Tango pornográfico
Ferrini y los Telefónicos tecnócratas
Personaje Iseka marchaba por las calles del suburbio Oeste de Monitoria, micro en mano, en compañía de otro telefónico. Se dirigían a una caja de circuitos instalada en cierto sótano a probar un par. El oficial instalador telefónico Perezoso Chamuyo Iseka, que acompañaba a Personaje Iseka en esta ocasión, iba canturreando con su notable voz de grajo (por no decir carancho), un tango pornográfico de oscuros orígenes que estaba haciendo furor en la Tecnocracia —no había quien no lo cantara—, titulado Qué conchaza tenía la vieja[28].
Perezoso Chamuyo:
«Qué conchaza tenía la vieja, todas las noches en ella guardaba el piano, luego de haberlo plumereado y envuelto en celofán.
Viejo puto,
todas las hechicerías que quedaron sin venganza.
Viejo puto,
las viejitas yeguazas con sus yeguarizadas.
Viejo puto,
como pululan los sorias en su progresión.
La sumatoria infinita de la concha tendiendo a cero.
La verga desmesurada como integral indefinida y las constantes variables.
¿Dónde está?
¿Dónde está?
¿Dónde está la teta calculada con el auxilio de pi?
Tres catorce quince nueve veintiséis cinco treinta y cinco.
¡Telang! Como los guitarristas, de Gardel».
Personaje Iseka miró a su oficial preguntándose si debía o no darle un micrazo en la cabeza. Ya lo tenía harto.
—Che: todo el día con eso —protestó Personaje.
—«Qué concavidad imposible tenía la débil anciana, todas las noches en ella guardaba el instrumento musical que se pega con los dedos…». Con eso qué.
—Con ese tango maldito.
—Y… la gente lo canta.
—Sí, pero no como vos: ¡todo el día, viejo!
El otro rió:
—Pasa que vos no sabés por qué yo soy tan hinchapelotas.
—No. No sé por qué sos tan hinchapelotas.
—Es que cuando a mí me fabricaron me hicieron por O. T.[29] (Risas de ambos.)
Personaje Iseka:
—Con razón quedaste así. (Más risas de ambos.)
Perezoso Chamuyo:
—Sí. El par estaba mal y toda la caja también. Así que tuvieron que llamar a Conservación Cables. (Nuevas risas.)
Llegaron finalmente a un edificio. Dijeron al encargado:
—Buenos días. De Teléfonos Tecnócratas. ¿Podemos pasar al sótano?
Encargado:
—Sí, pasen. Es por aquí —y los condujo hasta una puerta. La abrió, prendió la luz y dijo señalando una escalera—: Bajen por ahí. No bien terminen hay a la derecha una caja de teléfonos.
—Gracias —dijo Personaje Iseka.
—De nada. Al irse avísenme y apaguen la luz.
Perezoso Chamuyo:
—Sí, vaya tranquilo. No se preocupe.
Los telefónicos, luego de bajar la escalera de material plástico, encontraron la caja donde les habían dicho y procedieron a abrirla.
Personaje Iseka:
—Como diría el famoso astrónomo danés Tycho Brahe: lo que va a costar subir esa escalera cuando salgamos. Veinte escalones dando vueltas como una hélice. La puta madre.
El otro, que estaba acostumbrado a sus rarezas, sonrió:
—¿Quién era ése?
—¿Eh? Ah, ¿Tycho?
