ARNALDUS EL ENORME
(El astrólogo brujo de la Tecnocracia)
La fecha más propicia para el operativo «La patada del ave zancuda de alas blancas y cuello…», con precisión de hora, día, mes, año, minuto y segundo, fue establecida por un personaje casi tan legendario como Decamerón de Gaula: el astrólogo brujo Arnaldus, llamado también Arnaldus el Enorme, o Supermaestro. Si alguien dijo cierta vez en la Tecnocracia que Wagner era el Mozart de los músicos, Arnaldus merecería por lo menos haber sido considerado el Monitor flaco de los astrólogos. Pues era flaquísimo, en efecto. Sostenía ante sus admiradores —y admiradoras: hermosas negras caderudas que se levantaba en plaza Francia con la excusa de leerles las líneas de las manos—, que sus especialidades eran dos: la astrología y la cocina. Preparaba cosas tales como empanadas de gofio, ranas en su tinta, repollos prensados y cortados en rodajas para servirlos como canapés, milanesas de orangután fritas en aceite de óleo calcáreo —pues decía que así, al tiempo que las preparaba las iba sacralizando—, entradas «para ir picando» de manganeso, y lechuga mezclados con berberechos hervidos en agua de kinoto, ojos de tucán rellenos con hormigas coloradas, y —ésta, su pièce de résistence—, en una deliciosa variación del milenario plato chino de hongos con brotes tiernos de bambú, él había inventado el «Hongo a la Arnaldus» consistente en hongos con chala seca de choclo, bien picada. Podríamos hablar de otras expediciones punitivas suyas en él reino de las artes culinarias, tales como postre de manzanas fritas con ajo, gallina a la cazadora con plumas y todo, pero además con las plumas hacia adentro: todo bien cosido con aguja e hilo y hervido, para así dar una deliciosa sorpresa al invitado cuando éste la trinchase. Etc. Abrumaba al Monitor con sus postres y «platitos», como los llamaba y, en plena consulta astrológica de guerra, insistía en hacerle probar primero al jerarca una de sus creaciones. Por alguna extraña razón el Monitor parecía tener más urgencia por las artes planetarias de Arnaldus que por sus aplastantes victorias militares en el Frente Central de la cocina. Y si por ejemplo el Jefe de la Tecnocracia le preguntaba sumamente preocupado quién atacaría antes, si ellos o los rusos, o si éstos habían descubierto la manera de perforar las pantallas de energía, Arnaldus —perdido ya todo interés por las cuestiones celestiales— aconsejaba al Monitor que jubilase a su Repostero Monitorial por incompetente y que lo nombrase a él en su lugar, «así todos los días le serviré mis platitos», decía.