El Informe Iseka
En la Tecnocracia apareció publicado un folleto —y más que un folleto, folletón: legendario y extensísimo—, firmado por un tal profesor Truchet Iseka, el cual causó un enorme revuelo.
El contenido del Informe fue demasiado inaceptable hasta para los mismos tecnócratas, y eso que ellos vivían de la verdad delirante. Los diarios de Soria estaban encantados: «La obra más degenerada y loca que se haya escrito. Dónde si no en la Tecnocracia podía ser publicada. Es coherente». «Inconcebible tanta insolencia. Una bofetada contra la civilización». «Es feísmo por el feísmo mismo. La obra de un insano».
Por su parte, el único periódico editado en Velolar, capital de Exaspirifacia, denunció: «Es, ciertamente, una obra diabólica. Pero no debe sorprendernos de hombres que han vuelto sus espaldas a los seis Santos Dioses. No deberíamos mencionar a ciertas personas pues hace rato que han sido cortadas de toda sagrada comunidad; pero la indignación que nos conturba es tanta que así lo haremos por esta única vez: los tecnócratas han bajado el último peldaño en la herejía y la blasfemia. El Supremo Vector de Exatlaltelico (el más inmenso) ya está lubricado con vaselinas preciadísimas. Listo para bajar sobre los malvados, sacrificial y terrible, vengativo y justo».
Los diarios del Califato de Córdoba —único aliado militar de la Tecnocracia, fuera de Chanchín del Sur—, también consideraron que la obra de Truchet Iseka era una blasfemia y se dispusieron a transformarla en picadillo teológico, sin importarles componendas políticas ni bélicas alianzas. Lamentablemente para ellos, desde Palacio les llegó la orden del Súper de callarse la boca: «En lo que a ustedes respecta, ese libro no existe. Estoy al tanto, gracias a mis Doctores de la Ley, de que ésa es una obra pecaminosa y hereje. Será quemada en secreto, por la mano del verdugo. No obstante, consideraciones de alta política, que no estoy dispuesto a discutir con vosotros, hacen aconsejable guardar el más completo silencio en beneficio de nuestro aliado. Abderramán XVIII, emir de los creyentes».
El más moderado fue un diario de Protonia Occidental (país éste que con disimulo se había pasado al bando de los tecnócratas, luego de un golpe de Estado): «Por supuesto, tal idea no carece en lo absoluto de antecedentes. Ya Freud, con su teoría sobre la libido, dio a entender que los actos humanos están subordinados a un potencial de sexo, y de éste derivan. Pero el Sr. Truchet Iseka —a nuestro respetuoso entender— ha llevado las cosas demasiado lejos. Está totalmente, chiflado, en otras palabras».
Pretendíase consignar, en esta estigmatizada obra, la distribución de las densidades de masturbaciones mundiales, país por país y hasta región por región. Antecedentes raciales de los encuestados, sistemas políticos y teológicos, y su relación con el tema. Se daban cifras —tanto para el hombre como para la mujer— de actos de soledad por año, día, hora, minuto y hasta segundo en toda la Tierra. Qué volumen ocupaba el semen, su peso en kilos y toneladas. Esta especialización en el onanismo, esa traducción de absolutamente todos los problemas del hombre: sociales, metafísicos y otros, según una vinculación excéntrica y por completo nueva, dio mucho que hablar.
El Informe, por ejemplo, dejó por completo en claro que los países más densos, masturbatoriamente hablando, eran aquellos donde el Estado Puritano intervenía en forma completa en los asuntos de los hombres. La relación entre masturbación y coito es inversamente proporcional; así, en Soria, había menos relaciones sexuales que en la Tecnocracia, pero más que en la Unión Soviética.
Se estableció también que, dentro de un puritanismo culto, existe más onanismo que en una nación puritana pero inculta. Así, pues, la gente gozaba con plenitud de su sexo menos seguido en Soria que en Goria, pese a la implacable represión del Gorión. Nada más lógico, pues éste era un país de campesinos, en tanto que aquél contaba con una larga tradición de filósofos a la violeta en sí y pensadores chasco.
El autor del Informe, Truchet Iseka —exaterizado por un rayo del Diván, a raíz de su libro—, quien a lo largo de su vida fue bastante bloqueado desde el punto de vista sexual, realizó este trabajo como un enorme esfuerzo de purificación y precisamente para liberarse de su chichi. Deseaba ahorrarles a los jóvenes su pasada maldición. En la misma Tecnocracia recibió críticas acerbas, no sólo por el tema tratado sino porque muchos no le veían utilidad. Esto último era una excusa, obviamente. En la Tecnocracia se efectuaban todos los días tareas y operativos bastante más inútiles y nadie decía nada. Detalle curioso: los patafísicos, quienes se suponía estarían de acuerdo, fueron los primeros en excomulgarlo ab aeterno y ad perpétuam rei memóriam, mediante su deliberado silencio.
Cabe aclarar que tanto el Monitor como Enrique Katel, Kratos de las lenguas, aprobaron las investigaciones de Truchet Iseka. Por lo tanto los ataques no partieron de la cúpula jerárquica sino de las ramas segundas y terceras en orden de subordinación. No necesito decirlo, no bien los obsecuentes de siempre comprendieron que Truchet estaba cubierto por la gracia monitorial, cambiaron de ruta en un segundo y se dedicaron a ensalzarlo. El Informe inició una tarea de naturalización y sabiduría que fructificó poco a poco.