CAPÍTULO 117

Rumores en el frente y altoparlantes sorias

En la soledad marciana de los distintos frentes, los soldados a veces contaban historias aprovechando los momentos en que la falta de actividad por parte del enemigo se lo permitía.

Los combatientes tecnócratas del frente ruso y aun los de la línea de fuego con soría, sentíanse tan lejos de la patria que, a veces, tenían la impresión de estar luchando en otro planeta, contra un adversario venusino. Si a los circuitos defensivos de los campamentos hubiesen tratado de penetrar seres cubiertos con escamas y un solo ojo como los cíclopes, empuñando lanzas de rayos como en las historietas de Flash Gordon, no les habría extrañado en absoluto.

Ya se dijo en su momento que las tropas tecnócratas estaban bien equipadas para resistir el invierno ruso. Las providencias científicas, en esa ocasión, llegaron al preciosismo; para evitar que los soldados muriesen congelados al bajarse los pantalones para hacer sus necesidades habían adaptado una especie de bolsas dentro de los equipos de plástico que constituían los uniformes. Luego de utilizadas no tenían sino que reemplazarlas por nuevas. Todo carísimo.

Sin embargo les resultó imposible inventar cosa alguna contra la soledad y la frustración. Las tropas no podían comprender que la guerra no se ganase habiendo llegado a los Urales. La destrucción de miles de astronaves de combate y tanques rusos —Evtushenkos I en número incontable, e incluso los legendarios y mortíferos modelos II y III— les constaba por propia corroboración personal. No se trataba de propaganda política. Vieron a cientos de miles de soldados soviéticos derrotados, con las cabezas gachas, dirigirse a retaguardia para su internación. Y sin embargo la guerra no tenía fin. Los rusos, lejos de rendirse, estaban más fuertes que nunca. Penetraron en Rusia como un relámpago, conquistando en algo más de tres meses ciudades históricas del país enemigo: Minsk, Kiev, Smolensko, Moscú, Leningrado, Volgagrado, Novgorod, Arkangel y Astrakán. Toda la URSS eurisbérica estaba en manos tecnócratas.

Pero los rusos no se rendían.

Y quedaba la Siberia gigantesca, llena de usinas, laboratorios secretos y fábricas subterráneas. Más allá de los Urales se extendía un territorio cinco veces más grande que aquél.

Los soldados tecnócratas estaban desconcertados. Les parecía haber bajado de naves espaciales, siendo unos pocos, para intentar la empresa inconcebible de ocupar todo un planeta hostil del sistema Rigel, a años luz de la Tierra.

En el frente soria las cosas no iban mucho mejor, ni eran menos intensas las sensaciones de incredulidad y extrañeza, a pesar de que los combatientes de esta línea de fuego estaban mucho más cerca de la patria. Las tropas del frente soriatecnócrata no lograban encajar el hecho de que, si en Rusia los ejércitos habían avanzado tanto, no pudiesen ocupar Soria que tenía menor extensión y poderío. Ocuparon la mitad del país, no obstante las líneas no se movían desde hacía largos meses. Según ellos el peor error fue dar a los sorias —incomprensiblemente— el tiempo que necesitaban para recuperarse.

A veces, en uno de esos fenómenos tan comunes en el frente, se propagaban ondas, rumores falsos, que nadie podía determinar quién inició. Se decía por ejemplo: «Parece que ahora la cosa va en serio. Vienen ejércitos de la Tecnocracia para hacer punta de lanza. En un mes tomamos el nido del Soriator». Estos rumores producían al principio un gran entusiasmo en los combatientes, pero cuando pasaban dos, tres meses y los ejércitos no venían y ni se hablaba de atacar al enemigo, la más negra desesperación apoderábase de los hombres. Hasta los oficiales llegaban a creer estas mentiras, no pudiendo evitar el consiguiente deterioro de su moral y de su capacidad de resistencia.

Los sorias, en cambio, con altoparlantes pasaban marchas militares desde donde los tecnócratas pudiesen oírlas y, cada tanto, interrumpían los programas para burlarse del enemigo:

«Soldados tecnócratas: ¿Qué pasa que no siguen avanzando? ¿No decían sus oficiales que iban a conquistar Soria en un mes? ¿Cuántos hombres ha perdido esta semana tu batallón, soldado del batallón 48, de la división tercera, del cuarto ejército? ¿Quieren que les leamos la lista de bajas del último mes?

Claro que comprendemos que ustedes ya saben, pero se la leeremos para que vean que nosotros también la sabemos. Cabo primero Eduardo Iseka. Sargento ayudante Efraín Tiburcio Iseka. Capitán Eleuterio Sosa Iseka. Soldados Roberto Pedro, Jorge, Toranzo, Pablo Emeterio y Luis Alberto Iseka. Nueve nombres en sólo un mes y únicamente para el batallón 48, de la división tercera, del cuarto ejército. Y eso porque el frente está en calma. Pronto los atacaremos. Si nueve hombres murieron en un solo batallón con un frente tranquilo, ¿han pensado ustedes en cuántos soldados murieron el mes pasado en todo el frente soria? Y eso que casi no se combatió. ¿Saben cuál es el promedio de los soldados tecnócratas muertos en los últimos meses de fuego? Pregúntenles a sus oficiales. Ellos saben. Pregúntenles. Díganles que dejen de hacerse los tontos. ¿Y en el frente ruso? ¿Creen que podrán conquistar un país como la Unión Soviética, si ni siquiera pueden ocupar Soria, que es más chica?

Pero ustedes no son culpables. La culpa la tiene ese Monitor suyo, que se da la gran vida en Monitoria mientras ustedes se están matando. ¿Qué porvenir le puede esperar a vuestra Patria en manos de un hombre que fue lo suficientemente loco, como para hacerle la guerra a la Unión Soviética y a Soria al mismo tiempo? Niéguense a combatir. Ríndanse y los trataremos con consideración, de acuerdo a las leyes de Ginebra. No sigan haciéndoles el juego a los tecnócratas. Pero ríndanse ahora, porque si no lo hacen deberemos pensar que son técnicos ustedes también y ya no los trataremos consideradamente.

Les damos un tiempo para pensarlo. Nosotros no los invadimos a ustedes. La Unión Soviética tampoco. Son ustedes los que se largaron a esta lucha criminal y suicida, masacrando al heroico pueblo de Chanchín del Sur y ocupando Chanchín del Norte.

Y ahora vamos a leerles el fragmento de un poema escrito por uno de nuestros juglares, quien se suicidó por no poder soportar el horror de la guerra que se avecinaba.

Canciones de la gesta de Soria

“Tú amaneces, Soria,

con la violenta furia de la belleza,

Tu hijo va a cantar la marcha del pueblo,

la marcha de la sangre.

¡Ay de aquél que invada la tierra de Soria!:

en nuestra patria encontrará la muerte

y su nombre será por siempre borrado

y de sus ejércitos no quedará ni el recuerdo.

Escucha, extranjero:

tus tanques arderán como un bosque”».

Silencio en los altoparlantes.

De repente y sin que nada lo hiciese esperar, comenzó a caer una lluvia de cohetes sobre el batallón 48, de la división tercera, del cuarto ejército. Después otra vez el silencio, y al cabo de un rato, los altoparlantes recomenzaron su desgaste ideológico.

Así, todos los días.