Humor tecnócrata
Por la Tecnocracia, cada tanto, circulaban diversos chistes que, con variaciones, se repetían hasta el agotamiento.
«Un perro se encuentra internado en el Instituto Antirrábico a causa de haber sido mordido por un soria. Un niño se encuentra internado por haber sido mordido por un perro. Un hombre se encuentra internado por haber sido mordido por un niño. Y entonces vino el Divino Monitor quien mordió al niño, al soria, al hombre y al perro».
Es sólo un ejemplo. A partir de aquí se insistía obcecadamente, tal si se propusieran quemar el chiste.
Algunas expresiones muy comunes de la época: «A ese inútil de una patada lo voy a mandar a trabajar a los campos de Soria», «¿Por qué la seguís aguantando a esa mala puta? Mandala a freír buñuelos a Soria», «Me convencí de que mi marido era un soria y me fui con el lechero», «Mi desgracia, Q-100 Iseka, fue que por tres veces me casé con sorias. Y no sé por qué. Eran tipos Mozart al principio», etc.
Pero existían también otras humoradas más sutiles.
Enrique Katel, Kratos de las Lenguas, quien al igual que todo tecnócrata odiaba a los sindicalistas recalcitrantes, refractarios a su asimilación al nuevo orden de cosas, dictó una directriz según la cual, todas las propiedades de esta gente, quedaban gravadas con impuestos con carácter retrospectivo hasta el año 1030. O sea hasta la Edad Media. Y de nada les valieron sus protestas de que por aquel entonces no existía la Tecnocracia y ni siquiera los Sindicatos.
Ahora bien, el problema para los sindicalistas no fue que hubiesen gravado sus bienes con impuestos inverosímiles. El problema consistió en que ya no tenían tales bienes, pues éstos les habían sido confiscados. Katel, entonces, emitió una segunda directriz según la cual tales sindicalistas recalcitrantes debían trabajar mil cuatrocientos minutos diarios, hasta reventar. O hasta que pagasen sus monstruosas cuentas, cosa imposible.
De todos los sorias fueron quienes tuvieron un fin menos divertido.