CAPÍTULO 28

Los telefónicos de Soria

En Soria, naturalmente, también había telefónicos. Dos de ellos caminaban por las calles de una región provincial de su país, con un pesado rollo de alambre de bajada a cuestas. Pericón Peribolón Torreón Soria y Landrú Vacherini Petiot Soria, se acercaron a un altísimo poste que tenía atornillada, en la parte superior, una caja de circuitos de las llamadas «mantequeras» en la jerga telefónica. Y, en verdad, parecía destinada a guardar ese nutritivo producto.

Peribolón:

—Poste calle. Ya estoy harto de los garrotes.

Landrú Vacherini replicó:

—Peor estoy yo, que soy el que va a subir.

—Si querés subo yo.

—No. Dejá.

Y Landrú Vacherini comenzó a encaramarse. Toda la mañana habían estado renegando por diversas cosas; entre otras: un sindicalista a quien se le había ocurrido instalar un teléfono a magneto, desde su despacho hasta el departamento de su amiga Susana Soria. Parece que el tipo era muy celoso y quería tenerla vigilada constantemente. ¡Como si la otra no pudiese hacer la cosa por tener una línea directa a su lado! Para colmo la vacante estaba mal; como los pares de la zona se encontraban ya asignados para sindicalistas más importantes, hubo que hacer tres corridas de abonado y un pequeño desvío.

Ya siendo casi la hora de salida, cumpliendo órdenes, llamaron a la oficina para ver si había novedades. Sí las había. Así que en ese momento, muy cansados, maldiciendo a Teléfonos Sorias, comentaban mientras iban caminando:

Peribolón Torreón:

—Justo ahora, con todo lo que trabajamos, viene a salir una línea urgente.

Landrú Vacherini, abrumado por el peso del rollo de bajada, quedó tomado como con un flash en un instante de trabajo virtual, detenido para siempre con un pie levantado y el otro apoyado sobre el empedrado caliente. Luego la dimensión que faltaba retornó y prosiguió caminando, sin haber tenido más que conciencia subliminal del paso del tiempo —de lo contrario se habría vuelto loco—. Dijo:

—Graf. Trescientos ochenta metros fuera de zona.

—¿Y cómo tanto?

—Facilidades extraordinarias.

Peribolón, lleno de furia:

—Ya me tienen rotas las pelotas con eso de las facilidades. ¿¡Todos los días hay facilidades!? Eh, un momentito. ¿Y por qué nos las echan siempre a nosotros?

Landrú, con resignación:

—Y, bueno. Parece que viene un sindicalista importante de Rusia. Secretario General Obligatorio del Sindicato Único de Fabricantes de Berberechos del Trust del Estado.