Marilyn
Marilyn Iseka, famosa actriz cinematrográfica pretecnócrata, se suicidó de una manera harto original: tragando una caja de música. La embuchó como quien toma una aspirina.
Pobre Marilyn. Lo que contribuyó a despacharla definitivamente no fue tanto el tamaño de la pieza ingerida como lo que ella tenía grabado. Un especialista de la guerra sónica, que se volvió loco y escapó del laboratorio donde trabajaba, con documento falso consiguió trabajo en lo del fabricante de cajas de música y, para realizar un sabotaje, en vez de poner Romeo y Julieta o El lago del cisne, computó el horripilante Ciclos, de Stockhausen. Desdichada Marilyn. Aquellas emanaciones letales fueron demasiado para su alma inestable y fronteriza, y su espíritu entró en movimiento uniformemente desordenado. Un amigo que la quería intentó la empresa imposible de salvarla, pese a lo desesperante de su estado, haciéndole oír Los Preludios de Franz Liszt y Kreisleriana de Roberto Schumann, en la sala de terapia intensiva. Todo en vano, por supuesto.
Antes de tomar su determinación fatal, la actriz dejó una nota que decía:
«Me mato porque el socialismo tarda en llegar».
Caíste como una victima.
Por la misma época tuvo lugar la toma de Checoslovaquia por los turcos (soviéticos), evento que marcó el fin de la Edad Moderna y el principio de la Edad Media. Una mujer de Bratislawa, quien no había oído hablar nunca de Marilyn ni conocía sus últimas palabras, dejó por su parte una nota que decía:
«Me mato porque el socialismo ya llegó».
Dieciocho o veinte años más tarde, los funcionarios I y II del Instituto tecnócrata que patrocinó las investigaciones del profesor Truchet Iseka sobre el estado masturbatorio del mundo —lo ayudaron no porque así lo desearan, sino obligados por una directriz monitorial—, conversaban sobre la tragedia de Marilyn en la Cafetería de Descanso N.o 4 de dicho Instituto.
—Ha de saber usted, mi querido colega —antes de proseguir, el Funcionario I tosió discretamente—, que según mi teoría las masturbaciones de millones de adoradores desconocidos potenciaron el astral de Marilyn, alargándole la vida. Esto ocurre con todas las actrices cinematográficas y también con los actores.
Funcionario II, un conocido antitruchetista:
—Pero ya ve que eso no es verdad. ¿Cómo explica usted entonces la prematura muerte de esta chica? De estar potenciada, como usted dice, no se habría matado tirándose desde una altura esotérica de pisos —el doscientos, si mal no recuerdo— para hacerse torta en un alerito del piso seis. Y no me vaya a decir que mi objeción no es válida porque su muerte fue voluntaria.
—Descuide, no voy a decírselo. Justo tenía idea de hablarle de esto los otros días, cuando leí un artículo sobre Marilyn. De pasada le diré que no se suicidó largándose lisérgica por una ventana, sino tragando una caja de música horrísona. Pero no tiene mayor importancia para el tema que tratamos. Como le decía… o le quise decir cuando usted me interrumpió…
—Yo no lo interrumpí. Usted me dio pie.
—Seguro, pero ustedes siempre interrumpen aunque no interrumpan. Bien conozco a los patafísicos y sus maniobras obstruccionistas.
—Yo soy pata patafísico.
—Sí, me imagino. El patagrupo de ustedes, que tanto se opuso al profesor Truchet Iseka, fue el mismo que propuso construir túneles larguísimos para atacar a Soria bajo tierra. Pero eso es otro asunto. Como intenté decir: de no haber sido por las masturbaciones de sus adoradores, Marilyn se habría muerto mucho antes. Calculo que 38 000 000 de personas —incluyo mujeres— practicaron ese acto solitario en honor de la susodicha, durante un período de cinco años. Rotativamente, se entiende. Algunos se iban pero llegaban jóvenes reclutas. Con sólo 10 masturbaciones al año por persona, tenemos 380 000 000 que, en 5 años, se hacen 1 900 000,000. Esto vendría a ser 1900 metros cúbicos de semen. O, lo que es lo mismo: 1,9.10-6 kilómetros cúbicos. O, lo que es igual: 2,246.10-46 años luz cúbicos, aproximadamente.
