Según la señora María, Bustarviejo se hallaba mejor y había dejado la pipa por orden del médico, de modo que una tarde me pasé y allí estaba el Bustar, sentado en la cama, con libros y periódicos, tenía mejor aspecto, otro carácter, y yo, sentado al lado de la cama le conté cómo iban las cosas, que la Susan había despedido a la panameña, o sea, una puerta total, quizá así era mejor, porque yo ya me iba encaprichando demasiado, la señora María, entre los cincuenta y los sesenta, era una viuda guapa, con la melena corta y ondulada a la antigua, como las del cine mudo, la moda de sus tiempos, se conoce, el Bustar y ella ya no tenían amores, pero se veía que le cuidaba y atendía con esa cosa que ponen las mujeres cuando quieren, nos trajo unos comistrajos de jamón y un vino viejo como de convento, y luego nos dejó solos, que vivía al lado, ya se ha dicho, el Bustar hablaba con la pipa apagada entre las manos:
—Efectivamente, Asís, lo de la panameña era una tentación, pero tú estás todavía en la edad de las tentaciones, comprendo que la eches de menos, pero ha sido un revulsivo para la Susan, la ha despedido por salvar el hogar y porque una mujer como la Susan no consiente que le quiten a su hombre, una tigresa es lo que es la Susan. Como sabes, la panameña tenía el peligro de los sindicatos y todo eso, da como un poco de risa, tú y yo, tan socialistas, manifestando miedo a los sindicatos, la burguesía es así, amigo, en cuanto haces una concesión ya las has hecho todas, primero coges criada y luego te enfrentas a los tuyos, no hay que cruzar la raya, Asís, nunca hay que cruzar la raya, ya ves esta casa, libros y papeles, ni un adornito burgués, tú has estado a punto de pisar la raya, pero nuestros compañeros la han pisado hace mucho tiempo, y cada día van más lejos.
—Felipe el primero —dije.
—Tampoco es eso. Yo no sé si Felipe es el primero o el último. En todo caso, le encuentro culpable por omisión. Hay abusos y desviacionismos que él no corrige o incluso fomenta. El partido va perdiendo el respeto de la gente. Esto no lo dicen los periódicos. Los periódicos sólo quieren jaleo y escándalo y vender, pero aquí lo grave es que el partido va perdiendo el respeto de la gente, y después del respeto se pierde el voto, con el tiempo me lo dirás, si es que llego yo a las elecciones, que estoy a punto del enfisema.
Y el Bustar miró la pipa como se mira el cuerpo de una mujer que nos gusta y que va a ser nuestra perdición, como miraba yo el culo de Cruz la panameña como si dijéramos.
—Aquí la suerte es que no tenemos derecha, Asís, la derecha no le coge la postura a la democracia, están acostumbrados a manejar el látigo y no saben ganar al enemigo en noble lid.
Fraga y ahora sus chicos no aciertan con el punto de la democracia. ¿Te has fijado que Fraga cada día los pone más bajitos?, primero Verstrynge, que era un suspirillo germánico, como habría dicho don Marcelino. Luego aquel Hernández Mancha, un peso ligero que se llevó el viento. Y ahora este Aznar de Valladolid, de los aznares franquistas. Este Aznar tiene una cosa de flecha o balilla o como se llamasen aquéllos, los falangistas bajitos de la posguerra, tú quizá no los has alcanzado, quiero decir que el hombre le echa voluntad, insistencia, esfuerzo, es un funcionario aplicado, un funcionario del Estado, me parece, el típico hombre que ganó unas oposiciones duras y cree que el país se lleva igual, con constancia y aplicación, cuando la política es todo lo contrario, y si no mira Felipe, la política es labilidad, alacridad, mentira, si quieres, pero mentira honrada, digamos, y graciosa, sobre todo graciosa. A la izquierda nos ha faltado humor durante muchos años. Este socialismo renovado, quizá porque todos son andaluces, le ha puesto una punta de gracia a la cosa, lo malo, es decir, el peligro, es que todo se quede en la gracia o algunos se pasen de graciosos.
Y el Bustar tosió un poco, había hablado demasiado y a veces se resentía, a ver, se le pasó con el vino.
—¿Quiere usted que llame a la señora María? —y de pronto le trataba de usted, como si estuviera muy grave, pero me dijo que no con la cabeza, dejó la pipa en la mesilla, como apartando tentaciones, y parecía muy dispuesto a seguir hablando, que era un libro abierto, qué gloria de hombre, qué manera de hilar la parla.
—La derecha tiene un sentido patrimonial de España, Asís, nuestro partido está gobernando regular, pero de momento tiene los votos asegurados porque la derecha conservadora o fascista no entiende el juego democrático. Esto es como jugar al ajedrez con uno que no sabe ajedrez, que le ganamos todas las partidas, claro.
—Pero dicen que con el tiempo se aprende, Bustar.
—En efecto. Y ese mismo jovenzuelo, Aznar, si sabré yo de los aznares, está cambiando, le encuentro más seguro por la televisión, va con la lección aprendida, tiene la dureza de los niños bien, que siempre han mandado en España.
La televisión. Bustarviejo tenía la tele encima de un cajón, tapada con una toquilla que quizá era de la señora María, y yo creo que sólo la destapaba para ver la cosa política, los telediarios, las Cortes y eso.
—En el banco tengo yo algunos de esos que dices, Bustar, precisamente los más jovencitos y los de mejor carrera, cualquier día despegan para la política, pero les oyes hablar y te entra como miedo, no hablan para nada de democracia, sólo de la fuerza y hasta de los fueros, cualquier día cogen las pistolas, falangistas o no, son de los que sacan la bandera española en cuanto hay una movida, que quieren hostias, o sea, sólo les falta aquello de que las urnas están para romperlas.
Hay violencia en esa juventud, Bustar, y Aznar está siempre como enfadado.
Volvió a entrar la señora María, que tenía llave, como indicándome que estaba cansando al enfermo, andábamos a mediados de junio y la luz daba mucho en la habitación de mi amigo, la próxima tertulia en el bar, me dijo Bustarviejo, perdón, pero se me ha hecho un poco tarde, que se me ha ido el santo al cielo, es que no sabe usted cómo habla este hombre, señora María, pues claro que lo sé, hijo, pues claro que lo sé, pico de oro, por el pico me cogió a mí, ya viuda, aunque igual me habría enamorado casada, huy, qué cosas digo, le di la mano al Bustar y la señora María salió conmigo, le di dos besos en las mejillas todavía muy sanas, que olían a colorete, qué suerte encontrar una mujer así en la vida, qué diferencia de otras, la señora María es una mujer dulce, como yo digo.