CAPÍTULO 35

El atentado contra el Barbudo

Los magos de Soria también realizaban viajes astrales. Se dedicaban, entre otras cosas, a espiar al Monitor día y noche. Cuando podían, claro está; porque los ocultistas tecnócratas realizaban exorcismos en los momentos adecuados para que nadie viese la menor cosa. No obstante, como premio a su insistencia, a veces atravesaban el bloqueo y lograban realizar algunas investigaciones.

Cierta tarde, una parte del equipo esotérico soria se encontraba deliberando en la terraza de meditación de uno de los templos que habían edificado en la capital de su país. Desesperados por las continuas derrotas que sufrían en sus intentos por producirle al Monitor un ataque al corazón, estaban en ese momento tratando de averiguar lo más posible sobre el Jefe de Estado enemigo; quizá así lograsen descubrirle un punto débil. De pronto lograron captar una imagen. Los sorias miraron, escucharon:

«Barbudo:

—Yo reconozco que no se puede ser humano cuando se gobierna bien; el dirigente debe ser implacable, porque la suya es una tarea básicamente inhumana. Pero no se puede gobernar sin humanidad. Ésa es la contradicción del gobernante.

Monitor, irónico:

—Dijo Lao Tsé.

—No lo dijo Lao Tsé. Te lo digo yo y hablo en serio.

Monitor, ahora sin ironía:

—Sí, comprendo. —Luego de una pausa—: Ser inhumano, y además humano. ¡Vaya tarea!

—Vaya tarea, pero por eso el dirigente debe ser uno de los Dioses de su pueblo. Porque es dificilísimo. Mirálo al Soria Soriator. Él no tiene ningún problema.

Monitor replicó:

—Él no tiene problemas porque es un soria.

—Seguro que no tiene problemas porque es un soria. Seguro. Pero vos no sos un soria. Él en su país se limita a bajar la caña. No le interesa un comino la felicidad de nadie. Sólo quiere juntar, suficiente poder para destruirte, y una vez que lo logre, si lo logra, se va a morir de aburrimiento. No le va a quedar otro remedio después de la victoria que mirarse el ombligo, o matar a su propia gente y después colgarse él de las testiculotas. Para el Soriator, el pueblo es su propiedad privada; no una enorme y única responsabilidad fragmentada en millones.

—Por mí él Soria Soriator se puede ir a la soria; o sea: a la mierda.

—Y que se vaya a la mierda, pero no te vayas a la mierda vos».

Luego los sorias vieron cómo el Monitor y su amigo escuchaban las interminables narraciones del robot de la biblioteca. Los ocultistas estaban a punto de abandonar pues todo aquello les aburría muchísimo, cuando de pronto llegaron a la parte en que el robot, interrumpiendo su lectura, comentó al Jefe de Estado:

«—Carezco de datos sobre si queréis que siga Excelentísimo Señor. Con lecturas de este mismo jaez podríamos seguir así ad nauseam.

Monitor:

—No, está bien. Ya me harté. Vuelve al sueño de los circuitos».

Ahora bien. Por la época en que esto ocurría, los magos de Soria habían lanzado contra el Monitor un paquete de energía maléfica capaz de matar a cuatro millones de vacas. Al Monitor, gracias a las defensas que sus magos habían puesto alrededor suyo, el vector de fuerza ni lo tocó; la energía desviada, en cambio, causó un mal menor: descompuso al robot bibliotecario y le cambió la memoria, transformándolo en un robot soria.

Los ocultistas enemigos, con sus astrales llenos de paredes blancas cada vez que intentaban averiguar ciertas cosas de la Tecnocracia, nunca habían sabido hasta ahora qué se había hecho de la energía que lanzaron en su ocasión contra el Monitor. Pero en ese momento, cuando mediante una combinación de casualidad, violento esfuerzo y buena suerte habían logrado filtrarse y mirar el astral, pudieron finalmente enterarse:

«Monitor:

—No, está bien. Ya me harté. Vuelve al sueño de los circuitos».

El robot, en vez de lo que iba a declarar, poseído por la energía maléfica, dijo:

«—Los Santos Dioses Monocateca, Bitecapoca, Tritaltetoco, Tetramqueltuc, Pentacoltuco y Exatlaltelico, lanzan contra la malvada Tecnocracia sus monociclos, biciclarias, triternarias, tegragonias, pentaclorias y exateridades.

Absolutamente agotado por haber lanzado una frase sencillamente larguísima, en exateísta, cayó en pesado, abrupto silencio, luego de una sumatoria de chasquidos entre circuitos.

El Monitor, más intrigado que enojado, comentó:

—¡Jaj! Mirálo vos a este robot subversivo. ¿Quién lo condicionó para mencionar al Antiser? ¿Estaré ante el comienzo de una rebelión de robots? No me digan ahora que hay robots sorias también. Horrorilagoró».

Al llegar a esta altura, los magos sorias volvieron del astral. Ya habían averiguado bastante y además las interferencias de los esoteristas tecnócratas comenzaban a ser muy fuertes.

Mago soria I:

—¿Qué les pareció el asunto?

—¿En qué sentido? —preguntó Mago II.

—Quiero decir: si será necesario matar al Barbudo.