Funcionario II se limitó a citar, implacable y despótico:
—«Divagas con elocuencia». Sinhue, el egipcio. Mika Waltari.
Un hombre vivió a causa de haber comido una porción de sardinas en buen estado. Hechos sólitos. Una bandada de estorninos cruza por el cielo; nada extraño las afecta en vuelo y no caen muertos a tierra. Permítaseme hacer literatura moderna por esta única vez. Ruego no sea tomado como antecedente. Un descanso y vuelvo al clasicismo. Como dice un amigo mío: sólo el fuerte quedará.
Una mujer tecnócrata venía de dormir con su hombre. Venía de «tomar» con él, que en castizo tiene otra palabra. También venía de hacer el amor; por qué no, después de todo. Lo hicieron porque lo fabricaron dos seres que se amaban. El amor. Bien. Aunque sea muy francés. Maldita seas, estimación francesa del amor, madre de todos los vicios. Anticuado, por dentro y en el fondo, aunque hizo todo lo posible para que los demás no se enterasen. Lo agarraron cansado, es lo que pasa, que si no no largaba prenda.
Por culpa de esta disquisición sobre el amor y los franceses se me acaba de tostar la tarta que tengo en el horno. La saqué, le puse la cebolla cortada encima y la volví a meter.
Prosigo.
Esa mujer —la tecnócrata— no se mató. No era una intelectual, pero tenía un destino. Mujer con Cámara de la Reina y galerías interiores. Mi adorada mujer ninfálida, con aletas y ojos verdosos. Femenina serpiente de Choluca, de setenta metros de alto, con parvas de tabaco en su gigantesco hornillo, y de la cual fuma todo un pueblo.
Encuadernaciones de lomo plano y con accidente ondulatorio. Bosque amado, matas de Tecnocracia, selva con plantas de color impenetrable para el enemigo. Podrán causar un incendio pero jamás entenderla.
Mujer arriba y mujer abajo. Mujer determinada y Tecnocracia general. Tecnocracia repleta de confieras, hayas, robles y castaños. Palmeras sumergidas en vapores de selenio. Entre las ramas de las encinas y los ébanos se agita el nitrógeno. Manzanos, olivos y nogales. Partículas de oro, en fina lluvia, se precipitan lentamente. Cecilia mujer de piel y color incrustable, con lámpara de mezquita y lucernario. Mujer situada al oeste de las tundras, enemiga de los bosques de hojas caducas y de los desiertos persistentes. Cecilia piel de pomelos y naranjas. Tecnocracia de plátanos y papel, sacada del árbol de todas las quininas.
Tecnocracia con despedida de Wotan y fuego mágico. Metalistería enjoyada con mandarinas y limones que flotan sobre alabastros y grafitos. Lámpara de Cecilia en Tecnocracia maravillosa, hecha con mosaicos que tienen adornos de hierro forjado. Conversación de Mime y el Caminante. Grandeza de un país rodeado de enanos diabólicos. Tecnocracia cítrica, con mujer de manzana, para indignación del nibelungo. Una mujer, de pie, enfrentando el incendio de Samarcanda. Ay, mi mujer amada, que te perdí. Mi amada hecha con núcleos bencénicos e hidrógeno naciente sobre ácido pícrico. Cecilia mágica hecha con barros holandeses y soplo de la vida. Construida con arcilla de pamú. Como una pipa esquimal, con huesos de emú. Pipa que se fuma en prisión, de negros del Congo, Togo y Camerún. Cecilia japonesa para fumar opio de distintas magnitudes. Tecnocracia china, hecha con cortezas. Pipas igorrotas y patagónicas, con instrumento en serpentina. La pipa trágica, la grotesca; y la para fumar con humor, con filtros de pirámide egipcia. Brunhilda canta entre fresnos y vapores de agua. Tecnocracia, país amado. Oh Cecilia, hecha con terrazas y plantaciones de algodón. Abetos, abedules y alisos, planta de mi santo amor y de mi santa patria. Castaños y cipreses. Los sauces inclínanse hasta las charcas de gases enrarecidos. El neón sobre la caverna de los trogloditas, iluminando como un fuego fatuo. Sólo puedo encontrarlas —a ustedes dos— en estos papiros, dentro de estos cofres con inscripciones tecnócratas que extraje del Valle de los Reyes de Súmer. Talla de madera y vidrio esmaltado. Cecilia es un minuto de la Tecnocracia de combate. Mujer hecha de nitroglicerina, rodeada de bastones prismáticos y de zonas arbustivas, de escasas lluvias. Líquenes esteparios avanzan hacia el centro, luego del desastre de Samarcanda. ¿Dónde sino en mi Tecnocracia existirían los olmos y las peras de titanio?
