Un sábado por la tarde cayeron por el pueblo Fernando Morán y otras figuras del partido, que andaban de campaña, una campaña de segundo orden, fuimos a oírles todos los de la sede, claro, que hablaban en el Parque Deportivo, yo iba con Bustarviejo y la Susan, que no era muy de Morán, estos políticos viejos no nos llevan a ninguna parte, el socialismo es cosa de jóvenes, y lo decía mayormente para que lo cogiese el Bustar, pero el Bustar ya la había conocido a la Susan y pasaba de ella con una sonrisa dulce que se le perdía entre la barba, el socialismo, con cien años, cosa de jóvenes, Bustarviejo, cuando llegamos dando un paseo, se acercó a saludar a Morán y luego nos presentó, aquí Asís, un compañero, y aquí su señora, Morán trataba al Bustar con verdadero afecto y se fumaron una pipa mientras aquello empezaba, la Susan y yo nos sentamos en dos sillas de tijera, cerca de la tribuna, y ella quería ponerse indiferente y que se la notase, pero yo le dije digo, mira, Susan, un partido con más de cien años no puedes decir que es sólo cosa de jóvenes, o sea, cosa nuestra, estos viejos ya hicieron su trabajo, desde la guerra, y ya ves que siguen en la brecha, son un ejemplo a seguir, hablas como un gobernador civil, Asís, me suelta la Susan, que no se da a razones, pero el graderío estaba a tope, muchos globos, mucho gentío y mucha chiquillería haciendo malabares por la viguería de aluminio, aquí se respira socialismo, dije, con una frase que le había oído al Bustar, y todos comíamos palomitas y bebíamos pepsi, o sea, en plan americano, en algo se tiene que notar que Calvo Sotelo nos metió en la OTAN, aunque por la puerta de servicio, esto va en cachondeo, claro, lo cual que empezó el rollamen, una presentadora muy mona que más parecía del PP, salvo lo bravita que era hablando, y luego las mujeres socialistas, que hay que ver cómo se saben la lección, están muy placeadas, y yo notaba por el rabillo que a la Susan esto le entraba, que tenía como envidia sana de aquellas camaradas, unas jóvenes y otras entradas, que, sin renunciar a nada, estaban haciendo socialismo de verdad de la verité por los barrios y pueblos de Madrid y así todo el año, al final subió a la tribuna Morán, con la melena gris y despeinada, con los bolsos abolsados y los pantalones un poco flojos, movía muy bien la mano derecha, accionaba con calma y sabiendo lo que se hacía, y de repente se ponía cabreado y las masas rugían de entusiasmo, era emocionante, oyes, ver al vecindario, los de la tele y el mus, aplaudiendo a un señor abogado o lo que sea Morán, catedrático o escritor, enterándose de lo que decía tan bien dicho el socialista intelectual, que había tenido el detalle de sentar a Bustarviejo en la tribuna, con los otros mandas, yo esperaba que Bustarviejo hablase, tenía muchas cosas que decir, pero a hablar no le invitaron y él se limpiaba las gafas con un papel como si fuera a leer algo de un momento a otro, la Susan tenía una lágrima en el lagrimal, la Susan es una sentimental.

Terminado el acto, nos quedamos allí unos cuantos, con los de Madrid, y bastante público, y pasaron unos canapés, queso y vino mayormente, algo de jamón, y Morán y el Bustar volvieron a hablar, ponían cara de circunstancias y seguramente Morán tampoco estaba de acuerdo con lo que estaba pasando, lo que algunos periódicos llamaban la corrupción en el partido, o la despedida de Alfonso Guerra, que luego hablaríamos el Bustar y yo de eso, cuando la Susan se fue a casa a hacerse sus depilaciones de los sábados, que antes de que se fuera le dije yo, digo, parece que el viejo te ha emocionado y que las chicas le quieren, y decía la Susan a mí me ha gustado ver a esas mujeres luchando por sus derechos, que son los míos y los de todas las españolas, mayormente las casadas, que los maridos nos tenéis hechas unas esclavas, tú no puedes quejarte, Susan, anda, anda, que ya te veo metiendo mano a la panameña mientras yo en Madrid trabajo como una desgraciada, cualquier día dejo el trabajo y el hogar y me dedico al partido, como ésas, que no hay más verdad que la política, harta me tenéis a mí los maridos y los jefes, anda con el Bustar a llenarte de vinazo y no vuelvas tarde, los sábados la Susan estaba como más tratable, todo el fin de semana, conste que lo digo por decir algo, pero qué tendrá el partido que se le mete a uno dentro y ya no puedes vivir sin él, si no fuera por el partido yo sería un desgraciado solitario, un perro, hace más compañía el partido que la Susan y la Cruz y todas.

Ya en el bar, a Bustarviejo le vi preocupado por lo de Guerra, que acababa de cesar o ser despedido o algo:

—Mira, Asís, estamos asistiendo a una constante de la historia. Olivares prescinde de Quevedo cuando se le antoja. Y, por venir más cerca, Alfonso XIII prescinde de Primo de Rivera cuando ya le resulta incómodo. El caso de Carlos V, agachándose a recoger el pincel caído de Tiziano ya viejo, es un caso que hace excepción. Franco prescinde de Serrano Súñer cuando le molesta y así sucesivamente. Felipe ha prescindido de Alfonso Guerra, no por lo del hermano, que cosas más graves se han visto y se verán atenuadas por la mano de Felipe. A Alfonso se le despide porque la criatura siempre se vuelve contra su creador, y Felipe es creación de Guerra, quien le lleva al teatro, en Sevilla, y luego le hace comprender que su manifiesto porvenir político, indeciso a esa edad, está en el PSOE. Quizá sin Alfonso, Felipe hubiera caído en otras tentaciones, como el comunismo de Carrillo, que era la más fuerte por entonces. Pero Guerra es ya otro Felipe, el revés del jefe, y un jefe, llegando donde ha llegado, no puede tener un doble, porque los dobles traicionan, como los «negros» en literatura. Pero Guerra se lleva consigo toda una corriente, eso que ya llamamos el guerrismo, y en la que pudiéramos situar, por arriba, a Fernando Morán, con quien acabamos de departir esta tarde. A mí me parece, Asís, que estos cismas dentro del partido y del Gobierno, aunque sean pequeños, comienzan a erosionar la totalidad que somos o que éramos, y algún día hemos de pagar todos lo que se ha hecho con Guerra, el primero, Felipe, que tenía en su amigo un elemento electoralista de gran eficacia, quien ganaba las elecciones era Guerra y quien triunfaba era Felipe, que son cosas distintas, ahora veremos a ver lo que pasa, y no te explico todo esto porque no seas tú avizor y no las veas venir, sino porque la historia del PSOE renovado está por escribir y yo, como ya soy viejo para hacerlo, te la cuento a ti y a quien puedo, por echar a volar la verdad.

El Bustar bebía esa tarde whisky con leche, por la acidez de estómago, y yo también lo probé y estaba bueno, aunque lo nuestro era el vino negro, el vino de las tabernas, como había leído yo en las poesías de Machado que me regalara mi amigo, cuánto se ha escrito y qué bueno todo, me decía yo, y luego pensaba en la oratoria del Bustar, o sea, los párrafos, qué mal destino le han dado a este sabio sus compañeros, me dije digo, y el Bustar se soltó entonces una frase que no entendí, pero que sonaba bien:

—Somos como el Lazarillo y su ciego, Asís. Yo ciego por lo miope y tú mi lazarillo y Lázaro mismo por lo callado y avispado, ya me entiendes.

La verdad es que no pillé nada, pero me gustó.