Empezó a tantear, con las pinzas del micro, los bornes de los pares buscando un circuito; por un momento dejó de prestar atención a su compañero, Alguien conversaba en la línea (Voz de mujer): «Porque yo le dije: “Juanita, ¿por qué sos así? ¿O es que acaso querés ser como la vieja del tango Qué conchaza tenía la vieja? Mirá que todas las noches en ella guardaba el piano. ¿No te basta con tener un solo novio, como cualquier chica normal? No: la señorita tiene que tener por lo menos tres. Vas a terminar teniendo una concavidad imposible, abisal, eternal. Ni el mismo Cousteau se animaría a descender allí con su submarino por miedo a que las terribles presiones le quiebren el casco. No seas francamente puta. Vas a terminar por tener… ¡una conchaza! Allí habita la Serpiente Marina, el 666, ¡el azufre! Al ver el Pozo Sin Diámetro (por lo infinito) se oye el Grito Sin Término: aaaaaaaaaaaaaahhhhhhh… Juanita, pollezna mía, yo sé que sentís un gustito cuando te hacen de todo, pero debes resistir los deseos pecaminosos. Exatlaltelico dijo: Byyyyy ¡chet! Bajo el Monte (Beardsley) pletórico de horrendas vulváceas se esconde Minoloco, Dios del Mal, que se sienta sobre piedras rojas y tiene uñas largas y verdes. Juanita: ¡yo te exhorto!”. Así le dije. ¿Y vos te pensás que la hice reaccionar? Pues nada de eso. Luego de oír mi discurso, ese mismo día, por la noche, se buscó otros dos novios y ahora ya tiene como cinco». Personaje saltó a otro par con circuito pero desocupado. Se metió ahí empezando a discar llamando a Mesa de Pruebas. No logró comunicarse pues al instante salió el abonado dueño del circuito: «Hola». Personaje Iseka: «Sí. De Teléfonos Tecnócratas. Estamos probando. ¿Podría colgar, por favor? No haga caso del campanilleo». «Sí, cómo no». «Gracias».
Perezoso Chamuyo:
—Qué tanto por favor ni gracias. Dentro de dos minutos vuelve a levantar el tubo. Degollálo y listo. Sacále una pata.
Y Personaje Iseka, obediente, le sacó una pata al par. Volvió a enchufar su micro en el sitio y empezó su trabajo. Como en Mesa le dijeron que esperara se dedicó a mirar la tapa de madera de la caja, cubierta de inscripciones con lapiceras a bolita y lápices. Parecía un baño público. Sobre todo llamaba la atención un nombre, que alguien había escrito con tinta, en gótico:
Nada más en todo el «renglón» de madera. Solitario y en el medio. Parecía un ritual vudú. Daba la impresión de que habían escrito ese nombre así, solitario y en gótico, para poder odiarlo más. Y se confirmó con las inscripciones que rodeaban la palabra. Con caligrafía común, escrita por distintas personas y en diferentes días, figuraba lo siguiente:
«Ferrini usurero / hijo de puta / comilón / amarrete / roñoso / botón sin chapa / cornudo diplomado / jefe de pares vacantes / Putas a domicilio: llamar 999 al 9; preguntar por la señorita Ferrini / fierro a la bocina / reventado hijo de puta / cagador / Ferrini travesti: le gusta caminar en baby doll y chancletas / Ferrini mal compañero / Retrato de Ferrini (dibujito): escupa aquí / carnero inmundo / No sirve para cría ni engendra / ponzoñoso / rufián / alcahuete botonazo clava puñales por la espalda el cobarde / Nooo… si es bueno / cuentero fracasado cornudo / borracho / manguero / miseria / a pan y agua / la puta que te parió / ¡Cuándo te clavarán el cajón, Ferrini! / ¡QEPD! ¡QEPD!».
Personaje Iseka suspendió la lectura para comentar:
—¡Che! ¿Viste cómo lo odian a este tipo? ¿Quién es?
El otro echó una mirada distraída:
—Qué se yo. Algún hijo de puta. ¿No te atiende la Mesa?
—Y, ya ves que no. —Personaje siguió leyendo:
«… ajón, Ferrini! / ¡QEPD! ¡QEPD! / enano mental / Señores: el señor Ferrini es un buen viejo, no lo calumnien ni manchen su buena reputación conseguida a través de una buena campaña como telefónico; que sea un rufián no es su culpa; el hecho de que no engendre, tampoco; todo es obra de su desgracia personal / Ferrini: el viejo hecho con pedos materializados y que sí sabe cagar a la gente / puto loco y traidor /Ligero con los abonados sin excepciones / Ferrini Ricardo Corazón de Llorón / hiena / abajo Ferrini / vigilante confidente de la yuta y chismoso / Quizá todos ustedes se pregunten cómo es posible que su pobre mujer siga aguantando a ese cacho de mierda con ojos. Aquí está la solución al misterio: cuando él está en el trabajo, por su casa pasa el lechero. Y ella hace bien. Todavía es una mujer joven. Tiene derecho a un desahogo / hay que abrirle el orto con un dilatador de vaginas y meterle adentro un puñado de pimienta negra».
