El tío belicista
(Carta enviada al Monitor por su tío, transcripta sin correcciones.)
«Querido sobrino:
Estoy profundamente apenado por la destrucción sistemática a que está siendo sometida nuestra patria, y por la suerte del mundo cuando caiga en manos de estos tipos.
Hace muchos años, no sé si lo recordarás, te envié otra carta donde criticaba tu gestión. Ignoro si tenía razón en aquel momento, pero con la misma franqueza de entonces te envío ésta. Quiero que sepas que no te culpo de nada. Antes al contrario, me apresuro a asegurarte que en mi concepto —y ya no te hablo como pariente sino como ciudadano— has hecho lo que has podido. Tu lucha la llevaste a cabo frente a fuerzas muy superiores, y lo extraño no es la derrota, sino la verdad incuestionable de lo lejos que llegamos no obstante, pese a la pobreza de medios y lo escaso de nuestra población. Esto ni tus peores enemigos lo podrán negar, según creo.
No obstante —¡oh, contradicción!—, te diré que cada vez entiendo menos que hayamos perdido la guerra. Una tragedia tan inmensa. Me consuelo algo pensando que por lo menos el hijo de puta del Soriator se murió antes. Se murió pa’ siempre sin poder entrar en Monitoria como esperaba. Algo es algo.
De las atrocidades cometidas por rusos y sorias con nuestras mujeres, asesinatos en masa, “marchas de la muerte” y otros chichis, como decís vos, mejor ni hablar. Nuestros enemigos deben creer que el mundo es de tarados, espásticos y bobos, y yo creo que tienen razón. Pero el peor de todos es el bolichero ése que tiene el almacén en Velolar, capital de Exaspirifacia. Es lo más cara rota cínico que ha conocido el mundo. Las atrocidades de los sorias —infinitamente peores que las de los soviéticos, lo cual ya es decir—, transcurren ante el más olímpico silencio mundial, incluida la más alta jerarquía exateísta, que antes, cuando nosotros ganábamos, lanzaba sus “gemiditos” de angustia como le pegásemos una cachetada a un saboteador. Debe ser nomás como vos decís, que el Antiser existe y lo posee, porque sólo así se explica. Toda la guerra; y ya de antes, se la pasó rogándoles a Monocateca, Bitecapoca o como quiera que se llamen esos Dioses rarísimos, para que perdiésemos.
En otro orden de cosas. Todavía me parece ver a un tío jugando con un sobrinito a las escondidas en la plaza de Retortillo. Todavía me parece verlo y hace cuarenta y cinco años. El mes que viene cumplís cincuenta, si no me equivoco. Y yo ochenta dentro de tres. Hace un rato pensaba que en las fechas adecuadas intercambiaríamos pésames. Ahora, por el contrario, pienso que más que nunca debemos felicitarnos. A los dos nos costó mucho llegar a nuestras edades. Sobre todo a vos.
Te mando esta carta para expresarte mi apoyo moral, aunque ya sé que mucha utilidad no puede tener. Pero aunque no sirva para un carajo, igual quiero decirte que estoy a tu lado sin flaquezas en esta hora terrible.
Te abraza tu tío Enrique, alias Quico (apenas; me parece que por esta vez voy a suprimir el jocoso “Quicotón” de otras cartas).
Ciudad de Politectoria.
Tecnocracia Central».