina, mientras ayudaba pelando unas patatas, si la Susan me hubiese visto pelando unas patatas, ¿no te da vergüenza, un socialista pelando patatas, pero es que eso es un hombre?, la Susan es que tenía una idea muy machista de los socialistas, a lo mejor por eso la gustaba el partido, porque da muchos garañones y sementales, estas cosas sólo se ven con el tiempo, la radio decía que era pronto para hacer pronósticos pero que el PP se manifestaba muy seguro de la victoria, no estaba yo tan seguro, uno se mueve todo el año entre los suyos, quitando el banco, y no comprende que pueda haber gente que vota al heredero de Franco, lástima que no hubiera media docena de Bustarviejos en el partido, hombres con decoro dispuestos a decir las verdades, Felipe asomaba en muy triunfador o no asomaba, debía de tener sus dudas, el doctor Fernández dijo que al enfermo le iba bajando la fiebre, las motos atronaban por la calle, que debía de estar llena de himnos y banderas, el enfermo pidió una sopa porque tenía hambre, eso es un buen síntoma, dijo el doctor, que venía de hacerse las uñas y le habían quedado primorosas, el doctor Fernández se enrollaba mucho con la manicura de turno, son unas chicas muy monas y con modales, te hacen el servicio completo, han aprendido en una academia, en Madrid hay peluquerías de dominicanas y panameñas, me acordé de Cruz la panameña, ¿estaría haciéndole las uñas a algún señor gordo como el doctor, y llorando su pena eterna sobre las uñas del cliente?, yo quería preguntarle al doctor si las manicuras follaban y a cuánto, una curiosidad, pero no sabía cómo entrarle, yo creo que a veces se llevaba una panameña a San Sebastián y a Bilbao, bien trajeadas, viviendo a lo grande de lo que él ganaba en la ruleta, que iba tipo jornalero, o sea, que levantaba las primeras veinte mil y lo dejaba, era un jugador frío, sin vicio, con menos de cien mil cubría todas las apuestas, de modo que en una le tocaba seguro, o en dos, y ese beneficio diario era una rentita para añadir al sueldo de médico y mantener a una panameña, que comían como lobas y se vestían a la moda, o eso creían ellas, porque era la moda española de la posguerra, los cuarenta y eso.

Después de comer la Flavia y yo nos fuimos a su casa, que ella tenía que preparar el aula para el lunes y barrer un poco sobre lo que había barrido la asistenta.

—Flavia, amor, estamos llevando una vida de viejos, con esto del Bustar y las elecciones y toda la hostia, yo te prometo que…

—No me prometas nada, Asís, estoy encantada y aprendo mucho, creo que la ecología podría cambiar la vida de estas gentes, todo, de arriba abajo, desde el tratamiento a Bustarviejo hasta el régimen de comidas, el ecologismo es una revolución posterior al socialismo, ya ves dónde se está quedando tu amado socialismo, y perdona.

—¿Y los valores, Flavia, y los valores?, el socialismo es un repertorio de valores humanos, no consiste sólo en ganar o perder unas elecciones, ni en comer más sano.

—El ecologismo es un socialismo, Asís, ¿no lo comprendes? ¿Y cuáles son esos valores que tú dices? Comprendí que íbamos a tener nuestra primera bronca, que sale por cualquier cosa, como salió por una camiseta cuando la Susan, de modo que me llevé a Flavia a la cama en brazos, aunque era grande, que la cama lo resuelve todo, por lo menos en los primeros tiempos, mientras hacíamos nuestras cosas los cabrones de las motos seguían atronando el pueblo y por las rendijas entraba con el sol un reflejo amarillo y rojo de banderas.