Mujer de manganeso, cromo y tantalio. Cecilia en Samarcanda respirando fenoles y éter sulfúrico. ¿Dónde existirás sino entre los alcoholes y anhídridos de la memoria? Dónde sino en este sitio, y para mí, una perla sujetará tu cabello sobre el puente de maderas azules.
Chopos, abetos y trinchera de álamos para contener al Viento del Este. Charcos de bencina sobre rocas de basalto. La resina gotea de los enormes pinos y cae sobre la tierra. El marfil se mezcla con el mármol. Desde Samarcanda vienen los nibelungos de corcho y las sagradas runas ya no son escuchadas. Sangre corazón de esmeralda y espuma de mar. Ella petrificó sus lágrimas entre hojas de mica terciaria mientras yo, enloquecido, construyo inútiles fortificaciones y obras hidráulicas. Habría que ser más que chino para contener el desborde del Yang Tse Kiang. Resplandores monótonos atacan mi Tecnocracia y sólo me rodean mujeres soviéticas.
Mujer de territorios pizarrosos. Cecilia mujer ojos de piedra imán, con tugstenos forjados y telurios cristalinos. Cecilia hecha con espatos calizos, ebonita y vidrio de ventanas. Cecilia wagneriana, runa de diamante digital impresionando parafinas. Mi Tecnocracia reposa sobre la tierra negra. Nosotros, los que vivimos al oeste de Samarcanda, juramos amarte hasta la muerte. Mi Tecnocracia con debilidad secreta, con pavimento de talco ajedrezado con estaño. Mi Tecnocracia de piedra pómez nacida de volcanes, separada de la roca eruptiva, y con ciudades de yeso y granito. Mi Tecnocracia de petróleo que flota sobre el mercurio. Mi Tecnocracia de vapor, impalpable, sólo compuesta por colores, con ciudades hechas con bronces y hierros gaseosos. Ella flota como Babilonia sobre asfaltos y arenas fundidas. Cecilia mujer de Pomerania, con cuerpo de Silecia, encontrada en un yacimiento de vidrios de espejo.
Desde mi profundo amor: teknes.
Abrió la puerta y recogió el diario de la mañana. Por lo general ella echaba un vistazo curioso y penetraba nuevamente en la casa. Las letras tipo catástrofe la detuvieron. Cecilia permaneció clavada en el pórtico.
Alberto se acababa de levantar. Al verla inmóvil y dentro de una rara actitud, le preguntó:
—¿Qué pasa, Ceci?
Ella entró y cerró la puerta con cuidado, sin prisa:
—Tomá, leé.
LA TECNOCRACIA ATACA POR AIRE Y TIERRA A CHANCHÍN DEL NORTE. SORIA DECRETA LA MOVILIZACIÓN GENERAL.
SE HAN DETECTADO MOVIMIENTOS DE TROPAS EN LA FRONTERA CON LA UNIÓN SOVIÉTICA.
Los Rusos, Según la Observación Aérea, Operan con un Abultado Número de Divisiones.
NUESTRO MONITOR HABLARÁ ESTE MEDIODÍA.