Personaje Iseka, que en su vida había oído hablar de Ferrini, como todos lo odiaban él también escribió a un costado, mientras se dejaba el micro en la oreja izquierda apretándolo con el hombro, para tener las manos libres:
«Le gusta hacer porquerías en baños y tranqueras. Llora de agradecimiento y gusto cada vez que encuentra a un marinero bien caliente. Se enloquece. Pierde el sentido de sus actos. Y eso no es nada, lo peor es que caga en los rincones».
Luego, dejando a un lado la lapicera, siguió leyendo:
«No. Ahora vamos a hablar francamente, Ferrini, y fuera de todo tipo de joda. Viejo inmundo: ¿es que nunca vas a morirte? / Ferrini: hoy volvé temprano a tu casa. No hagás extras. Otro le está dando a tu mujer lo que vos sos incapaz de darle. “¡No es cierto!”, diría Ferrini. “¡Mi mujer me es fiel!”. Sí, te es fiel con vos, que sos el único que no se la coge; vos que sos el marido, viejo zanahoria y estúpido / ortiva / Ferrini, todas las mañanitas, antes de ir a trabajar se come una ensalada bien fresca de ortigas venenosas / Ferrini: hijo de un ladrón de chanchos y madre borracha / A Ferrini lo parieron, sí, pero ¿a que ninguno de ustedes se imagina por dónde? Cuando la vieja lo vio todo inmundo y lleno de mierda ahí nomás le dijo: “Sos fiero pero sos mío” / Ferrini: andáte de la oficina. Firmado: tus compañeros / Una colecta para Ferrini que se tiene que morir pronto / sapo inmundo / se lo hacen por atrás al ridículo de bastante bosta / Cómo será que cuando nació la propia madre tuvo náuseas y vomitó al verlo / Dijo el médico que lamentaba no estar en la época romana, porque ahí cuando nacía un nene que era deforme moral lo tiraban sin más preguntas a un abismo / Tus compañeros preocupados: ¿estás enfermo, Ferrini? Mejor. Tu enfermedad se irá agravando de día en noche a causa de tus maldades y del odio de tus compañeros que desde aquí hacemos fuerza / Mucho ojo con él, que donde se sienta deja la sífilis / es el agente transmisor del cáncer, igual que los bichos bolita, las vaquitas de San Antonio y las cucarachas / Si la lepra no existiese él la hubiera inventado / Ferrini: el patrón de la blenorragia / chichi / él y la soriasis son como hermanos; como chanchos, más bien / ¿Y qué otra cosa se podía esperar de un soria? / Las tres hijas de Ferrini son putas: lo hacen por puro gusto y además cobran / Ojo, che: con los hijos no se metan / Tenés razón. Con él sí pero con los hijos no / Cómo habrá sido que la madre, a los fines de soportarlo, cuando era chico le hacía poner una careta como la que se ponía Vincent Price en la película El fantasma de la Ópera / No seas bruto, che. No era Vincent Price. Era Herbert Lom. O Lon Chaney, en todo caso / cucaracha infecta».
Por el receptor del microteléfono salió finalmente la Mesa: «¿Quién es?». «Sí. Aquí Personaje Iseka, de Líneas Especiales, para probar una vacante». «¿Qué querés probar?». «Quiero probar el cable 40, par 521». «¿521?». «Sí». «Esperáte un cachito que te hago poner la clavija. No cortés». «Bueno». Al minuto el otro, que ya había hecho poner una clavija en el cable 40 par 521, le dijo a Personaje Iseka: «Hacé corto». Personaje, con su pinza, hizo puente entre los dos bornes del par: «Ya está: corto». «Sacálo». «Limpio». «Bueno, está bien el par». Iseka, admiradísimo: «¿¡Sí!? ¡Ah, qué bien! Perdoná, antes de que me olvide: ¿quién sos vos?». «Lopecito. Lopecito Iseka». «Está bien. Escucháme, ¿te paso el trabajo?». «Dale». «Cable 40 par 521, con cable de oficina 32 par 108». «… con par 108. ¿Eso es todo?». «Sí». «¿Qué es? ¿Una directa?». «Sí. Pero ustedes son punta». «Bueno, chau». «Chau».
