CAPÍTULO 78

Los diabólicos habitantes del Senegal

Fue justamente en la discutida Monitoria de Minerales Raros donde descubrieron que, en remotas regiones del globo, existía un país llamado Senegal.

Conversación en un pasillo:

Funcionario III:

—¿Supiste que con la televisión telecópica descubrimos un nuevo país?

—No me digas —contestó el Funcionario IV.

—Sí. La información es algo borrosa y confusa, porque como sabés el televisor telescópico es un invento nuevo y no está perfeccionado; aparte no siempre se puede utilizar. Pero, no obstante… Se llama Senegal y tiene doscientos mil kilómetros cuadrados de superficie.

Funcionario IV, intranquilizándose:

—¿Senegal tiene doscientos mil kilómetros cuadrados? ¡Qué barbaridad horrísona! Entonces es un país monstruoso.

—¿Por, che?; o sea: ¿porche?

—Porque entonces quiere decir que tiene dos kilómetros de ancho por cien mil de largo o un kilómetro de largo por doscientos mil de ancho… o un metro de ancho por doscientos mil millones de metros de largo. Es un país monstruoso, dicho Senegal.

Funcionario III quedó estupefacto:

—Es verdad. Nunca sé me habría ocurrido verlo en esa forma. Además, en un territorio tan angosto no podés edificar una casa. El ancho de las paredes ya te ocuparía buena parte del espacio. Eso, sin contar con que un tipo, para pasar por la vereda, tendrá que bordear la casa entrando en la nación vecina.

—¡A la fuerza!

—¿Y entonces cómo hacer para ir a visitar a un amigo? Si su casa está situada a veinte mil kilómetros y teniendo en cuenta una densidad de una casa por kilómetro, el tipo deberá cometer veinte mil violaciones de fronteras de Estados soberanos.

—Oportunidad para los contrabandos hormiga y otras hórridas, tórridas y gárridas.

Funcionario III se sintió en la obligación de acotar:

—Y pérridas.

—Seguramente, estos canallas, para solucionar su angustioso problema del espacio vital, deben tener las casas construidas bajo tierra. Y allí sí, bien anchas, los muy atorrantes. Penetrando ilegalmcnte y por debajo de los países vecinos, los muy expansionistas y canallescos. En cuanto a la entrada de la casa, aquélla será sólo el brocal de un pozo.

—Cada vez que un habitante de Gambia o de Guinea hace un agujero para buscar agua, debe encontrarse con un senegalense que está ahí abajo a las puteadas.

Funcionario III, como pensando:

—Sí, claro. Pero además, siendo tan monstruosamente largo y teniendo en cuenta que la circunferencia de la Tierra es de sólo cuarenta mil kilómetros, eso significa que el Senegal da cinco mil veces la vuelta al mundo. Siendo cada una de las vueltas de un metro y estando todos adosados, forman una franja de cinco kilómetros de ancho.

—Aquí vos y yo ya nos fuimos al carajo. De cualquier manera tu acotación me parece acertada: cinco kilómetros de ancho le daría más coherencia política.

—Claro, pero ¿quién nos garantiza a nosotros que las vueltas estarán pegadas unas a las otras? ¿y si las franjas están separadas por varios kilómetros? Como quien pela una naranja, digo. ¿O si trazan sobre la tierra una espiral o cualquier dibujo comprometedor: grifos, barras y estrellas, o estrellas solamente? Si fuese una tecnócrata no habrá problemas.

—Hay que fijarse en el mapa.

El Funcionario III no pudo reprimir un estallido sarcástico:

—¡Ah!, qué picarón. Así cualquiera. Las cosas deben ser resueltas teóricamente. Además no figura. ¿No te dije que lo acabamos de descubrir? Por otra parte ¿el mapa hecho por quién?

Funcionarios I y II, apareciendo con bandejas: «¿Un cafecito, quizá?». «¿Emparedados, tal vez?».