CAPÍTULO 133

El Kratos de Campo de Marte

Mientras el cuerpo principal del ejército de invasión se dirigía a marchas forzadas a Omsk, en el Frente Central, el Monitor nombraba Kratos de Campo de Marte a un eficiente técnico: Eusebio Aristarco Iseka. Cuando este hombre se hizo cargo de la producción armamentista —desde el principio demostró tener las ideas claras acerca de su cometido—, dispúsose de inmediato a efectuar una racionalización de la producción. Según él la mencionada podía aumentarse de manera considerable mediante algunos simples expedientes: suprimir el derroche, centralizar las órdenes respecto a lo que debía o no ser producido, utilizar todos los potenciales a la vez dentro de una auténtica economía de guerra, y distribuir mejor los esfuerzos. Además, las investigaciones referidas a nuevas armas debían estar a exclusivo cargo de Campo de Marte, y no de dos o tres Monitorias como hasta la fecha. Carecía de sentido que varios complejos, sin conexión entre sí, estuviesen gastando dinero y esfuerzo para la misma mejora en una nave aérea, cuando mucho más sensato sería poner toda la energía en el mismo punto.

Y ésta fue la carta que el flamante Kratos envió al Monitor, en momentos que los ejércitos de la Tecnocracia intentaban desesperadamente llegar a la ciudad de Omsk:

«Tengo conciencia, mi Monitor, de que la producción puede ser duplicada. Pero, antes de lograrlo, es indispensable que me dé plenos poderes para, entre otras cosas, echar a patadas a todos los delirantes de las distintas Monitorias, prohibir expresamente todo gasto innecesario, reducir la burocracia a simples órdenes verbales y darme la suficiente autoridad de dictador económico, a fin de lograr que se me obedezca sin rechistar.

Deberán terminarse para siempre los proyectos soñadores para destruir a los sorias en un minuto y otros parecidos. Gran cantidad de dinero, técnicos y máquinas electrónicas irreemplazables, están al servicio de investigaciones estúpidas, tales como verificar cuántas toneladas de pájaros vivos hay en el gran cinturón de pájaros, existente al sur de Soria, occidente de Rusia y norte de Tecnocracia; esto, para mencionar sólo una de las tantas iniciativas descabelladas.

Todo ello debe terminar. Es un lujo que ya no podemos permitirnos. Incluso debimos empezar hace mucho tiempo con una verdadera economía de guerra.

Por estas razones ahora se está frenando nuestra ofensiva, en momentos que necesitaríamos plenas fuerzas para asegurar la victoria al este de los Urales. Por el contrario, mi Monitor, los rusos e inclusos los mismos sorias, producen sin cesar nuevas armas y equipos, avituallamiento, y aseguran una eficiente comunicación para sus transportes.

Esta grave situación irá empeorando a cada minuto que transcurra. Urge tomar las providencias necesarias.

Con respecto a las indispensables medidas que reclamo, Excelentísimo Señor, únicamente puedo decirle: es de esperar que ya no sea demasiado tarde para tomarlas, y que la polaridad de fuerzas no haya invertido el proceso a costa nuestra en forma irreversible. Así de grave es el momento que nos toca.

A mi leal saber y entender, aún estamos a tiempo de establecer una verdadera economía de guerra. Pero para, ello la guerra debe ser integral, y no únicamente en los discursos. Debe terminarse con la producción suntuaria. Poco me importa a mí si la bañadera del Kratos de Seguridad Interna (o la mía) pierde o está intacta.

Perdone, mi Monitor, que le hable en esta forma. Pero es necesario que por lo menos uno le haga conocer la verdad. Miles de hombres trabajan en la producción de artículos suntuarios; hombres que hacen muchísima falta en los procesos de armamentos. ¿Que las señoras se van a quedar sin máquinas de coser? Pues entonces que cosan a mano, como nuestras abuelas. No se puede tener misericordia, así como el enemigo no la tendrá con nosotros si perdemos.

Incluso los artículos de simple consumo deben reducirse por lo menos en un treinta por ciento. Yo bien sé que si volcamos excesivamente nuestros esfuerzos en la producción de armamentos, saqueando del todo a los procesos industriales comunes, el resultado será que nos quedaremos sin infraestructura que apoye a dicha producción armamentista. Pero es preciso llegar al límite.

Vea usted, mi Monitor, cómo hacen los rusos o nuestros amigos los sorias: han restringido el consumo, la cantidad de alimentos y bienes menores, hasta casi el nivel de un campo de concentración. ¿Que a nuestro pueblo, acostumbrado a otras comodidades no será posible convencerlo de la necesidad de un sacrificio? Si tendrán que hacerlo más adelante y de todos modos. No empecemos a hacerlo cuando el ruso y el soria golpeen a nuestra puerta, sino ahora, cuando estamos ganando.

Ésta es nuestra última oportunidad.

Se debe terminar la historia de colocar vagones comedor, necesarios para enviar aprovisionamientos a través de las distancias inmensas de Rusia, al servicio del funcionario tal o cual, para que esté cómodo o evitar que se deprima. Al Estado qué le importa si él se deprime, cuando mueren miles de hombres en el frente.

La producción de astronaves de combate puede ser elevada en un 50%. La de cazadores blindados, en un 300%. Fusiles láser, 500%. Cañones láser, 200%. Armamentos varios, 300%. Mejoras en nuestras líneas de aprovisionamientos, 100%.

Con firme confianza en la victoria final, lo saluda:

Eusebio Aristarco Iseka,

Kratos de Campo de Marte.

Tecnocracia. Monitor. Triunfo».