Personaje Iseka:
—Todo bien, negrito. Vamos al otro lado.
Salieron del sótano (en efecto: el mismo Tycho Brahe se hubiese visto en dificultades con esa escalera en hélice), apagaron la luz, avisaron al encargado y a la calle. Un ómnibus los dejó en el otro lugar. Pidieron permiso y subieron a la azotea. Llamaron pero la Mesa no les prestó atención. Aburridísimos conversaban.
Perezoso Chamuyo Iseka:
—¿Los sueños serán, como dicen, cosas que te van a pasar?
A Personaje Iseka esta pregunta le hizo el efecto de una viga de ferrocarril que Wagner le hubiese hecho sonar dentro del cráneo con un martillo. Porque Personaje tenía sueños complicados, que le preocupaban enormemente. La noche anterior había soñado algo extraño y terrible. Qué casualidad que el otro se lo mencionase justó ahora. Rememoró en un segundo, como una máquina de cine que pasara una película de manera ultrarrápida:
«Había un camino delante mío que terminaba en un abismo. Caminando sobre el aire y tratando de llegar al borde de la tierra firme me vi a mí mismo. El doble estaba a sólo un par de metros de la orilla, pero parecía que nunca llegaba por más esfuerzos que hacía; suspendido allí, en el aire sólido, arriba del precipicio. Yo comencé a caminar también, en dirección al borde. Poco a poco fui entendiendo la terrible importancia de que él llegase a tocar tierra antes de que yo arribara al confín, donde ésta terminaba. Que en ello se jugaba el destino de ambos. Pero parecía que al otro le era imposible acercarse, ya que marchaba siempre en el mismo lugar.
De pronto la proposición cambió y me vi cerca de él y, a su lado, una mujer —todos estábamos ya sobre la tierra. Sentí una alegría infinita pues estaba seguro de que era una chica que yo había conocido. Grité varias veces su nombre, en una explosión de felicidad. Mientras rememoro puedo recordar perfectamente el nombre pronunciado. La mujer se acercó un poco más a mí; estaba vestida con ropajes blancos y, entonces, comprendí que no era aquella a quien yo había llamado con alborozo, sino la Muerte. Mi doble se volvió a ella y le dijo algo. Sus labios se movían pero no salía ningún sonido. Sin embargo yo comprendí: “Todavía no. Aún no es su tiempo”. Me desperté con el corazón latiendo fuertemente».
Perezoso Chamuyo, con rostro preocupado —como Personaje nunca supuso que el otro podía llegar a tener, dijo:
—¿Sabés por qué te lo pregunto? Uno no sabe si creer o no creer. Hace unos dos años soñé que manejaba un bote. El agua era como tinta y todo estaba oscuro. Yo ayudaba a varios tipos y tipas a cruzar a un lugar al que no tenían más remedio que ir. Eran ánimas; todas blancas como el papel, y por las caras te dabas cuenta que estaban sufriendo muchísimo. El primero que llevé era mi padre. El último, una mujer que yo conocía; pero todo muy raro, porque a ratos me parecía esa misma que conocí y al momento otra. Como una mezcla de las dos. Me dijo una cosa que no entendí. Algo parecido a «a mí ya no me va a pasar más», o lo que fuera. Como si la mina quisiera justificarse de alguna cagada que había hecho. Pero yo me di cuenta de que estaba mintiendo. Y me desperté. A los diez días de este sueño, más o menos, se murió mi viejo. A la mina no sé qué le pasó. ¿Qué te parece? Es como para pensar que si uno sueña es para avisar algo que está por pasar, ¿no?
Personaje Iseka comentó prudentemente, pues él no creía en premoniciones ni en sobrenaturalezas:
—Y, puede ser.