—Pero para qué si es un infeliz. No es un alto capo, ni un teólogo, ni un mago, ni una mierda. Capaz que liquidar a este imbécil nos cuesta una enormidad. Igual que si se tratara de un personaje importantísimo. ¿Además con qué objeto, si él es nadie? Daría lo mismo matar al peón de limpieza.

—Pero puede aumentar la fuerza humana del Monitor.

—¿Y eso de qué le va a servir? Es la misma cosa que tener un cuchillo de agua.

Mago I, menos soria que el otro —o más, según cómo se lo mire—, contestó:

—Y, no te creas.

Mago II chasqueó levemente la lengua entre los dientes:

—Andáte a cagar.

Enojado, el aludido replicó, abandonando el tuteo:

—¿Cómo se atreve a hablarme así? No se olvide de que soy grado 33 y que en mi grado invisible estoy sólo un grado por debajo suyo.

El otro se preocupó por el desliz y trató de hacer las paces —«No sea que el tipo me pase y llegue a ser capo mío»; pero sobre todo por los amigos que el otro podía tener o llegar a tener—; así pues, pidió disculpas:

—Bueno, perdonáme, yo no quise ofenderte. Lo de antes fue una forma de decir. Yo te respeto inmensamente, bien lo sabés. Sólo quiero hacerte comprender una cosa: no podemos gastar masivamente energía, arriesgar fierros, etc., todo para hacer cagar a un pelotudito. ¡Escucháme! Al idiota ése lo defiende el hijo de puta, que es su amigo. Le habrá puesto una protección enorme.

Mago I, retomando el tuteo:

—Mirá, me parece que te equivocás en una cosa. Lo de la protección posiblemente sea cierto. Pero otra cosa que dijiste no. Es un pelotudito según y cómo, el Barbudo. En otro sentido lo puede ayudar mucho a ese guacho.

—Bueno, pero no se puede, ¿ves? No: aquí al que tenemos que reventar es al Monitor. Ése es el importante. Porque si él cae, toda la Tecnocracia se va a la mierda.

Entonces intervino Mago III, quien hasta el momento se había mantenido en silencio:

—¿Me permiten? Ahora yo quisiera dar mi opinión, si ustedes me dejan. Estoy de acuerdo con vos —y señaló a Mago II— en que no nos podemos dedicar a liquidar al Barbudo o a alguien insignificante así, porque nos llevaría mucha energía y no terminaríamos nunca. Eso es cierto. Pero también tiene algo de razón él —manifestó apuntando a Mago I—. Al Monitor no lo podemos reventar porque está defendido por sus magos. Le hemos mandado ondas como para matar una manada de un millón de elefantes juntos y el otro lo único que llega a tener es algún resfrío. A lo sumo le copamos una máquina; como ahora, con el robot de la biblioteca. ¡Vaya una hazaña! Así que por ese lado, no va. Más bien tenemos que atacarlo en forma indirecta. Manijearle las mujeres para que se vuelvan histéricas y egoístas y él tenga que mandarlas a la mierda, etc. Una cosa así. Podemos hacer lo mismo con sus Kratos y generales, y hasta con sus mismos amigos para que lo traicionen. Muchos van a resistir, claro; pero no todos son tan fuertes. Así, cuando empiece a sentir que a su lado los tipos en quienes más confiaba defeccionan, se irá desmoralizando. Creo que en este sentido, al Barbudo, más que matarlo —cosa siempre riesgosa—, lo que debemos hacer es largarle un manijazo a partir de grado 4, y de allí ir subiendo hasta 18 o más, hasta poseerlo. Hay que contaminarle el astral poco a poco, para que el Monitor no se avive y lo pueda ayudar. Vamos a meterle un poquito de egoísmo por día, a disminuir casi imperceptiblemente su generosidad. Darle celos de la grandeza del otro: «¡Si yo fuese Monitor lo haría mucho mejor!», etc. Y él va a creer que todos son pensamientos suyos; aunque al principio, avergonzado, deseará reprimirlos. Pero si lo bombardeamos día y noche con estas cosas —celos, sospechas—, al final aflojará.

Los otros convencidos, aprobaron: «Bien, bien».

El soria prosiguió:

—Incluso podemos controlar una mujer anti-Mozart, apta para el servicio, sin que ella sepa, y hacer que se enamore del Barbudo. La vamos a potenciar para que tenga comportamientos y respuestas geniales y Mozart; como a ellos les gusta. Al principio, cosa de engancharlo. Y como él es un solitario en el fondo, pese a haber tenido miles de mujeres, se mete hasta la línea de flotación. Ella entonces, en un momento dado, dormirá también con el Monitor. Aprovecharemos para largarle al Barbudo el chichi[47] de los celos. Cuando él, furioso, le pida cuentas, la otra le echará la culpa al Monitor: que en realidad está enamorada del Barbudo pero bla bla bla. Está dispuesta a cortarla con el Súper siempre y cuando él también lo mande a la mierda. Acto seguido viene el gran peleón entre el Barbudo y el Monitor. Y nosotros cagándonos de risa. ¿Eh? ¿Qué les parece mi plan?

Soria I:

—Genial.

Soria II:

—Genial, genial.