No obstante le extrañó que un hombre, carente de cultura, sin saberlo hubiese hecho el papel de Carónte y que además, las aguas de su sueño fuesen negras como la tinta (Eftigia).
Personaje Iseka era una persona de formación exclusivamente científica, como hay muchas. De la Universidad había salido marcado por una de las taras más clásicas del humanismo: la ausencia total de humanidad. Se trataba, para decirlo con otras palabras, de un chichi hecho y derecho, cuyas únicas virtudes (en todo caso) eran su carencia de sensiblería y el conocimiento de su carencia y, unido a él, un profundo deseo de cambiar. Estaba firmemente convencido de la inexistencia de todo fenómeno que escapara a lo racional clásico, o que fuese negado por la ciencia tradicional: «Aunque me lo demuestren igual no lo creo».
Pasaron cerca de dos horas. En la Mesa no se daban por enterados. Micro en mano turnábanse en la espera. Para colmo, cuando por fin los atendieron, el par estaba mal y había que salir a Puente.
Personaje Iseka, que en cierto momento tuvo una erección —qué tristeza, pues hacía un mes que se había quedado sin novia—, graznó bronco y eléctrico, tal un pato que rebuznara:
—Es verdad que la jornada de siete horas es larga, pero yo tengo un método infalible para que sea más corta.
Su compañero, con el micro en la orejita, cable 47 par 494 esperando para Puente, sin prestar atención alguna a sus palabras, preguntó por gentileza:
—¿Cuál?
El otro, de pie, tocándose con el vértice de un dedo la puntita del bulto del pantalón cosa de verificar si estaba bien firme, chilló:
—A las dos horas hacés de cuenta que acabás de entrar al laburo y que la jornada es de cinco horas. Casi cinco horas después hacés de cuenta que acabás de entrar y, ¡oh sorpresa maravillosa!, nos enteramos que de ahora en adelante la jornada de lunes a viernes será de siete minutos. Y a los siete segundos hacés lo mismo.
El otro lo miró cansadísimo, pero igual sonrió:
—Parecés el maestro Ciruela. Lo que tiene de malo tu idea es que cuando falten siete minutos para la salida esos siete minutos se te transforman en siete horas. ¿O no?
Personaje, descorazonado:
—Es cierto, es cierto.
Como únicos testigos de la frustración telefónica, las inscripciones contra Ferrini —allí también abundaban— sobre la pared que sostenía la caja de la azotea:
«Ferrini: fuerabastandate. Firmado: tus compañeros». Etc.
Otras dos horas más tarde Puente salió por fin. Probaron y dio registro. Como era tardísimo dejaron para el otro día la tarea de llamar a Asignaciones por un nuevo par.
Se fueron a comer a un restaurante, pues con lo tarde que era ni soñaban con llegar a sus casas para hacerlo.
A los postres, Personaje Iseka —lívido a causa de una mezcla de ron, cerveza y vino tinto— agonizó débilmente:
—Ih, ih… Me siento mal.
Perezoso Chamuyo, implacable:
—Jodéte.
—Sí, eso lo decís porque a vos no te pasa.
—Pero si tomaste nada más que tres cuartos de vinito.
—Sí, ¿pero el ron y la cerveza que me zampé mientras vos estabas cagando en el baño?
—Ah, yo no sabía. ¿Mucho?
—Menos de medio vasito de ron y un tanquecito de cerveza.
Chamuyo dijo frente a la jarra vacía, mirando el último vaso de Personaje, solitario y lleno (tanto Personaje como el vaso):
—Entonces te recomiendo que no te tomés ese último vaso —si Chamuyo hubiese tenido otra cultura podría haber agregado: «Esta decisión, llevada a cabo hasta las últimas consecuencias, quizá te salve aún del mareo».
Personaje, muy sorprendido:
—¿Qué? ¿Entonces querés decir que este vaso es la gota de agua que colma el vaso? ¿Cómo un vaso puede ser una gota de agua? ¿Quiere decir que al tomar la cerveza, el ron y el vinito, es como si me hubiera tomado un vaso gigantesco, de un metro cúbico, y el vaso fuera en comparación una gota de agua?
El otro, cansado de sus delirios, puso los ojos en blanco.